"Jesús toca al leproso, lo que estaba prohibido por la ley de Moisés, porque significaba ser contagiado también en el espíritu, esto es, hacerse impuro. Pero en este caso, el 'contagio' va de Jesús al leproso, para donarle la purificación
(Jesús Bastante).- Jornada Mundial del Enfermo. El Papa, acompañado por dos jóvenes representantes de la JMJ de Panamá, recuerda especialmente a «los enfermos que, en todas partes del mundo, además de la falta de salud, a menudo sufren soledad y marginación«. Durante el Angelus, en el que Francisco reflexionó sobre el encuentro entre Jesús y el leproso, Bergoglio quiso dejar claro que «ninguna enfermedad es causa de impureza«.
En su reflexión, el Papa presentó a Jesús como «el verdadero médico de los cuerpos y las almas», y recordó cómo la lepra, en tiempos de Cristo, era una patología «considerada una grave impureza, que comportaba la separación del leproso de la comunidad«. Entonces -como en nuestro tiempo ha sucedido con los enfermos de SIDA o ébola-, «hacían sentir al enfermo impuro ante Dios».
Por eso, la petición del leproso a Jesús es ‘Si quieres, puedes purificarme’. «Y Jesús siente compasión», recordó el Papa, quien destacó que «no se entiende la obra de Jesús, no se entiende a Cristo mismo si no se entra en su corazón, lleno de misericordia». Es esto «lo que impulsa a extender la mano al enfermo de lepra y decirle ‘Te quiero, quedas purificado'».
Esa es la actitud de Jesús, la actitud del Evangelio. «Jesús toca al leproso, lo que estaba prohibido por la ley de Moisés, porque significaba ser contagiado también en el espíritu, esto es, hacerse impuro. Pero en este caso, el ‘contagio’ va de Jesús al leproso, para donarle la purificación».
De hecho, añadió Francisco, «más allá de la compasión y la misericordia, admiramos la audacia de Jesús, que se no se preocupa del contagio o las prescripciones, sino que se mueve por la voluntad de liberar a ese hombre de la maldición que le oprime».
«Ninguna enfermedad es causa de impureza», aclaró el Papa. «Ciertamente, la enfermedad involucra a toda la persona, pero de ningún modo impide o prohibe su relación con Dios». Al contrario, «una persona enferma puede estar más unida a Dios». «El pecado sí nos hace impuros: el egoísmo, la soberbia, la corrupción. Estas son enfermedades del corazón, que necesitan ser purificada».
En ese momento, pidió un tiempo de silencio, en el que todos repitieran las palabras del leproso a Jesús: «Si quieres, puedes purificarme». Porque Jesús «puede sanar también nuestras heridas interiores. Con su infinita misericordia, puede darnos la esperanza y la paz del corazón».
En sus saludos después del Angelus, el Papa se hizo acompañar por dos jóvenes para anunciar que se habían abierto las inscripciones para la JMJ de Panamá. «También yo me inscribo, por medio de internet, con estos jóvenes a esta jornada». Y así lo hizo, invitando a todos los jóvenes del mundo a «vivir este evento con fe y entusiasmo».
En sus saludos, Francisco recordó como el 15 de febrero «millones de hombres y mujeres celebran el Año Lunar«. A ellos, y a todos, invitó a «orar por el don d ella paz, tesoro precioso por conseguir, con compasión y valentía».
«Saludo a la comunidad congoleña de Roma, y me uno a su oración por la paz en la República Democrática del Congo«, culminó el Papa. «Recuerdo que esta intención será particularmente presente en la jornada de oración y ayuno que he convocado para el 23 de febrero».
Finalmente, el Papa dirigió su recuerdo a aquellos enfermos que viven su mal en soledad, y sin ayudas. «Que la Santísima Virgen ayude a cada uno a encontrar consuelo en cuerpo y espíritu, gracias a la atención médica adecuada y la caridad fraterna que sabe cómo prestar una atención concreta y de apoyo».