"No se cansen de hacer el bien"

Las Hermanitas de los Pobres se despiden de Vitoria

Monseñor Elizalde: "La marcha de las Hermanitas ha destapado la Caja de Pandora"

Las Hermanitas de los Pobres se despiden de Vitoria
Misa de despedida del las Hermanitas de los pobres

Despedida de sor Elena: "que el amor a los ancianos y el respeto a la vida humana siga presente en esta casa" y a los trabajadores y los asistentes: "no se cansen de hacer el bien"

(Vicente Luis García).- Cerca de medio millar de personas asistieron a la misa de despedida de las Hermanitas de los Pobres. No solo la capilla, también el teatro de la casa, en el que se pudo seguir la celebración por video-pantalla, estuvieron al completo. Monseñor Elizalde estuvo acompañado por una veintena de sacerdotes, un diácono permanente y dos seminaristas.

Entre los fieles asistentes se pudo ver a religiosas de diversas órdenes y congregaciones. También se encontraban miembros representando a algunas Cofradías y Hermandades de la Diócesis, a la Hospitalidad de Lourdes, a la delegación de Pastoral con Jóvenes, a movimientos como la Adoración Nocturna o los Talleres de Fe y Vida. Como dijo el obispo «una amplia representación de la Diócesis se hace hoy presente en esta celebración con sabor agridulce».

La homilía Elizalde la centró en el tema de la vocación. Evocó su propia llamada vocacional y apeló a al descubrimiento de la vocación. En un momento lanzaba esta pregunta «¿los jóvenes de Vitoria quieren lo suficiente a sus curas, a su obispo como para sentir alguna llamada? ¿Somos referencia para alguien?» Concluyó destacando el abandono de las Hermanitas para el servicio a los más pobres y pidiendo «amor a la Iglesia, cultura vocacional y la vida como vocación» y «que este día agridulce sea un momento espléndido de esperanza vocacional».

Al final de la misa varias personas expresaron el agradecimiento a las Hermanitas y el grupo musical «Las Chocitas», que reiteró su intención de seguir en su labor voluntaria de animación en la casa, dedicó a las Hermanitas una canción a la que habían adaptado la letra:

Es un día intenso
Con abrazos de despedida
Ha llegado el momento del ¡Adiós!
No se olvida cuanto dieron a Vitoria
Puerta a Puerta, haciendo amigos, para ayudar
Pero se vive de una manera excepcional
En sus brazos hay alegría, reina la paz
Hoy en el cielo se oye con fuerza
Nuestra plegaria por todas ellas
Su vida dieron y la darán
A los humildes sin nada esperar
Aunque no esté su presencia
Queda aquí su gran labor
Todos recibimos de su amor
Hoy en el cielo se oye con fuerza
nuestra plegaria por todas ellas
Ave María, Ave María.

 

La Madre Provincial, Sor Elena, en sus palabras de despedida se dirigió a los representantes de la nueva empresa encargada de la residencia, allí presentes, para pedirles que «el amor a los ancianos y el respeto a la vida humana siga presente en esta casa» y a los trabajadores y los asistentes: «no se cansen de hacer el bien». Tras la misa comenzó una Adoración Eucarística que se ha prolongado durante todo el día y la noche hasta la mañana del domingo. Las 24 horas han sido cubiertas por diversos grupos, movimientos y entidades diocesanas.

Aunque estaba prevista la marcha de las Hermanitas para el 15 de este mes los últimos cambios en los destinos de las religiosas han hecho que se prolongue un poco más su estancia en Vitoria.

Non solum sed etiam

Decía monseñor Elizalde en su homilía que la marcha de las Hermanitas había destapado la Caja de Pandora. No sé si se han desatado todos los vientos, peo sí creo que en algunas cabezas ha podido sonar el aldabonazo de la escasez de vocaciones. No es un fenómeno nuevo y en la Iglesia llevamos décadas de sequía vocacional. Somos conscientes de la media de edad del clero, de que se cierran templos, de que las Unidades Pastorales son un apaño para poder atender varias parroquias con el mismo clero, que se oyen voces de la necesidad de que religiosas y laicos en las zonas rurales tienen que ocuparse de celebraciones de la Palabra cuando no puede llegar el cura,…

Pero tengo la sensación de que aún nos queda mucho para perder. Nos queda mucho para tener verdadera hambre de personas consagradas y de hombres y mujeres que vivan su vida desde la vocación. Nos queda mucho para igualar a quienes son capaces de recorrer kilómetros y kilómetros para acudir a una catequesis y a una misa; nos queda mucho aún para sentir que dar una parte de nuestro tiempo para la formación cristiana o para colaborar en la formación cristiana forma parte de nuestro ADN.

Nos queda mucho para esa cultura vocacional que pide el obispo para Vitoria. Pero quizá no haya que llegar tan lejos, quizá un nuevo estilo diocesano, nuevos aires, y los brotes nuevos que empiezan a verse aunque todavía no sea primavera, quizá sean las primeras fichas de un efecto dominó, o los vientos de Pandora acaben en un efecto mariposa, o en las ondas expansivas del canto que cae sobre el lago que estaba en calma.

Que la esperanza no decaiga y mientras a Dios rogando y con el mazo dando.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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