Pepe Mallo

Viri probati y viri reprobati

¿Hasta cuándo abusarán de nuestra esperanza?...

Viri probati y viri reprobati
Pepe Mallo

Pienso que lo fundamental es superar el clericalismo que hace de la comunidad cristiana una comunidad radicalmente desigual

(Pepe Mallo).- «La Santa Sede planea ordenar sacerdotes a «ancianos casados». «Los ‘viri probati’ podrán ser sacerdotes. Esta es la hipótesis que actualmente maneja la Santa Sede: `evaluar cuidadosamente´ la posibilidad de ordenar a los ancianos casados, según apunta el prefecto de la Congregación para el Clero.» (R.D. -22 de enero de 2018)

Se trata de una propuesta que no es nueva

Se viene hablando de ella desde hace décadas; está en el limbo, pero no termina de tomar tierra. Tras el anuncio del Sínodo de la Amazonia, Francisco garantizó que la posibilidad de ordenación de «hombres casados probados» será discutida en el sínodo del 2019. Anteriormente, desde el comienzo de su pontificado, en diversas ocasiones ha dejado traslucir esta hipótesis. Y varios cardenales cercanos a él han venido y vienen insistiendo en el tema. ¿Será un globo sonda que se desinflará como tantas veces? ¿Será una «fake news» más de las tantas que están proliferando por redes y papeles?

El día de san Francisco de Sales, 24 de enero, el papa Francisco, dirigiéndose a los periodistas, se refirió al fenómeno de las «noticias falsas» comparando su uso con el mito bíblico del diablo que seduce a Eva con engaños y falsas informaciones. ¿Hasta cuándo, pues, seguiremos oyendo y leyendo rumores, y solo rumores, sobre la ordenación de hombres casados y la tan demandada regulación de la ley del celibato? Quousque tandem?… ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra esperanza?… Dejémoslo aquí.

La ordenación de «viri probati» era la práctica habitual de las primeras comunidades. Y eran las propias comunidades quienes elegían a sus ministros. Retomar ahora esta práctica supone ni más ni menos que recuperar la estructura existente en la Iglesia primitiva. Lo cual es necesario, digno, justo, equitativo y saludable.

La cuestión que se puede plantear es a quiénes se considera «viri probati»

La reseña habla de «hombres mayores casados»; algunas fuentes especifican «ancianos casados». ¿Qué pasa, que a los jóvenes no se les contempla como «viri probati»? ¿Qué edad se considera el umbral para ser «ancianos probos»? Actualmente los aspirantes al sacerdocio son gente joven. Pocos candidatos hay de los otrora llamados «vocaciones tardías». El promedio de edad de los sacerdotes está hoy día por encima de los 60 años. Si se elige de nuevo a personas «mayores», el porcentaje aumentaría considerablemente. Y más, si se trata de «ancianos» jubilados o cercanos a la jubilación.

Como de costumbre, ¿volvemos a leyes restrictivas y excluyentes?

Hoy día los seglares son incomparablemente más instruidos que en el pasado. Abundan jóvenes laicos, hombres y mujeres, magníficamente preparados con experiencia en el trabajo en las parroquias y frecuentemente insertos en comunidades o movimientos eclesiales. ¿El ejercicio del ministerio es cuestión de edad o de madurez? Francisco, en reciente entrevista al diario Die Zeit, consideraba que «la falta de vocaciones de hombres que quieren vivir una vida célibe es un problema enorme y como tal la Iglesia tiene que solucionarlo». Por tanto, según Francisco, la raíz del dilema no está en la edad sino en el celibato obligatorio. «Que nadie menosprecie tu juventud», advierte Pablo a Timoteo (1Tim. 4,12) Y ahora la Iglesia intenta enmendar la plana al Apóstol, como enmendó la plana al Evangelio con la imposición del celibato. ¿No habrá jóvenes que no teniendo el carisma de la virginidad estarían dispuestos a acceder al sacerdocio? «Viri probati», así, a secas, no comporta ningún apelativo ni edad concreta. Como de costumbre, la Iglesia implanta leyes restrictivas y excluyentes.

¿Qué pautas se establecerán para considerar la «probidad» de un aspirante?

¿Y quién será el inquisidor que diagnostique las aptitudes y actitudes de los candidatos? Hasta ahora este escrutinio corre a cargo de los formadores del seminario. ¿Volverán a tener ellos en este caso el monopolio del diagnóstico y el dictamen, como viene haciéndose con los diáconos permanentes? ¿Tendrán que afrontar estos «viri» los virus de oposiciones a clérigos? Observa el comunicado que la propuesta se concibe para afrontar la persistente crisis de escasez de sacerdotes. Se habla de «emergencia sacramental», esto es, para aquellos lugares donde la ausencia de sacerdotes dificulte o haga imposible la evangelización.

