Frente al viejo poder masculino desligado del amor por su machismo militarista, la propuesta feminista debe pretender integrar el amor tabuizado patriarcalmente en el escenario mundial del poder político a escala global
(Andrés Ortíz-Osés).- Eros está siempre en todo,
y el poder lo atraviesa todo
(Carl G.Jung)
El amor es la potencia que une y reúne afectivamente en torno a la realidad, mientras que el poder es el poderío o dominio efectivo sobre la realidad. El amor surge de abajo arriba horizontalmente, por su parte el poder resurge de arriba abajo verticalmente. En la psicología de Carl, G. Jung, el amor obtiene una connotación cuasi femenina como animado, frente al poder que tiene una connotación cuasi masculina como animoso. Pero tanto el amor como el poder son omnipresentes en el mundo humano, pues si aquel está siempre detrás de todo, este está siempre delante de todo.
Ahora bien, el amor y el poder deberían poder correlacionarse, coimplicando así afectividad y efectividad, sentimiento e intelecto, hondura del alma y altura de visión. Es verdad que ambos, el amor y el poder, comparecen separados y adversarios por nuestra incuria, pero se trataría de ajuntar o ayuntar lo horizontal y lo vertical, la cohesión del amor y la coherencia del poder. En efecto, un amor sin poder es impotente, y un poder sin amor es prepotente.
Frente a la vieja separación entre el amor y el poder, cabría pues dar poder al amor y otorgar amor al poder. Podríamos entonces hablar de politizar el amor y amorizar el poder respectivamente, una doble tarea de gran actualidad, dada la presente coyuntura de un poder político desamoroso y de unos amores despolitizados. El poder político resulta hoy un tanto odioso por cuanto ideológico e imponente, mientras que el amor resulta hoy un tanto ocioso por cuanto despolitizado e impotente. Pero lo que aparece como oposición entre el amor y el poder, puede asumirse como aposición complementaria.
Entre el amor y el poder hay la complementaridad que coexiste entre el implícito poder del amor y el implícito amor al poder, una ecuación que hay que explicitar. Pues no se trata de separar lo hondo y lo alto, lo profundo y lo elevado, lo amoroso y lo poderoso. Su mutua escisión es nuestra propia escisión o esquizofrenia humana, su mutua cerrazón es nuestra encerrona interhumana. Hay que abrir el poder al amor y el amor al poder, lo cual no es una mera cuestión teórica sino práctica, como lo nuestra el movimiento feminista a su modo y manera.
El feminismo contemporáneo está accediendo al poder a través de la mujer como portadora de una potencia amorosa que ya no se resigna a ser privada, sino que se presenta pública o políticamente. Frente al viejo poder masculino desligado del amor por su machismo militarista, la propuesta feminista debe pretender integrar el amor tabuizado patriarcalmente en el escenario mundial del poder político a escala global. Asitiríamos entonces a la globalización de un poder más amoroso y no tan belicoso, así como a un amor más poderoso y no arrinconado o privatizado, como en los viejos tiempos antifemeninos.
Así que un amor más femenino tendría por objeto político depotenciar el poder patriarcal, al tiempo que un poder más feminista tendría por objeto político potenciar el amor interhumano, frente al intento de socavarlo, soliviantarlo, reprimirlo o ridiculizarlo como cosa de féminas o mujeres. Y es que el amor necesita todo el poder o poderío del mundo, mientras que el poder precisa de todo el amor de la mujer y el hombre para convertirlo en humano. Pues el amor sin poder es impotente, pero el poder sin amor es prepotente.
VIVENCIAS Y CONVIVENCIAS
AFORÍSTICA 179
El Papa Francisco estaría en la línea de la casuística jesuita benévola frente al rigorismo de Port-Royal y los jansenistas: pero en realidad representa el personalismo cristiano frente al impersonalismo pagano.
La justicia justiciera sería del Estado patriarcal: la gracia y la misericordia sería de la Iglesia matriarcal.
La misericordia es matricial: en hebreo mienta la entraña materna (rajamim).
Hay quien ve en el otro un otraje: un ultraje para uno mismo.
La filosofía proyecta un sentido simbólico de la existencia: la religión postula un sentido real de la existencia.
Según Platón, lo bueno (inmanente) participa del bien (trascendente).
La vida es como el amor de un extraño: extrañeza.
El tiempo se atempera y deviene espacio: el espacio se espacia y deviene tiempo.
La existencia es una intrigante aventura que acaba en desventura: un final abierto en canal.
Se conjuga con la vejez el deseo de la muerte: una conjugación perifrástica.
Schopenhauer rechaza el suicidio: porque sería una final autoafirmación egoica y vital (paradójicamente).
La melancolía antológica que provoca la vida: la tristeza ontológica que provoca la muerte.
Caravaggio y su pintura «El triunfo del amor»: tumefacto.
Cauando no entendemos nos desentendemos: cuando entendemos atendemos.
Uno puede asumir un fuerte rigorismo para sí: pero sin imponerlo a los demás.
La filosofía trata de conferir lo que la realidad difiere: sentido.
La hermandad como fratría o fratería.
La frontera es la implicación: el límite ilimitado.
Despodificar el poder: podarlo críticamente.
Por la deliberación democrática a la liberación interpersonal.
Aristóteles preconiza la amistad política: filía politikè.-Julia Kristeva critica la «enfermedad de ideal» en cierta juventud: el idealismo ligado al vacío y aliado con el nihilismo.
El romanticismo barroco de Vivaldi, el sacerdote-orquesta: en sus conciertos de «La extravagancia» armoniza la tierra y el aire, el agua y el fuego cromáticamente.
El viaje como herida simbólica: en la propia identidad zaherida.
El mercado global: la realidad mercantilizada.
Nuestra cultura virtual evita la realidad dura del ente, pero levita en el vacío-nada del ser flotante.
La aristocracia de la persona.
En la coexistencia necesitamos: longanimidad.
Si la vida tuviera mucho sentido, la muerte sería insoportable.
El pastor del águila (P.Gargallo): Ganímedes acosado por Zeus arriba y por un cervatillo abajo.
Sabe más quien sabe que no sabe.
En nuestra sociedad del rendimiento uno acaba rendido.
Amar es ser capaz de no ser capaz (B.C.Han).
Amar es potencia impotente y, por tanto, abierta: rajada.
El origen cristiano del simbolismo: la realidad está creada y encarnada por un sentido latente que la traspasa significativamente.
El Papa Francisco contra los clérigos «controladores de la gracia».
La trascendencia cristiana se basa en el sepulcro vacío de Cristo: el vacío como fundamento de la fe cristiana.
Por un optimismo trágico: trágico porque morimos, y optimismo porque también morimos.
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