"Todo se acelera, hasta el punto de perder los escrúpulos", sostiene

El cardenal Omella denuncia el «gran silencio» existente sobre la explotación sexual

"La prostitución y el turismo sexual son el segundo negocio del mundo por el dinero que mueve"

El cardenal Omella denuncia el "gran silencio" existente sobre la explotación sexual
Francisco denunció el crimen de la trata Vatican News

Es necesario que, en la medida que podamos, no seamos cómplices de este silencio. Hagamos que las víctimas de cualquier tipo de explotación no vivan más en la oscuridad. Démosles luz y esperanza

(Juan José Omella, cardenal arzobispo de Barcelona).- Vivimos en un mundo globalizado, donde todo se mueve a gran velocidad: las personas, las mercancías, las noticias… Todo se acelera, también el anhelo de ganar dinero a costa de lo que sea, hasta el punto de perder los escrúpulos y considerar a las personas una mera mercancía. Tenemos muchos ejemplos extremos de esta falta de estima y sensibilidad hacia el ser humano. La explotación y el tráfico de personas es un ejemplo y una triste realidad, que a veces no queremos ver.

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen Organizado, existen diversas formas de explotación humana que vulneran los derechos fundamentales de las personas: la mendicidad, los matrimonios forzados o fraudulentos, el tráfico de órganos…; pero la explotación sexual, conjuntamente con la explotación laboral, es la más extendida.

La prostitución y el turismo sexual son el segundo negocio del mundo por el dinero que mueve, después del tráfico de drogas, según la Oficina de las Naciones Unidas. El mercadeo con seres humanos es una actividad económica ilegal, que a menudo observamos desde la distancia, aunque la tenemos muy cerca. Tristemente hay un gran silencio sobre este gran drama que afecta directamente a muchas personas, pero que, en realidad, también afecta a toda la sociedad.

 

 

 

 

La explotación sexual es difícil de identificar porque estamos hablando de personas, la mayoría mujeres, que han sido captadas y forzadas a ejercer la prostitución bajo amenazas, el uso de la fuerza u otras formas de coacción que ponen en peligro la propia vida o la de sus familiares. Por ello, a las víctimas les resulta muy difícil expresar y explicar la situación que padecen. Se calcula que en la ciudad de Barcelona el 90% de las mujeres que ejercen la prostitución son inmigrantes, la mayoría víctimas potenciales del tráfico de seres humanos. Muchas de ellas malviven por las calles, carreteras y pisos de toda la ciudad, donde se hace aún más difícil el acceso y la detección de explotación.

A pesar de esta cruda realidad, quiero destacar y agradecer la gran labor que realizan, de manera discreta y tenaz, entidades de Iglesia especializadas en atender a estos colectivos, como es el caso de la congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor y las Hermanas Adoratrices. Hace unos treinta años que estas instituciones atienden a mujeres que viven en contextos de prostitución y/o que son víctimas de trata con fines de explotación sexual.

No es una misión sencilla, pero trabajan por la construcción de espacios de acogida, de protección y de promoción humana que favorezcan la autonomía, la libertad, la realización personal y la integración a nivel social y laboral de estas hermanas nuestras. Trabajan también en la transformación de las estructuras sociales que generan exclusión, injusticia, estigmatización y explotación, realizando acciones de denuncia y de sensibilización sobre su situación.

Queridos hermanos y hermanas, es necesario que esta realidad silenciada nos sacuda y conmueva. Es necesario que, en la medida que podamos, no seamos cómplices de este silencio. Hagamos que las víctimas de cualquier tipo de explotación no vivan más en la oscuridad. Démosles luz y esperanza.

† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona

 


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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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