"Llos monjes siguieron, y siguen, realizando una función de 'nacional-catolicismo', muy ajena al evangelio"

Pikaza: «Dejad a Franco, transformad el lugar. Un Museo/Escuela para el Valle de los Caídos»

"Que obispos y monjes ofrezcan para el lugar y para los ciudadanos una propuesta al servicio de todos"

Pikaza: "Dejad a Franco, transformad el lugar. Un Museo/Escuela para el Valle de los Caídos"
El futuro del Valle sigue en el aire Agencias

Sólo una memoria justa, bien purificada, puede convertirse en principio de esperanza. Eso quería y eso quiero ya para ese lugar que debería llamarse Valle de la Memoria y la Esperanza

(Xabier Pikaza).- No le toquéis, por favor, él forma parte de la escuela de horrores que ha sido en gran parte la historia de España, tal como se centra en este Valle.

No es Valle de los Caídos por algún tipo de patria y de causa religiosa o redentora, pues aquella guerra de Franco (1936-1939) fue en contra de toda patria, religión y redención (entendida como fuente de libertad). Ése era más bien el Valle de (los) Cuelga-muros, y es ahora el Valle de los Cadáveres Secos , en el sentido de Ezequiel 37, 1-14, a no ser que lo transformemos en Valle de los Resucitados.

Pues bien, en ese contexto, el Sr. P. Sánchez, Presidente del Gobierno de España, acaba de anunciar (28/29. 8. 18) que no quiere convertir el así llamado Valle de los Caídos/Cadáveres en Museo de la Memoria, sino dejarlo como Cementerio Civil, pero respetando la Basílica Cristiana, cosa que, con todos los respetos, me parece imposible, pues los Cadáveres/Caídos son inseparables de la «llamada» Basílica, y para que el lugar sea «cementerio civil» esa Basílica/Tumba tiene que perder su carácter actual de Templo/Panteón Confesional cristiano.

Hace unos días, en una línea algo distinta, Mons. Ricardo Blázquez, presidente de los obispos de España, ha dicho que ellos obedecerán lo que se mande según ley. Me parece bien que acepten en un plano la ley, pero desde mucho más:

 

 

 

Quiero que, tras casi de sesenta años de «posesión» de la Basílica/Tumba/Túnel de los Caídos, bajo régimen de «obediencia franquista», obispos y monjes ofrezcan para el lugar y para los ciudadanos una generosa propuesta cristiana, al servicio de todos, no sólo de los confesionalmente cristianos,ganando así en un sentido mucho más profundo aquello que en línea egoísta (no cristiana) pudieran perder.

En ese contexto, desde una «memoria bíblica» (humana), quiero ofrecer mi pequeña aportación sobre este Valle de los C., retomando y ampliando un motivo y proyecto que propuse, en este mismo portal, hace diez años (28.11.08), con el título: Belchite, Ciudad de la Memoria. Una propuesta.

Ésta es la reflexión de un cristiano que quiere ser universal (católica), y así la he conversado con algunos especialistas en memoria histórica, con el convencimiento de que, en este Valle de los C., la memoria puede (y ha de) ser principio de esperanza.

 

1. Recuerdo personal

Vengo de familia cristiana franquista (represaliada por los vencedores «nacional-católicos») de la guerra del 36-39, y en lo social he sido y soy razonablemente abierto, , vasco y universal, como podrá ver quien conozca mis escritos.

Me sentí herido en mi alma el 1.4.59, cuando, siendo yo estudiante de Teología, inauguraron con honra «sublime» el Valle de los C., como expresión de victoria de los Nacional-Católicos. Seguí por radio la ceremonia, con un franquista fanático a mi lado, y supe que aquello no era justo, que aquella Iglesia no era la mía…, y a pesar de todo seguí en ella y años después me ordené de presbítero.

A la muerte de Franco (1976) pensé que los monjes de la Basílica/Tumba se irían y que el complejo (túnel/templo, cruz, monasterio) se convertiría en lugar de memoria verdadera. Pero no fue así, y (parece que por voluntad del rey Juan Carlos) enterraron allí a Franco, y los monjes siguieron y siguen, realizando una función que a mi juicio es de «nacional-catolicismo», muy ajena al evangelio, a pesar de mis conversaciones con el Segundo Gran Abad del centro (el Sr. P. Lojendio), quizá fue franquista, pero, a mi entender, menos monje.

