Antonio Aradillas

El celibato y el papa Francisco

"¿Qué añade el celibato a la 'disponibilidad por el Reino de Dios' que se les supone y exige a quienes se comprometen con él?"

El celibato y el papa Francisco
Antonio Aradillas

¿Cómo y con qué argumentos descalificar a teólogos y biblistas, convencidos de la inocuidad e inconsistencia de las citas bíblicas, ascéticas y místicas sobre las que tradicionalmente se asienta la doctrina casi dogmática del celibato sacerdotal?

(Antonio Aradillas, sacerdote y periodista).- Con sorprendente contundencia semi-sinaítica, aunque siempre a título personal, acaba de asestarle otra vez el papa Francisco al clero católico su negativa al celibato opcional. Precisamente la circunstancia de haber formulado tal aseveración a unos 37.OOO pies de altura, en su vuelo juvenil latinoamericano, en respuesta a preguntas de «indiscretos» periodistas, me permito la humilde licencia de recopilar las siguientes reflexiones:

Por diversidad de circunstancias, entre unas cosas y otras, los términos «sexualidad» e «Iglesia», se matrimoniaron a perpetuidad y, con toda clase de aderezos y aditamentos, se confundieron y confunden entre sí, dándose la impresión de que su coyunda -de «uncir»- sacramental, es lo único, o lo más importante, de la Religión Cristiana.

Cualquier dato o detalle que pueda ser aprovechado a favor de esta tesis, es posible que les resulte desedificante a muchos, aunque a otros les sirva para reafirmarse en sus conservadurismos.

Por considerable que sea la benevolencia de la mayoría de los componentes del pueblo de Dios y de su periferia, así como notables y autorizados los adoctrinamientos de que «pedofilia» y «celibato» no tienen por qué relacionarse intrínsecamente, opinión generalizada es la de que los dos conceptos se implican, entrañan, y hasta se identifican. Tal convencimiento, por espurio, falaz y adulterado que sea, pudiera, o debiera, ser razón disuasoria para evitar su más lejana correlación.

En el marco del ministerio sacerdotal y en sintonía con el verdadero sentir del pueblo de Dios y de los propios sacerdotes, -sobre todo los no ejercientes en las esferas burocráticas, carreristas y jerárquicas-, los problemas no son exactamente los relativos a su celibato.

De entre ellos, y gracias sean dadas a Dios, por los avances teológicos desvelados en las facultades universitarias, como fieles respuestas doctrinales a las demandas de los tiempos postconciliares, son de este orden: qué es de verdad y en qué consiste eclesial y pastoralmente el celibato; qué le añade este a la «disponibilidad por el Reino de Dios» que se les supone y exige a quienes se comprometen con él; cuantas y de qué carácter, pastoral, o no tanto, son las demandas religiosas que se suscitan en la clase sacerdotal y el resto de la grey católica, apostólica y romana; se sentirán menos, o nada, sacerdotes y obispos, los clérigos de las Iglesias no celibatarias; ayudará al desarrollo del ecumenismo la inexistencia de tal condición canónica y disciplinaria…

La temática es, por supuesto, mucho más amplia y, asomándonos a la historia eclesiástica, por los balcones y los ventanales de los documentos, son muchos y muy autorizados los expertos que se formulan, entre otras, estas preguntas: ¿Cuantos sacerdotes, obispos, arzobispos, cardenales y papas se comportaron y fueron de verdad fieles con el compromiso integral celibatario?.

Despojados de hipocresías, y de «dobles» o «triples» vidas sacerdotales y aún pontificias, ¿qué refieren los archivos vaticanos, diocesanos y también los monásticos? ¿Carecen de consistencia los argumentos tan serios y documentados que aportan acerca de las «vidas y milagros», más o menos íntimos, de celibatarios, algunos de ellos «elevados al honor de los altares»?

¿Cómo y con qué argumentos descalificar a teólogos y biblistas, convencidos de la inocuidad e inconsistencia de las citas bíblicas, ascéticas y místicas sobre las que tradicionalmente se asienta la doctrina casi dogmática del celibato sacerdotal? ¿Qué medidas se toman ya, en vísperas de la desaparición de los seminarios y noviciados, aunque tal situación tan dramática no tenga por qué relacionarse en exclusiva con el voto de castidad, sino con otras razones o sinrazones sociológicas y religiosas?

¡Papa Francisco, con tantos, tan escandalosos y asombrosos problemas como hoy se registran en la Iglesia, precisamente en estas esferas de las sexualerías, con formas y fórmulas algunas de ellas ciertamente satánicas,-pecados y delitos- , muchos le sugerimos que se deje de «celibaterías» y le preste toda su atención y alguna más, a los pederastas y abusadores, curas, obispos y cardenales, cuyos nombres, apellidos, dicasterios y prelaturas conoce usted personalmente y sobre los que comenzó a actuar ya, con audacia, libertad y santo evangelio¡ No eche en olvido, no obstante, que de tan triste y dramática historia eclesiástica, apenas si nuestros seglares conocen todavía un puñado de capítulos…

El soberano don de la democracia, la santa libertad de prensa, la superación de absurdos y cobardes «respetos» piadosos, la feliz mayoría de edad lograda por algunos y algunas dentro de la Iglesia, el «hasta aquí hemos llegado», «caiga quien caiga» y «la ley, y más la de Dios, es igual para todos», junto con el abandono de supercherías clericaloides, abonan el terreno a favor de que los vientos- El Espíritu- favorezcan la singladura de la Iglesia hacia la Casa del Padre.

Calificar de «gran tema» el del celibato de los sacerdotes hoy en la Iglesia, tal y como proclama el titular «L´Obsservatore Romano» -«Unicuique suum» y «Non praevalebunt»-, con todo respeto para su director, me parece una fruslería.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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