José Ignacio Calleja

El obispo Setién, pasión por «la verdad»

"No era por política que Setién hablaba así, sino por servicio en conciencia a la verdad moral"

El obispo Setién, pasión por "la verdad"
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Setién tenía la misma idea del poliedro para comprender la vida social y política vasca: sin igualar todas las caras, sin opacar ninguna en todo

(José Ignacio Calleja, teólogo).- Estaba claro que el Obispo José María Setién iba a ser discutido en el día de su muerte, a pesar de los casi veinte años de retiro y silencio. No me extraña. Su trayectoria pública en los ochenta y noventa a nadie dejó indiferente y, a su alrededor, se ha constituido un relato de partidarios y detractores con pocos matices, hasta hoy. O a favor o en contra, pero en grado superlativo.

Llegada la hora final, se han multiplicado las notas de opinión sobre su obra y persona. El tono personalizado de las valoraciones ha sido lo primero y el tenor político de las apreciaciones de conjunto, su corolario. Todo ello sin demasiada novedad. He leído composiciones con detalles que conocía desde hace dos décadas. Es como si salidas de la hemeroteca, solo se les hubiera cambiado la fecha.

Lo cual significa que hay una cierta idea -quizá leyenda- que lo ha acompañado hasta el final y que el tiempo desentrañará en su valor de verdad. No estoy en condiciones de hacer un juicio a fondo en ninguno de los sentidos dichos, porque nos tratamos con la diferencia propia de la edad, el cargo y la responsabilidad. Solo puedo decir que me sentí querido a su lado. Como no soy de tomarme «confianzas» con mis superiores más allá de la que me ofrezcan, es todo.

Mucha gente ha reconocido también el lugar común de que José María Setién era un intelectual fino y atento a la realidad social en que vivía. Estaba pendiente de la realidad y la analizaba con empeño absoluto. Lo pienso. El resultado eclesial y público de ese modo de proceder nunca es fácil de entender por la mayoría. ¡Tanto más si la lógica que utiliza y su metodología corresponden al iusnaturalismo escolástico! Así, casi todos reconocemos que sus valoraciones no eran fáciles. El jurista-moralista siempre tiene un punto de precisión en los supuestos de los que trata, que abruman al filósofo moderno, y mucho más al lector de conclusiones que caben en un titular de prensa.

Setién es un hombre de reflexión al que las cuestiones sociales, y políticas, y humanas, y eclesiales, le atrapan el corazón y la cabeza, pero convencido de que el manejo de estas dos fuentes de conocimiento tiene su momento propio. Supongo que era perfectamente consciente y que obedecía a una manera de ser natural en él y a una educación que muchos recibimos en los Seminarios. Allí, pensar siempre fue analizar, objetivar, valorar y concretar supuestos varios según condiciones y circunstancias. Los principios, siempre rotundos y duraderos; los casos, siempre únicos y con mil aristas; la conclusión, una verdad poliédrica; los afectos, una necesidad humana que fácilmente nos quiebra la mente.

Así lo veía yo al pensar la realidad social y política vasca. Esto hace que Setién parezca perdido en la abstracción conceptual y en las diferencias de juicio interminables. Ambiguo, se decía; equidistante, se repetía; escolástico, se reprochaba; eclesiástico, se menospreciaba. Desde luego, pienso que es un método que puede mejorar y mejora en mano de pensadores más modernos, pero el resultado final no es correcto porque quepa en el titular de un periódico o valga para ganar en una tertulia televisada. No, no es mejor.

El poliedro, el poliedro es la figura que Francisco elige sobre la realidad social que tenemos delante y cómo hacer verdad política y justicia social en un mundo de conflictos antagónicos, más no insuperables. Y Setién tenía la misma idea del poliedro para comprender la vida social y política vasca: sin igualar todas las caras, sin opacar ninguna en todo. Y esto siempre es muy molesto en tiempos de violencia terrorista y, para las víctimas de ese terror, inaceptable.

Pero Setién en esto no corregía, y la razón es clara: porque la verdad, para él, no puede hacer silencios ni en plena barbarie. (En esto, valga la comparación, el Obispo Uriarte dio con la misma tecla pero más afinada. Supongo que sufriendo a veces con los mínimos que la verdad exige). No era por política que Setién hablaba así, sino por servicio en conciencia a la verdad moral. Se puede discutir esa verdad, ¡yo lo hago en ciertos aspectos!, pero siempre la buscó con ahínco de Obispo cristiano.

Luego el Obispo Setién, ¿dónde pudo verse superado intelectualmente en su discurso moral? Porque su discurso es de moral social, de moral política, y se diga lo que se diga, hay un discurso de moral política que es ético, cristiano y necesario. Pudo verse superado intelectualmente en los efectos que tiene aceptar que «el pueblo vasco es un sujeto político originario» y decirlo como Obispo en el juicio moral cristiano.

Esa afirmación sobre el pueblo es de cada ciudadano y del debate político, no de un magisterio episcopal. Ahí sí que un Obispo debe decir un «parece en ciencias de la cultura», «dicen en ciencias políticas», o «si fuera que es», y evitar como Obispo y maestro de fe completar para todos una tesis cultural y política. Pienso así de sociedades y pueblos interna y legítimamente diversos en su identidad.

Y ¿fue compasivo D. José María? Por favor, de mil maneras cristianas. Y ¿pudo serlo más y mejor? Sí, cómo no. Y ¿lo evitó por política? Por favor, qué tontería y bajeza pensar así. Me decepcionan estos juicios. Y ¿pudo influir su carácter personal y, no menos, que el Evangelio reclama no presumir de la caridad, el sacrificio y la práctica del bien? Sí. Sin disculpa alguna, el Evangelio y la sociedad mediática se llevan mal. Y, ¿no sería por su significado político a favor de las víctimas de ETA? No. Más bien por si otros lo utilizaban cerca de ellas. Supongo que lo meditó mucho y creyó que así era mejor. No sé más. Nos vemos «en el cielo».

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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