El Papa recuerda a los 'Misioneros de la Misericordia' que "ninguno está excluido" del Evangelio

«Sed sacerdotes normales, humildes y libres para ser movidos por el viento del Espíritu, que sopla donde quiere»

"El Señor muerto y resucitado es la fuerza que crea la comunión en la Iglesia, y a través de ella, en la sociedad"

"Sed sacerdotes normales, humildes y libres para ser movidos por el viento del Espíritu, que sopla donde quiere"

Francisco les pidió que "se muevan en dos direcciones: al servicio de las personas, para que renazcan de lo alto, y al servicio de las comunidades, para que vivan con alegría el mandamiento del amor"

(Jesús Bastante).- Más de medio millar de ‘Misioneros de la Misericordia‘ están en Roma. 27 de ellos, españoles. Dos años después del Jubileo de la Misericordia, estos sacerdotes, que tienen la capacidad de perdonar los pecados reservados al mismísimo Papa, se encontraron con Francisco, quien les pidió «ser sacerdotes normales, simples, humildes, equilibrados», y «libres para ser movidos por el viento del Espíritu» que, recordó, «sopla donde quiere».

«El testimonio y el anuncio de la Buena Noticia tiene que llegar a todos. Ninguno está excluido», recordó el Pontífice a aquellos a quienes eligió personalmente para, en su nombre, llevar la misericordia a todos los rincones del mundo. En una misa en la basílica de San Pedro, Bergoglio les pidió «no hacerse sacerdotes dueños», sino al contrario «dejarse constantemente regenerar por el Espíritu, dóciles a su fuerza».

«Todo parte de la Resurrección», recordó el Papa hablando de los discípulos, y de las primeras comunidades. «Hay dos aspectos inseparables: el renacer personal y la vida de la comunidad», subrayó. En este punto, Francisco les pidió que «se muevan en dos direcciones: al servicio de las personas, para que renazcan de lo alto, y al servicio de las comunidades, para que vivan con alegría el mandamiento del amor».

 

 

«El Evangelio recuerda que quien es llamado a dar testimonio de la Resurrección de Cristo, debe él mismo nacer de lo alto», apuntó el Papa, quien puso el ejemplo de Nicodemo, que «no entendía la lógica de Dios«, la de la misericordia, por la que «el que se hace último se hace el primero, quien se reconoce enfermo es curado. Dejar la primacía al padre, a Jesús y al Espíritu Santo en nuestra vida».

«Atención: no se trata de hacerse sacerdotes dueños, no. Sacerdotes normales, simples, humildes, equilibrados, pero capaces de dejarse constantemente regenerar por el Espíritu, dóciles a su fuerza, interiormente libres, sobre todo de sí mismos, para ser movidos por el viento del Espíritu que sopla donde quiere», advirtió.

La segunda indicación, sobre «el servicio a la comunidad», llevó al Papa a pedir a los ‘Misioneros de la Misericordia’ ser «sacerdotes capaces de elevar en el desierto del mundo a la cruz, como fuente de renovación y santificación para la comunidad, y para el mundo».  En particular, «quiero subrayar que el Señor muerto y resucitado es la fuerza que crea la comunión en la Iglesia, y a través de ella, en toda la sociedad».

 

 

«Esta fuerza de comunión es manifestada desde el inicio en la comunidad de Jerusalén, donde todos tenían la misma alma», y donde se procedía al «intercambio concreto de bienes», porque «todo era común», lo que hacía que «este estilo de vida era contagioso al exterior. La presencia viva del Señor resucitado produce una fuerza de atracción que a través el testimonio y el anuncio de la Buena Noticia tiene que llegar a todos. Ninguno está excluido».

En este punto, el Papa pidió a los religiosos que «pongan su ministerio específico de Misioneros de la Misericordia al servicio de este dinamismo. De hecho, tanto la Iglesia como el mundo de hoy tienen una necesidad particular de Misericordia porque la unidad deseada por Dios en Cristo prevalece sobre la acción negativa del Maligno, que aprovecha muchos medios actuales, en sí mismos buenos, pero que, mal utilizados, en lugar de unir, dividen».

«Estamos convencidos de que la unidad es superior al conflicto», recordó el Papa, pero también que «sin misericordia, este principio no tiene la fuerza para implementarse en la vida y la historia concretas».

Al término de la ceremonia, Francisco volvió a confirmarles en este ministerio de la misericordia, con «la misión de ofrecer a todos el signo de Jesús elevado de la tierra, porque la comunidad se asignó instrumento de unión en medio del mundo».

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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