 

 

2. Que los monjes se vayan y el lugar/basílica no sea iglesia cristiana.

No puedo condenar el pasado nacional-católico del lugar, ni de gran parte de la política hispana, hasta el día de hoy. Ha sido así, e el pasado de España y de su Iglesia, más nacional que cristiana, desde la expulsión de judíos y musulmanes.

Políticamente la guerra del 36-39 se puede «justificar» desde ambos bandos políticos, pero nunca desde una Iglesia que quiere ser «católica», es decir «universal», pues hijos de Dios y víctimas con «cristo» son los «caídos» (y asesinados) «de izquierdas» (por los «nacionales») como los «caídos» nacionales y los de los curas y monjas asesinados por los de «izquierdas».

En sentido «político» puede entenderse que muchos de derechas quisieran «vengar» la sangre de los curas asesinados… y que otros de izquierdas quisieran vengarse de una Iglesia que les parecía contraria a los pobres. Políticamente, ese argumento se puede entender, pero, en sentido cristiano, va en contra del evangelio; y en esa línea la Iglesia que apoyó la causa nacional pudo ser muy nacional, pero como Iglesia dejó de ser cristiana.

Pues bien, este lugar del Valle de los C. se hizo para glorificar la causa de unos, con el apoyo y cobertura ideológica de esa iglesia poco «cristiana» (pues la verdadera es de todas las víctimas). Ciertamente, en las fosas de ese valle y «túnel/basílica» de cadáveres yacen los huesos de muchos «caídos de izquierdas», sufriendo la humillación que consiste en hallarse bajo la cobertura de una cruz de vencedores (que por ahora no es de todos).

Por eso, en este campo, desde mi perspectiva de cristiano, el primer paso lo debía dar la Conferencia Episcopal Española (en la línea de la Asamblea Conjunta del 1968), abandonando el lugar, no para abandonar a los «muertos», sino para para que se pueda mantener de un modo distinto su memoria y celebrar su esperanza, sin vencedores ni vencidos.

En esa línea, quiero pues que la Iglesia Católica abandone la Basílica de los Caídos, que pida perdón por su partidismo en la Guerra y Postguerra (hasta hoy, 2018) y que ofrezca su colaboración en la búsqueda de paz de un modo distinto, en la línea de Jesús. Quizá los Monjes Benedictinos pueden quedar en el entorno del Valle (si quieren, que otros lugares tienen), pero no en la Gran Basílica, ni en el «Monasterio Central» (que han de cederse inmediatamente a la sociedad civil), sino en un lugar especial (pequeño, son pocos), para orar en silencio claro, al lado de otros grupos culturales y/o sociales que pueden ofrecer su aportación a la causa de la memoria y la esperanza.

 

 

3. Que Basílica y Monasterio sea museo de memoria y escuela de paz.

a. Que se haga un proyecto conjunto, con diversos grupos: culturales (Universidades), entidades sociales, partidos políticos… e incluso con la Iglesia católica (y otras iglesias y/o religiones, como los judíos, musulmanes etc.).

b. Que la llamada Basílica sea lugar de Memoria para todos, pero sin ser iglesia confesional católica. No hace falta quitar los símbolos cristianos (forman parte de la memoria histórica), pero han de ponerse a su lado otros símbolos sociales, culturales, de memoria de conjunto de la Guerra Civil y de la historia hispana.

c. Que el Monasterio sea Universidad de la Memoria, desde perspectivas distintas, buscando la verdad común y múltiple en gesto de diálogo, de escucha mutua. ¿Una Gran Facultad y Escuela de Estudios de Memoria de la Universidad Complutense (nunca de un partido político, ni de una Iglesia concreta)?

d. Que en el entorno del Valle de los C. (caídos, cuelga-muros, cadáveres…) se puedan crear centros y casas de memoria y vida… Quizá con un lugar de «oración y memoria cristiana» (incluso benedictina, como he dicho), pero también con otros lugares sociales, culturales e incluso artísticos y recreativos de diverso tipo.

