Dios dispersa (sacude y aleja) a los que se divinizan a sí mismos, que en este caso son los varones dominantes
(Xabier Pikaza, teólogo).- Con su habitual prudencia, el Cardenal Osoro ha dicho que comprende y apoya la «huelga de mujeres» del 8M, añadiendo «hay que defender sus derechos; lo haría también la Virgen». Algunos obispos, como Eusebio Fernández, de Tarazona, le han secundado. Pero otros le han criticado duramente, de un modo indirecto o directo, como Munilla de Donostia y Reig Pla de Alcalá.
Por su parte, una «postal» de PD (periodismo/prensa/2018/03/05/) le ha criticado duramente diciendo que hace el ridículo, lo mismo que otros grupos de «derecha» eclesial (//infovaticana.com/2018/03/02/), con gente de dentro y fuera que aprovecha la ocasión para reírse de Osoro (pero no ofende quien quiere, sino quien puede).
No voy a entrar en todos los matices de una manifestación como la de este 8M, en la que pueden sumarse diferentes listas, idearios y sensibilidades, pero creo, en sintonía clara con Osoro, que la Virgen, como mujer y madre, no sólo estaría en la manifestación, sino que llevaría una pancarta que dice lo que ella decía (cf. Lc 1,51-53):
Despiega el poder de su brazo,
dispersa a los soberbios de corazón
Derriba del trono a los poderosos,
y eleva a los oprimidos
A los hambrientos les sacia de bienes,
a los ricos les despide vacíos
Esto es lo que María sigue diciendo, como mujer y madre mesiánica, en nombre de la humanidad formadas para varones y mujeres, pero de un modo especial para como ratifica una palabra del mismo evangelio que le llama «bendita entre las mujeres (cf. Lc 1, 42). Esa fue y sigue siendo su proclama de evangelio, como mujer, como persona, al servicio de una revolución total, de varones y mujeres, en justicia.
La Virgen llevaría la pancarta, y me gustaría ir atrás, con Osoro y Hernández, y con miles y millones de hombres y mujeres, que son/somos personas, sin orgullo vano, ni deseo de dominio, pero en igualdad profunda, varones y mujeres, cristianos y no cristianos, con potencial de protesta y de esperanza.
Las mujeres del 8M nos han dicho (a los varones) que este día quieren estar ellas, que les comprendamos y les acompañemos, pero desde fuera de la manifestación, para que sea vea que son ellas las que hablan con su vida y (esta vez) con sus pancartas. Por eso, los hombres que estamos con ellas, no vamos a ir, pero sabemos que fue y que va María, la Madre de Jesús, como hace más de 2000 años, con su pancarta.
Texto completo de la pancarta
Más de una vez he tenido que explicarla, y así lo hago una vez más, para que se vea mejor la razón de Osoro, cuando dice que ella (María) es una de las grandes voces de este 8M, cuando dice:
1. Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava…
2. Desplegó el poder de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón;
derribó a los potentados de sus tronos, y elevó a los oprimidos;
a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos.
3. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
— como lo había prometido a nuestros padres- –
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre (Lc 1, 46-55).
La primera parte del canto recoge el gesto personal agradecido de María, como mujer (persona) creyente. La tercera fundamenta su mensaje en la promesa y descendencia de Abrahán. La segunda proclama la inversión mesiánica en un triple nivel: religioso (brazo de Dios frente a soberbia humana), político (potentados contra oprimidos) y de económico (ricos contra hambrientos).
María responde en esa estrofa a la alabanza de Isabel (que le ha llamado Madre de mi Señor: cf. Lc 1,43), y expone de esa forma su canto y su esperanza:
‒ María canta en nombre de Israel, como mujer y madre que lleva en su recuerdo y promesa la historia de su pueblo, con sus sombras y dolores, pero también con la certeza de la redención universal que llega. No tiene que hacerse judía, lo es, y así expone (recapitula) la esperanza israelita.
