Santiago Panizo

«Orgullo gay» y otros orgullos

"Es hijo de Dios el homosexual"

"Orgullo gay" y otros orgullos
Santiago Panizo

Pronto me voy a ver en un evento así, de un familiar próximo. Iré a la ceremonia civil. Respetando su libertad y su decisión de persona adulta

(Santiago Panizo, decano emérito de la Rota).- En la enmarañada floresta de unos días de líos y trajines -abundantes, espesos y con frecuencia preocupantes y polémicos- no es fácil elegir un tema de reflexión, cumplido y generoso. Después de sentirme acosado por varios, me decido al fin por el que veo con menos eco en los noticieros y comentarios de hoy: las Jornadas del llamado «Orgullo gay» me solicitan esta mañana más que, por ejemplo, el inminente diálogo -es un decir!- del Sr. presidente con los pertinaces aventureros catalanes, o la generosa dádiva echando en brazos de Podemos a la Tv pública, e incluso el «chupinazo» de los «Sanfermines» que, a mediodía de hoy, abre las fiestas más internacionales de España.

¿Por qué me decido al fin por la «movida» anual del «Orgullo gay» y no por cualquier otro tema de los que atiborran hoy, y sin salirnos de España, el noticiero?

Sencillamente, me parece de más enjundia humana pensar un rato en el «orgullo» de los «gay», que hacerme mala sangre con los indecentes trapicheos de unos y de otros, vendiendo lo que sea por tocar poder. El tema del «orgullo» me atrae más, ahora mismo, que los trapicheos o los navajazos…

Creo, ante todo, que lo del «orgullo» merece, para comenzar, un «algo» de atención primaria.

Mirando un momento mi Diccionario consueto de sinónimos, veo que hay diferencia entre «orgullo» y «soberbia», igual que la hay entre otras palabras, también sinónimas de ambas, como prepotencia, arrogancia, altanería, vanidad, altivez, engreimiento o vanagloria.

Me parece que el «orgullo», siendo exceso en la estimación de uno mismo, es bastante menos venenoso que la soberbia; desprecia menos al otro que la altanería o la arrogancia; y es menos apocado que la vanidad

El orgullo puede ser viveza o prontitud en hacer o mostrar algo; puede entenderse como ardor, coraje, impulso en defender y luchar por lo que se considera estimable y se encuentra digno de encomio en uno mismo, los valores en que uno cree o aquello por lo que merece la pena luchar y hasta vivir, como la libertad, la justicia o el amor. Incluso la voz «orgullo» puede representar cosas tan dignas como el gozo de unos padres por la buena conducta o notas de un hijo o la satisfacción de cualquiera por un logro arduo y arriesgado en el trabajo, el deporte o la cultura.

Es decir, a la vista del Diccionario, no repugno yo la palabra «orgullo» en tal sentido, aunque repugne algunos de sus sinónimos, como soberbia o altanería o arrogancia o prepotencia. El orgullo puede ser potable; puede, en ocasiones, modificarse y llegar a ser virtud -la del coraje, concretamente- si en el encomio no se pasa de raya para caer en la mentira o en la exageración o en la prepotencia o simplemente en la soberbia, cuyo radical latino «super» denota un empeño patógeno en ser, o sentirse quizás mejor, más que otros.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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