 

4. Que no se lleven a Franco, él es parte de ese museo de caídos/cadáveres….

Quizá se pueden traer al lugar, para enterrar, los restos de otros políticos y pensadores: Azaña y Largo Caballero (¿sería un sueño pedir que estuvieran también los de Unamuno y de A. Machado? ¡Quizá sería pedir demasiado!)… Yo pondría también allí a D. Juan Carlos I, cuando muera, pues fue él quien dejó o pidió que Franco se enterrara allí…

Sea como fuere, Franco tiene que quedar, como parte del museo de la historia de caídos/cadáveres, en un entorno que ha de mantener su gran calidad natural, como Parque de Monte y Roca, memoria de la Vida que, a pesar de todo (de Franco y de los que hicieron la aguerra) ha de triunfar como paz… convirtiendo (en la línea de Ezequiel 37) el valle de los Cadáveres Muertos en Valle de la Vida que renace, de la esperanza de la resurrección.

Llevar a Franco a otro sitio significaría «mitificarlo», darle una importancia que no tiene… Dejémoslo allí, como dura memoria… por ver si quizá puede transformarse, en diálogo con otros muertos, en fuente de recreación histórica y de pacificación… Podrían ponerse allí en los muros las más fuertes «memorias de los muertos» de la historia occidental e hispana, empezando quizá por algún texto de Sófocles y de Ez 25-31 (¡diálogos de muertos enemigos, unidos en la tumba del subsuelo!) , con las coplas de J. Manrique y los Cantares y Danzas de Muerte que están en el principio de la literatura hispana.

 

 

5. Que no lleven la cruz (no confesional), que no la dinamiten

En esa línea quiero recordar una anécdota. Varias veces he entrado en coche y con billete al Valle de los Cadáveres/Caídos, siempre con tristeza. Pero dos he subido (mientras daba un cursillo en el Escorial), por el Monte Abrantes, caminando por la roca, hasta el alto del Valle de los Cadáveres/Caídos, para ver desde allí (imagen), como en un plano el valle del monasterio, la roca de la Basílica… Las dos veces soñé con ver un día el Valle de los Cadáveres/Caídos en «Cementerio» (=Descansatorio) de muertos que resucitan en la vida de los vivos, en signo de paz, como sabe y dice Ez 37.

Ciertamente, otras veces he pensado que lo mejor sería derriban la gran cruz sobre la roca, y dinamitar la Basílica interior, excavada es piedra… dejando aquel valle como puro pedregal de muerte. Así me ha venido a la mente estos días (julio-agosto de 2018) traduciendo el desgarrado comentario de F. Keil a los Profetas Menores, en especial el de Nahúm, que quiso «dinamitar» la ciudad de Nínive, opresora sangrienta, y el de Habacuc, que quiso hacer lo mismo con el gran templo perverso de la Muerte de Babilonia.

Nahúm y Habacuc, que forman el «corazón» de la Biblia Judeo-Cristiana, anunciarían y proclamarían la caída total del Valle de los Muertos, construido sobre la pura guerra… Ambos dirían que todo aquel conjunto debía convertirse en guarida de lechuzas y chacales, de rocas sin forma, de lamias, faunos y demonios… Yo también a veces lo he pensado. Pero, a pesar de todo, en la línea de lo que he dicho, quiero que aquel valle pueda convertirse en puerta de esperanza, dejando arriba la cruz, pero no como signo de «cruzada» (¡matar a otros con la cruz!), sino como principio de vida para todas las víctimas, de un lado y de otro.

Una de aquellas veces que miraba desde el monte el Valle de los Caidos/Cadáveres estaba preparando una conferencia sobre San Juan de la Cruz: La Memoria como fuente de Esperanza. Ese puede ser el resumen de todo lo anterior: Sólo una memoria justa, bien purificada, puede convertirse en principio de esperanza. Eso quería y eso quiero ya para ese lugar que debería llamarse Valle de la Memoria y la Esperanza.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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