Un Papa que dice, con sencillez y cercanía, lo que muchos veníamos diciendo desde hace años y nos llamaban de todo, hasta casi herejes
(José Manuel Vidal).- En el día del Papa, celebramos a Francisco el deseado. Un Papa por el que muchos veníamos suspirando desde hace décadas. Un Papa que dice, con sencillez y cercanía, lo que muchos veníamos diciendo desde hace años y nos llamaban de todo, hasta casi herejes. Un Papa que está abriendo de par en par las puertas de la Iglesia. Otro Juan XXIII. Un Papa que nos ha hecho recobrar el orgullo de ser la Iglesia samaritana y de los pobres. Un Papa humano, que sonríe, abraza y quiere a la gente. Un Papa párroco. Como los curas de pueblo de siempre.
Ni los más optimistas podíamos soñar un Papa así, después de tantos años de «invierno eclesial», como dijo Rahner. Parece increíble. Es como un milagro y habla de la potencia del Espíritu actuando en la Iglesia. Un Papa que habla como un sencillo cura de pueblo, vive como ellos y actúa como ellos. Como un padre y un pastor. Un Papa que quiere y se hace querer por las ovejas.
Un Papa empeñado en ser testigo creíble del Evangelio. Un Papa que quiere vivir lo que predica y quiere que la Iglesia haga lo mismo. O, al menos, lo intente.
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