Antonio Aradillas

Mitras en la Mezquita

"Por favor, don Demetrio, no pierda usted la calma"

Mitras en la Mezquita
Antonio Aradillas

Que el arcángel san Rafael, custodio de la ínclita ciudad cordobesa, en cuya festividad usted pronunció sus exaltadas y soberbiosas palabras, nos ayude a resolver estos y otros graves problemas con denominación de origen andaluz

(Antonio Aradillas).- «Los que crean que la mezquita de Córdoba no es de la Iglesia, que vayan a los Tribunales…»

Lo primero que salta a la vista es que tal cita ni es, ni está en los santos evangelios. Ni es, ni puede ser, de ninguno de los representantes legítimos de la ascética y de la mística cristiana. Además de no pertenecer tampoco a ningún prócer de la gramática española -Nebrija o El Brocense», Berceo el Arcipreste de Hita-, los clásicos, y menos si estos fueron curas o frailes, no hubieran empleado, por ejemplo, «los que»», por «quienes», dado que este último término hace referencia más respetuosa a las personas que a las cosas…

«Ser» de la Iglesia, o de cualquier persona o entidad, entraña y expresa una posesión- «tener uno en su poder, dominio o mando, una cosa»-, concepto difícilmente homologable con la doctrina cristiana, sobre todo en su estricta e inexcusable relación con la Iglesia.

Pero, ¿qué es eso de Iglesia, cuando convertida en entidad, es objeto y sujeto de propiedad, o propiedades, sean templos, ermitas, catedrales, «lugares sagrados» o no tanto, casas, palacios, colegios, cementerios, patios de recreo o parques, y tantos otros muebles e inmuebles, inmatriculados o sin inmatricular todavía…? ¿Acaso no somos todos Iglesia? ¿Lo son en exclusiva los párrocos, los obispos, los canónigos, los cabildos, las hermandades, las Congregaciones y Órdenes Religiosas o para religiosas, las cofradías, fundaciones y otras entidades? ¿Acaso, y por encima de todo, no es el pueblo-pueblo, y más los pobres, quienes son, significan sacramentalmente y responden a la idea teológica de Iglesia, quien por los cauces legítimos se convirtiera, ejeciera y encarnara, con los correspondientes derechos, deberes y limitaciones, con la concepción que de ella -la Iglesia- tiene el evangelio, cada día más certera y crecientemente interpretada por el papa Francisco?

Y, sin más preámbulos y disquisiciones, desvelo, por fin, el misterio de la paternidad de las palabras «los que crean que la mezquita de Córdoba no es de la Iglesia, que vayan a los Tribunales», asegurando que el autor de las mismas no es otro que don Demetrio, actual obispo de Córdoba, seguramente que a instancias de ciertos católicos, todos ellos convencidos de contar con autoridad suficiente como para enjuiciar los hechos, emitir su opinión y, a su tiempo, actuar, o haber actuado, en la dirección oportuna, por mucha legalidad que aparente tener.

Los términos «los que», «poseer», «Iglesia», «ir a los Tribunales» -con letras mayúsculas-, no son debidamente cristianos, ni resistirán un serio análisis eclesial, diferente de que se haga a la luz del Código de Derecho Canónico, necesitado con urgencia de reforma, evangelización y religiosidad. Con mitra o sin mitra, predicadas así estas palabras de reivindicación para la Iglesia de la referida mezquita cordobesa, la solución jamás estará en las interpretaciones, puntillas y puñeterías de los servidores de los Tribunales en sus diversas secciones e instancias. Aún más, su solo intento, sorprenderá y escandalizará a no pocos fieles e infieles.

Aunque, pensándolo bien, y en el caso concreto de la citada diócesis y capital andaluza, tal vez por aquello de la Caja de Ahorros diocesana y otras aventuras y negocios curiales, el lenguaje transaccional, mercader y comercial correcto, tenga que ser el usado pontificalmente por su obispo y no por el que se pudiera confundir e identificarse con el del santo evangelio y ni siquiera con el del «supremo negocio de la salvación eterna del alma».

Por favor, don Demetrio, no pierda usted la calma y menos en relación con el «negocio» de la mezquita- catedral. o catedral- mezquita . Los tiempos son los que son y no los que fueron, en los que las «guerra santas», o de religión, por una y otra parte imponían las soluciones a los problemas, que tan solo la buena voluntad, el auténtico sentido religioso, la tolerancia, el amor y la fidelidad a los «Libros Sagrados», podían ser fundamentales para la convivencia feliz y en paz y en gracia de Dios.

No olvide usted, además, que, con los índices de natalidad tan paganamente bajos como los que se registran en España, necesitados bien pronto de que otras personas procedentes de países y religiones distintas, al ritmo que vamos, ni será sensato ni procedente, echar en olvido que la catedral -mezquita, o mezquita catedral cordobesa llegue a estar frecuentada en igualdad de número y de fervor, tanto por cristianos, como por musulmanes. Es -será- cuestión de no demasiado tiempo.

Que el arcángel san Rafael, custodio de la ínclita ciudad cordobesa, en cuya festividad usted pronunció sus exaltadas y soberbiosas palabras, nos ayude a resolver estos y otros graves problemas con denominación de origen andaluz, sin necesidad de tener que arrebatarle la espada al colega, el también arcángel san Miguel, sino con la fuerza de su reconocido protectorado para todos los pobres necesitados del mundo y de sus religiones.

Los Tribunales- con letras mayúsculas-, al igual que las inmatriculaciones, también se compran y se venden. Casi todo en la vida, desdichadamente, se compra y se vende, dependiendo de los postores o licitadores, si estos son mejores o peores, es decir, si son «buenos» o «malos». De estas «operaciones», saben mucho los banqueros y sus allegados, «en el nombre de Dios» o en el del demonio.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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