‒ María anticipa el canto de la iglesia, asumiendo no sólo el testimonio de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, sino la misión de Pablo, abierta a todas las naciones. Lucas sabe que ella ha estado en el centro de Iglesia (Hch 1, 13-14) y así la presenta cantando el primer himno de transformación cristiana.
Un mensaje de mujeres
María no inventó el motivo central de su proclama, sino que lo tomó de otras mujeres de Israel, entre las que sobresale Myriam, hermana de Moisés (e inspiradora de su movimiento de liberación, en Ex 15) y especialmente Ana, madre de Samuel que decía:
El arco de los fuertes se ha quebrado,
los cobardes se ciñen de fuerza,
los hartos se contratan por pan, los hambrientos dejan de ser esclavos.
La estéril tiene siete hijo, la madre de muchos hijos queda baldía
(cf. 1 Sam 2, 4-6)
María canta así con Ana la gran inversión de los pobres y oprimidos, de las mujeres y nos niños, en una línea militar (se quiebra el arco de los guerreros varones opresores), económica (los hartos/ricos, hombres opresores, han de trabajar duro por el pan) y demográfica (éste es el canto de una nueva mayoría humana, que se eleva y triunfa, desde los oprimidos y los pobres).
Muchos habían pensado que nada podría cambiar (cf. Lc 24, 21; Hch 1,6). Pero, retomando la esperanza israelita, María ha descubierto y proclamado la gran transformación que se está realizando, a partir de los hambrientos y oprimidos, en la línea de Isaías:
Pues será doblegado el mortal, será humillado el hombre y no podrá levantarse… Los ojos orgullosos serán humillados, será doblegada la arrogancia humana: Sólo el Señor será exaltado aquel día, que es el día del Señor de los ejércitos…, contra todas las altas torres, contra todas las murallas inexpugnables, contra todas las naves de Tarsis, contra todos los navíos opulentos. Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del hombre; sólo el Señor será ensalzado aquel día, y los ídolos pasarán sin remedio (Is 2,9-17).
Desde ese fondo se eleva el programa social de María, en los tres planos ya evocados:
(a) En un plano más ideológico: Dios dispersa (sacude y aleja) a los que se divinizan a sí mismos, que en este caso son los varones dominantes, los que justifican con grandes «razones» ideológica su derecho al mando social o religioso, relegando a las mujeres a un lugar subordinado, en la cocina, en la cama o en la sacristía.
(b) En un plano político-militar: derriba del trono a los potentados y eleva a los oprimidos. Lo malo de los triunfadores no es que ganen, sino que además justifiquen su victoria, con razones de mentira, con tribunales amañados (con siglos de leyes «masculina»). Lo malo no es que triunfen, sino que luego santifiquen su triunfo apelando a Dios, a la «razón» o a lo que siempre se ha hecho (a un mal llamado sentido común).
(c) Económico: a los ricos los despide vacíos… Ricos de pan y de dinero, ricos de poderes y razones, en parlamentos e iglesia, en consejos de administración y en hogares… Se creen ricos, pero están vacíos, mientras los hambrientos (en este caso, sobre todo, millones de mujeres) están llenos están llenos de bienes una bendición más alta.
Un mensaje mesiánico, cristiano
María anticipa así el mensaje de Jesús, que insiste en la liberación de los pobres y oprimidos, como sabe y dice la carta de Santiago, el hermano de Jesús, que forma parte de su misma «estirpe» de liberadores mesiánicos. Lo que ella dice de manera más breve y comedida lo interpreta así Sant 5, 1-5:
Vamos ahora con los ricos: llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima. Vuestra riqueza se ha podrido, vuestros trajes se han apolillado, vuestro oro y vuestra plata se han oxidado… Mirad: el jornal de vuestros jornaleros que segaron vuestros campos, defraudado por vosotros, está clamando y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Con lujo vivisteis en la tierra y os disteis la gran vida, cebando vuestros apetitos… para el día de la matanza. Condenasteis y asesinasteis al inocente ¿no se os va a enfrentar Dios?
