El teólogo Pikaza despide a Fernando Sebastián, "uno de los hombres más importantes de la Iglesia"

«Tú, Xabier, mantén siempre con lealtad aquello en lo que piensas»

"Tenía ideas claras, ideas propias, era un hombre independiente, y defendía su independencia con fuerza"

"Tú, Xabier, mantén siempre con lealtad aquello en lo que piensas"
Fernando Sebastián, en la Upsa

Era un hombre muy valioso, estoy seguro. Podía haber sido el protagonista de la actualización del episcopado español, pero no pudo ser, allí estaba Antonio Rouco. Y lo siento por la iglesia española

(Xabier Pikaza).- Había sido sido uno de los hombres más importantes de la Iglesia española en los últimos tiempos. Fue profesor y rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, obispo y secretario de la Conferencia Episcopal Española, y finalmente cardenal, cuando estaba ya jubilado y retirado.

Los datos externos de su vida pueden encontrarse en cualquier buscador. Aquí me limito a recordarle con respeto, insistiendo en algunos detalles de su vida de los que puedo dar un testimonio personal, pues fuimos por un tiempo compañeros y colegas.

Cuando llegué a Salamanca el 1972 él estaba allí, era el Rector de la Pontificia, el hombre de Iglesia de mayor autoridad «natural» que he conocido, ante los alumnos, con los colegas. No «tenía» autoridad, la era, de manera que a su lado los demás profesores de teología quedaban como en la sombra.

No quiero decir que fuera perfecto, nada de eso. Sólo que irradiaba un tipo de seguridad que se imponía por sí misma... Ciertamente, tenía defectos y «prontos», dejó marchar a profesores que podían haber sido fundamentales para la nueva Iglesia que empezaba en España. Pero en principio se hacía respetar, era respetable y así le queríamos.

 

 

 

 

No era intelectual, pero era inteligente, y sabía decir y convencer… y los alumnos salían transformados de sus clases de antropología cristiana. Era religioso, de la Congregación de los claretianos de la provincia de Aragón (natural de Calatayud).

No había cursado grandes y largos estudios, pero los había cursado bien, en filosofía contemporánea, en teología fundamental y pastoral de los sacramentos , doctorándose en teología en el Angelicum de Roma, con una tesis titulada Maternitatis divinae diversa ratio apud Didacum Alvarez et Franciscum Suarez. Del 1961 al 1971 fue profesor en los teologados claretianos de Salamanca y Roma.

Desde el 1967 al 1979 fue profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca, quizá el más significativo de los «reformadores» de la Facultad de Teología y de la Universidad, tras la crisis y ruptura (¿expulsión?) de los profesores anterior, más «tradicionales», de los que se decía que no habían entrado en el Concilio Vaticano II. Fue decano de la facultad teología (desde el 1970) y rector desde el 1971, hasta su nombramiento como obispo (1979).

Allí le encontré cuando llegué, según he dicho, como profesor el año 1972. Era un hombre de gran autoridad, ante los alumnos y ante la autoridades, y tuvo como vice-rector a Antonio María Rouco, que permaneció siempre a su sombra, que parecía a su lado un hombre sin su carisma ni su autoridad (al menos en lo externo).

Era un hombre de Tarancón y del Papa Montini, en la línea del Concilio Vaticano II, pero Tarancón quedó marginado, Montini murió y con el papado de Juan Pablo II las cosas cambiaron, y aunque fue nombrado obispo, como último de los «montinianos» (el año 1979, así me lo dijo en conversación particular Mons. Dadaglio), llegó tarde al episcopado, no pudo ocupar los puestos centrales de la nueva cúpula eclesial española, presidida primero por Suquía y luego por Rouco.

 

 

Conmigo fue siempre digno, y así me defendió por ejemplo el año 1978, ante las acusaciones que me dirigieron desde Chile (para que no impartiera un curso en la U. Católica). También me acompañó y me defendió Mons. Tarancón, cuando me acusaban de ciertas herejías… Y de esa forma me siguió apoyando cuando, siendo ya obispo, en torno al año 1983, ante la intromisión de otros obispos (que querían impedir toda discrepancia teológica y eclesial) compartiendo un café en el bar de la Pontificia, me dijo unas palabras que siempre he recordado como su «testamento»: Tú, Xabier, mantén siempre con lealtad aquello en lo que piensas, que así harás un servicio a la iglesia.

Le habían nombrado obispo de León, era Secretario y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (y fue luego, desde 1993 hasta el 2007 arzobispo de Pamplona…), pero siempre fue mirado con mucha prevención por las autoridades de Roma (desde el nombramiento de Juan Pablo II como Papa), por su postura libre y crítica frente a un tipo de involución eclesial autoritaria que se iba extendiendo por la cúpula de la Iglesia española.

No es que fuera partidario de un tipo de «izquierda eclesial», como algunos han dicho (¡nada de eso!), pero tenía ideas claras, ideas propias, era un hombre independiente, y defendía su independencia con fuerza, sin inclinarse ante nadie. Por eso no le hicieron obispo de Madrid, ni cardenal (hasta hace ya muy poco, cuando estaba retirado, concediéndole un cardenalato de honor y de reparación).