 

Se impone pasar del esquema clero-laicos al esquema comunidad-ministerios

Ahora bien, se supone que estos «viri probati» casados se incardinarán en la parroquia correspondiente a la demarcación de su domicilio habitual o en su próximo entorno. Por tanto, pienso que deberá ser la comunidad parroquial quien asuma estas competencias de propuesta y elección de candidatos. La Iglesia primitiva era una comunidad de hermanos y hermanas, no de clérigos y laicos. Era una Iglesia participativa, donde todo el pueblo cristiano tenía voz y voto y se sentía corresponsable. De esta manera, la Iglesia local elegía al candidato y daba testimonio de su fe. Pero para esto, es necesaria la actualización funcional de las parroquias, porque con la escasez de sacerdotes no se puede pretender mantener la estructura de hace décadas. Apremia la exigencia de una conversión pastoral que vaya más allá de la mera distribución sacramental para convertirse en una pastoral verdaderamente evangelizadora en la que asuman sus responsabilidades todos los miembros de la comunidad, ordenados y laicos, respetando siempre el carisma de cada uno. Pienso que lo fundamental es superar el clericalismo que hace de la comunidad cristiana una comunidad radicalmente desigual.

Los actuales curas casados son «viri reprobati»

En el mundo hay aproximadamente 150.000; en España, alrededor de 8.000. Hablamos de hombres antaño ordenados y hoy sacerdotes casados. Las leyes eclesiales han infringido a estas personas un severo, riguroso, implacable y hasta cruel «agravio comparativo» respecto al resto de los creyentes. Los han discriminado excluyéndolos. Un día fueron «viri probati», dignos y aptos para el ministerio; ahora son «viri reprobati» (¿indignos e ineptos?). En la práctica, ocupan el estamento más ínfimo en la pirámide clasista eclesiástica, puesto que ni siquiera se les reconocen los mínimos derechos adquiridos en el pasado ni se les permiten actividades que se consienten y autorizan a los laicos.

¿Condenados a la degradación perpetua no revisable?

Si la razón principal de la ordenación de casados es la escasez de sacerdotes, ¿por qué sigue la Iglesia negándoles el acceso al desarrollo de su ministerio cuando se propone ordenar a otros casados? La Iglesia ha venido desperdiciando y desaprovechando la experiencia y la preparación de estos meritorios sacerdotes que dedicaron ardientemente su vida a la proclamación y vivencia del Evangelio, anteriormente desde su estado sacerdotal (probidad acreditada en muchos casos por las comunidades a las que sirvieron) y actualmente desde su opción matrimonial. Ahora sí que realmente se avecina un tremendo desafío para la Iglesia: la inaplazable oportunidad de reconocer y rehabilitar a estos «viri reprobati». ¿O van a seguir condenados a la degradación perpetua no revisable?.

Se añade en la reseña que la eventual ordenación de sacerdotes casados «no socavaría la figura del sacerdote célibe». Nadie lo exige. Aunque yo pregunto: ¿Qué aporta substancialmente el celibato a los ministerios en su autenticidad? No se trata de socavar y debilitar el celibato frívolamente, sino de centrarlo y justipreciarlo en lo esencial. Quiera Dios, y Francisco, que la ordenación de hombres casados resuelva definitivamente el problema del celibato obligatorio.

Nota de Rufo González:

Gracias, Pepe, por denunciar la crueldad del poder religioso. Como en tiempos de Jesús, sigue sentenciando: «nosotros tenemos una ley, y, según esa ley, debe morir» (Jn 19, 7). La «degradación perpetua no revisable» de los sacerdotes casados es el triunfo de la ley humana sobre la conciencia y el evangelio. Es la «muerte» vocacional y eclesial sin piedad ni consideración. Recuerdo una Mesa Redonda del último Congreso Internacional de Curas Casados (29.10-01.11.20015 en Guadarrama) sobre «Retos para los creyentes en el mundo presente». Uno de los ponentes propuso:

«solicitar hoy a la Iglesia, sobre todo a quienes presiden (Papa, obispos, presbíteros…), que pidan públicamente perdón por el trato a los curas casados». Vino a decir que no es digna del Evangelio ni del Espíritu de Jesús la conducta eclesial con ellos y sus familias. Ellos, sus esposas e hijos, han sido «fusilados» en la Iglesia. A partir de negarse a vivir en celibato, les han borrado del mapa eclesial. En el rescripto de «reducción al estado laical», les prohíben hasta «leer la epístola». El ponente lamentaba que a él le negaron cualquier actividad en la diócesis y en la parroquia: catequesis, dirigir el coro, tocar el órgano en el templo… Proscritos, despreciados, mal vistos…

Un testigo del Espíritu, impedido por la ley

José María Lorenzo, fundador y presidente de la «Asociación Sacerdotes Casados Españoles», que «no recibió el Espíritu por haber observado la ley, sino por haber escuchado con fe» (Gál 3, 2), ejerce parte del ministerio de la Palabra en Religión Digital. Anhela ser llamado, pero «no tiene uno que le eche al estanque cuando bulle el agua» (Jn 5, 7). La ley impide hacer caso al Espíritu:

«Cuando firmé el rescripto de secularización incluí, en folio aparte, una coletilla con esta anotación: `Salgo del clero porque, dada mi manera de ser, necesito para mi equilibrio interior contraer matrimonio. No renuncio al sacerdocio. En el momento en que me necesiten pueden llamarme; sigo con vocación sacerdotal´. Cincuenta y seis años después de haber sido ordenado, continúo con esa misma vocación. Pero nadie me ha llamado, a pesar de la enorme carencia de `operarios de la mies´. Hoy ya de poco serviría…: con ochenta años no puedo hacer mucho, pero sí algo».

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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