María aparece en esa línea como promotora de una revolución integral, no de una simple reforma, que mejore de manera externa las diferencias anteriores, limando sus desequilibrios. Ella no quiere poner parches sobre un manto ya gastado (cf. Mc 2,21), sino recrear la vida y sociedad partiendo de los pobres, de manera que sus palabras anticipan la y preparan la gran revolución humana, que sólo puede empezar por las mujeres y oprimidos de todos los pueblos, a diferencia del mensaje de Benedictus (Lc 1, 68-79), que es parecido, pero una línea de varones, más nacionalistas, defensores de sus propios privilegios.
– Contra un tipo de nacionalismo sagrado. María no defiende un tipo de revolución nacional/celota, que busca ante todo la victoria de Israel como pueblo, centrado en ley y templo, con purezas de tipo religioso particular (de comida y matrimonio intrajudío). Al contrario, según el Magníficat, ella se sitúa en la línea de los «revolucionarios universales y pacifistas», partidarios de una transformación social, que se centra en la caída de los potentados y los ricos, y en el triunfo de los pobres y excluidos (no sólo para los judíos, sino para los pobres de todos los pueblos), no por castigo o venganza, sino para establecer desde ellos el reino de Dios.
– Liberación de los hambrientos y oprimidos (empezando, sin duda, por las mujeres). Ella no busca poder para los «santos» de Israel (ni los de ninguna iglesia), sino para los oprimidos y hambrientos. No busca la pureza nacional judía o cristiana, sino el pan de los hambrientos, quizá en la línea de aquel Judas Galileo que, en los años del nacimiento de Jesús, proclamaba la presencia liberadora de Dios y rechazaba el impuesto del César.
Comparación con el Benedictus. El orgullo de la nación, la razón de los pobres
A diferencia del Magníficat, que es un canto de bendición universal, desde los pobres, la parte más antigua del himno sacerdotal de Zacarías sacerdote (Lc 1, 68-71) puede y debe entenderse a la luz de un celotismo nacionalista, donde más que los pobres de todos los pueblos importan los «justos y santos» judíos:
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos un cuerno de salvación en la casa de David, su siervo… Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian, Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días (cf. Lc 1, 68-75).
‒ Los cantores del Benedictus siguen siendo judíos nacionales, que buscan la liberación de Jerusalén, con el triunfo social y religioso del pueblo de Israel, en contra de «aquellos que nos odian», que son los no judíos, más que los ricos, para que «arrancados de la mano de nuestros enemigos», podamos servir a Dios, en Santidad y Justicia. En la línea de un Benedictus reinterpretado en línea de «derecha nacional» o eclesial se sitúan aquello que critican a las mujeres del (8M), y que en el fondo critican a María.
‒ Los cantores del Magníficat son también judíos, pero no buscan el triunfo del pueblo como tal, sino una transformación de todos, desde los más pobres, desde las mujeres. Estos de la parcarta de María quieren los pobres coman, que los oprimidos sean liberados. De esa forma, su mensaje se convierte en fundamento de una transformación universal que sólo es posible allí donde, rompiendo las barreras de tipo sacral-nacionalista (vía celota), se mantiene la prioridad evangélica del servicio a los pobres (hambrientos y oprimidos, huérfanos viudas del AT).
Zacarías se eleva por el benedictus como signo de los celotas, derrotados y muertos en la guerra del 67-73 d.C., en una línea que ha sido después desarrollada por las iglesias nacionales, desde el imperio bizantino hasta tiempos recientes, tanto en línea católica como protestante.
Por el contrario, María es signo y representante de una iglesia de los pobres (hambrientos, oprimidos…), por encima de toda nación o poder particular, no sólo del antiguo Israel, sino de tiempos posteriores.