Dos anécdotas personales

No, no era nada extremoso en ideas de iglesia y de política, sino casi todo lo contrario. Yo le llamaría de la «derecha cristiana», por talante y por opción. Pero era libre, y libremente se ha podido hablar con él, a pesar de su autoritarismo, y así fue ninguneado por muchos, que no querían hombres libres ni en la Iglesia ni en la sociedad. No puedo contar anécdotas ajenas, contaré dos mías.

La primera cuando estaba con mi madre en Aralar, un verano de aquello (quizá el 97)… cuando llegó la Fiesta de la Cruz (¿3 de septiembre?) y él vino a celebrar la misa y presidir la fiesta de los devotos de la Cruz del Ángel de la Montaña. Predicó en recio euskera y se sentó a comer con una cofradía… y al vernos vino, le dio un beso a mi madre y nos invitó a su lado… Sabía bien los problemas que yo tenía con un tipo de «administración» de la Iglesia, pero les quitó toda importante ante te mi madre, diciéndole que podía y debía estar orgullosa de la labor teológica que yo hacía en la Iglesia, que era muy importante y que siguiera, con libertad y amor.

 

 

 

 

 

El año siguiente (o a los dos años)… me invitaron las religiosas de un colegio mayor de Pamplona a dirigir unas charlas… y les dije (quizá con malicia) que le pidieran «permiso» a Don Fernando… y don Fernando les dijo que «no era conveniente», y así no pude ir a conversar sobre la fe con estudiantes de la Universidad de Pamplona. Pero al cabo de dos o tres semanas me invitaron los curas de un grupo más bien «contestatario» de Pamplona (los nombres son fáciles de encontrar en cualquier buscador…). Fernando, al enterarse cogió el teléfono y me dijo «Xabier, te prohíbo que vengas…», así, sin más preámbulos. Yo le contesté, también sin preámbulos, prohíbeselo a ellos, si puedes y te atreves… Supongo que no les tratarás como las monjas…

No me dijo nada, simplemente callo… y al cabo de un silencio me dijo: «Las cosas son complicadas, Xabier»… No me lo tomes a mal. Evidentemente, fui a dar la conferencia con el grupo de los curas de Pamplona que no eran de su cuerda. Fernando había nacido para ganador, pero apreandió también perder… y lo sentí por él. Y siento que a las monjas les pudiera prohibir algo que no pudo hacer con sus curas. Él también lo sintió. Después no le he visto. Creo que era un hombre muy valioso, estoy seguro. Podía haber sido el protagonista de la actualización del episcopado español, pero no pudo ser, allí estaba Antonio Rouco. Y lo siento por la iglesia española.

Era un hombre creyente

A veces no lo parecía, pero tenía una fe recia…, una visión fuerte del dios que perdona y que ama.

Quiero recordar en esta línea una anécdota que me ha impactado mucho, durante mucho tiempo. Él era rector del teologado claretiano de Salamanca, y, como a veces sucede, uno de los estudiantes de su casa (joven claretiano) se suicidó una noche, por temas vinculados a la complejidad sexual de la vida.

Algo habíamos presentido varios profesores… pero no habíamos dicho nada, hasta que, cuando nos enteramos de que que se había suicidado, nos revolvimos por dentro, protestando ante Dios y ante un tipo de educación clerical.

 

 

 

 

La misa por el difunto fue en la pequeña capilla del teologado, en la calle Bordadores, en intimidad total, alumnos, profesores, amigos… Se escuchaba el silencio ante la fatalidad de una muerte que podía haberse evitado… Pero se levantó del altar Fernando, y habló de tal forma de la complejidad de la vida, del dolor de ciertas actitudes y faltas de presencia… y sobre todo del misterio sobrecogedor y amoroso de Dios … que siento todavía las lágrimas en los ojos.

Gracias Fernando, por aquella homilia, la mejor de todas las que has hecho, tú que has escrito algunas de las homilías más importante de vida eclesial y política de España en la segunda mitad del siglo XX, especialmente para el Cardenal Tarancón, que confiaba en ti, y que sufrió como tú ante el cambio de la cúpula eclesial española.

Ruego por tí, Fernando, y quiero recordarte con cariño, ante el Dios de la vida y de la muerte que se transforma en Vida. Adiós, hasta luego.

 

 

 

 

Nota final.

Sebastián ha intervenido poderosamente en el proceso de transición de la Iglesia española, tras la caída de la dictadura y el fin del Estado confesional católico (desde el 1975). Ha defendido una presencia eclesial fuerte, aunque desligada del poder social; tras la separación Iglesia-Estado, que él propugnó en su tiempo, en línea liberal, ha buscado una fuerte afirmación moral y religiosa de la Iglesia en la sociedad.

Su obra teológica fundamental fue: Antropología y teología de la fe cristiana (Salamanca 1973), una obra novedosa y abierta al diálogo social y cultural, que marcó la experiencia teológica y social de muchos españoles. Cf. también: La conciencia cristiana ante el terrorismo de ETA (Madrid 2002); Hablemos de la familia: cartas desde la fe (Pamplona 2001); Escritos sobre la fe, la iglesia y el hombre (Madrid 1996); Nueva evangelización: fe, cultura y política en la España de hoy (Madrid 1991); Iglesia y enseñanza (con O. González de Cardedal, Madrid 1997).

(nota tomada en gran parte del Diccionario de Pensadores Cristianos, Verbo divino 2010).

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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