Fuerte es el llamado a superar las visiones ideològicas y pràcticas del antropocentrismo y del relativismo, tan arraigadas en el neoliberalismo
(Luis Infanti, obispo de Aysen).- Contundente, profética, desafiante es «Alabado seas», nueva encíclica del Papa Francisco. No es neutral, sino escrita pero sobre todo ubicada desde el mundo empobrecido, desde el Sur, que desafìa fraternalmente al Norte, para lanzar un cambio decidido y valiente. Los tiempos, la nueva època, no dejan dudas: no se puede continuar como estamos ahora.
Desde el mundo empobrecido y transpasado por la injusticia humana y ambiental, el papa Francisco llama a la conciencia de los pueblos, creyentes y no creyentes, a exigir (la justicia no se pide, se exige, porque es un derecho de los emarginados) un cambio de ruta a los «poderosos» de los poderes econòmico, polìtico, cientìfico y tecnològico mundial. Lo hace, no desde una religiòn, sino desde la ètica y la espiritualidad màs profunda de la sensibilidad humana.
Leo desde el papa que la «globalizaciòn» hoy tiene caracter màs de DOMINACION que de humanidad y bien comùn, de hecho los poderes, la cultura consumista, la depredaciòn de los bienes naturales, la crisis climàtica, el narcotràfico, … que multinacionales y paìses influyentes imponen a los Continentes del Sur (sobre todo Africa y Amèrica Latina), incluso con leyes y bombardeos publicitarios (ideològicos), excluyen siempre màs a los pobres, los oprimen robàndoles los bienes naturales, sus culturas, su dignidad, el futuro. Reina la inequidad.
El papa llama a superar la «cultura del descarte», a tomar en consideraciòn a las comunidades locales, especialmente a los indigenas con su sensibilidad y tradiciones, y a frenar la megalomanìa desenfrenada, a dialogar y debatir sobre los lìmites del «progreso».
Fuerte es el llamado a superar las visiones ideològicas y pràcticas del antropocentrismo y del relativismo, tan arraigadas en el neoliberalismo, que instalan a algunas personas, organizaciones multinacionales y paìses como «señores, patrones, dominadores» de la creaciòn y de la humanidad, sustituyendo a Dios, y sometiendo a la esclavitud a pueblos y a la fecundidad de la madre tierra, depredàndola màs allà de sus capacidades.
Aunque breve, es significativa la referencia a la propiedad privada, sobre la cual «grava siempre una hipoteca social». Este desafiante y urgente tema merece mayor profundizaciòn.
Finalmente el llamado al diàlogo y al debate sincero, profundo, transparente a todos los sectores sociales, polìticos, religiosos, econòmicos, culturales, para abrir caminos de liberaciòn hacia una «valiente revoluciòn cultural» y crear una «civilizaciòn del amor», en que la comuniòn con Dios se manifeste tambièn en la comuniòn con la humanidad y la creaciòn, con signos, decisiones y organizaciones internacionales que promuevan la solidaridad, la justicia y la paz.