Enrique Vega-Dávila

Pensar en voz alta sobre el Documento firmado por Francisco

"El terrorismo machista es una herramienta cultural que no está suficientemente condenada"

Pensar en voz alta sobre el Documento firmado por Francisco
Enrique de la Vega-Dávila

No podemos apartarnos la responsabilidad de que la religión incita al odio. Si bien es cierto que no fomentan el odio abiertamente, sí lo han permitido a través de los siglos

(Enrique Vega-Dávila).- El Papa Francisco, como líder de la Iglesia Católica, ha firmado junto a Ahmed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar, un acuerdo sobre la Fraternidad humana por la Paz y la convivencia mundial.

La visita de Francisco es un punto de flexión que demanda del cristianismo y del islam una acción inmediata en contra de la violencia que ha sido institucionalizada de diferentes formas. Este es un esfuerzo que, dada la situación global, se presenta como urgencia. Quisiera compartir algunas impresiones en torno al texto firmado:

Para el diálogo como tan solo es necesario ser buenas personas, la experiencia interreligiosa requiere mayor reflexión ya que no se trata solo de encontrarse sino de ir más allá del diálogo mismo y replantear las concepciones de Dios que han transmitido a través de su existencia histórica y, por otra parte, fortalecer vínculos con temáticas concretas que favorezcan el bien de la humanidad y de todo lo creado.

En ese sentido, el diálogo no solo puede darse solamente con las religiones abrámicas, sino que es una invitación a reconocer la importancia de otras experiencias religiosas como el animismo o las religiones de los pueblos aborígenes.

Se comprende el diálogo con la experiencia religiosa del islam dada su presencia en el mundo, pero hemos de pensar cada vez más una teología de la pluralidad religiosa que nos ayude a replantear algunas de nuestras posiciones e hilar fino para quedarnos con «lo esencial».

En ese sentido, urge cada vez más la necesidad de «ir más atrás» como un rico signo de apertura que busca entrar en contacto «con lo santo y bueno» que poseen las otras experiencias religiosas.

Esto implica, que la confesionalidad y sus expresiones propias se vean postergadas en pro del diálogo, no porque -en el caso cristiano- estemos negando lo trinitario o la divinidad de Jesús, sino, más bien, porque hay una por búsqueda de elementos en común.

Esto se manifiesta en el nombramiento de Dios sin más, sabiendo que cada religión tiene formas propias que son relativizadas en pro del encuentro. Esto es justamente lo que significa ir «más atrás»: encontrar categorías que sin negar lo nuestro puedan expresar con sensibilidad lo que las otras experiencias religiosas quieren transmitir.

 

 

La condena al terrorismo religioso y a otras formas de violencia era más que esperado en un documento de esta envergadura; no obstante, al referirse al tema de las mujeres:

«Es una necesidad indispensable reconocer el derecho de las mujeres a la educación, al trabajo y al ejercicio de sus derechos políticos. Además, se debe trabajar para liberarla de presiones históricas y sociales contrarias a los principios de la propia fe y dignidad.

También es necesario protegerla de la explotación sexual y tratarla como una mercancía o un medio de placer o ganancia económica. Por esta razón, deben detenerse todas las prácticas inhumanas y las costumbres vulgares que humillan la dignidad de las mujeres y trabajar para cambiar las leyes que impiden a las mujeres disfrutar plenamente de sus derechos.»

No deja de poseer un tufillo paternalista que invita a protegerlas, esto sin considerar explícitamente que han de cuidarse de los mismos varones; en ese sentido sigue siendo un llamado urgentísimo a educar a los varones de otro modo para que dejen de ser criminales.

El terrorismo armamentista es una situación clara al momento de oponerse, mas el terrorismo machista es una herramienta cultural que no está suficientemente condenada y, mucho menos, erradicada.

Entiendo totalmente que ambos líderes religiosos rechacen firmemente la expresión de que la religión incita al odio, pero no podemos pecar con cierta ingenuidad al apartarse de la responsabilidad existente en relación a este tema. Si bien es cierto que no fomentan el odio abiertamente, sí lo han permitido a través de los siglos.

No son culpables directamente de violaciones, raptos o diferentes crímenes (que son acciones personales y también de colectividades), pero sí poseen responsabilidad en tanto que no las han suprimido, dadas las muchas posibilidades que han tenido para hacerlo. Es necesario asumir tal responsabilidad en la formación de las sociedades a través de los siglos.

Solo quisiera ratificar lo que mucha gente atea replica: si necesitamos religiones para ser buenas personas, algo está fallando. Quienes somos creyentes debemos sentir alicientes en nuestros credos, no la justificación para vivir la justicia o la bondad. El camino por recorrer es largo…

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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