Antonio Aradillas

Obispos catalanistas

"Pudieron, y debieron, haber denunciado a su debido tiempo tantas y tan caudalosas corrupciones"

Obispos catalanistas
Antonio Aradillas

¿No será que en la Iglesia, en este caso la tarraconense, los conceptos y vivencias de "Iglesia" y de "obispo" se jubilaron por constitución 'religiosa', convertidos en otras tantas fantasías y sublimaciones idealistas y símbolos 'patrios'?

(Antonio Aradillas).- Tengo la seguridad de que todos y cada uno de los miembros de la Conferencia Episcopal Tarraconense, saben competentemente que el término «obispo» procede del griego, y que significa «protector» y «vigilante», además de que la Biblia le confiere el nombre de «obispo» a Cristo Jesús como «pastor y guardián de vuestras almas».

Los teólogos completan la definición a «todo aquel que tiene la propiedad, el ministerio o cargo querido y fundado por Cristo en su Iglesia y que rigen una Iglesia local, su diócesis, como representativa de la Iglesia total, en comunión con el papa», es decir, con la sede episcopal de Pedro».

Equipado con definiciones tan elementales -esenciales- en el organigrama y misión de la Iglesia, y ante el panorama que hoy se les presenta, con mayores o menores merecimientos humanos y divinos, son muchos los cristianos tarraconenses, españoles y católicos, es decir, universales, además de «apostólicos y romanos», a quienes se les plantean multitud de cuestiones, con predilecta mención para los de orden estrictamente religioso, y al margen de las procedentes de politiquerías eclesiásticas y de los cánones del Derecho Canónico.

¿No habrán contribuido, y contribuirán, los obispos tarraconenses a fomentar de alguna manera, las actitudes y actividades, sentimientos, resentimientos y sentimentalismos independentistas, que definen a la sociedad catalana en la actualidad? Tanto dentro como fuera de este territorio constitucionalmente español, no son pocos los convencidos de que la influencia de adoctrinamientos y silencios eclesiásticos, revestidos de atuendos episcopales «santifican» los procedimientos seguidos, con los consiguientes riesgos de desatar batallas y guerras «religiosas». Al amparo de advocaciones de Vírgenes, santos y santas «nacionales» -nacionalistas- han sido dictadas determinadas proclamas, cuyas armas las carga indefectiblemente el mismo demonio.

Los miembros de la referida Conferencia Episcopal pudieron, y debieron, haber denunciado a su debido tiempo tantas y tan caudalosas corrupciones de tipo político, económico, familiar y clientelar, como se registraron y registran en sus demarcaciones diocesanas, hoy avaladas por documentos y argumentos judiciales. En sus homilías o declaraciones coyunturalmente religiosas, o clausúrales, jamás apareció la más leve referencia a las mismas.

El desprecio a leyes tan fundamentales como las que rigen la convivencia entre los individuos y los pueblos, del que hacen gala personal e institucionalmente los «católicos, apostólicos y romanos» dirigentes de los colectivos catalanes, es antirreligioso por todos sus costados, además de inestabilizador, con insistentes llamadas, por ahora, verbales, a la beligerancia.

Otra vez, y cada día con presentimientos más firmes, sugiero que obispos, arzobispos, párrocos, religiosos y monjes preparen los textos de las homilías que acompañarían, como Dios no lo remedie, los funerales de quienes, de una u otra parte, perdieron la vida en el «altar de ideales patrios», o simplemente partidistas.

Obispos, arzobispos, primados, curas, frailes y freiles «guerreros», siempre hubo y hay en la Iglesia. Es una actitud, avalada y ejercida sistemáticamente, y para su desgracia, «en el nombre de Dios». Las mitras, los báculos y los paramentos litúrgicos, y más los pontificales, escoltaron frecuentemente la llamada «defensa de la fe», sin ahorrarse justificaciones de cruzadas, o fórmulas similares.

¿No será que en la Iglesia, en este caso la tarraconense, los conceptos y vivencias de «Iglesia» y de «obispo» se jubilaron por constitución «religiosa», convertidos en otras tantas fantasías y sublimaciones idealistas y símbolos «patrios», al margen de los verdaderos intereses del pueblo- pueblo? Además de a los cuestionarios independentistas, ¿a qué otros les prestan la debida atención, sus representantes políticos y quienes son sus adoctrinadores, con sus pastorales y homilías, o con la logística de sus silencios estratégicos?.

Por demás, resulta explicable, que precisamente en Gerona, su obispo, en la homilía de la santa misa celebrada en honor de san Narciso, patrono de la ciudad, no desaprovechara tan «misericordiosa» ocasión celestial, para recordar de modo intensamente eclesiástico, «a los que están privados de libertad o lejos del país, debido al procés». En contexto tan religioso no dejó el obispo, en su calidad de presidente de la comunidad eclesial -que se supone ejerce tal función y ministerio también a favor del cincuenta por ciento de los no independentistas-, de «pedirle a Dios les conceda un país más libre y más justo,» apelando «al coraje y a no tener miedo»

Terminar esta oración de petición, con un participativo, pero simple y ritual, AMÉN, a muchos les hubiera parecido una blasfemia.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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