El cura de Ars, patrón de sacerdotes y párrocos

Francisco: «Sostened a vuestros sacerdotes con la proximidad y el afecto»

Pasaba entre 16 y 18 horas diarias en el confesionario

Francisco: "Sostened a vuestros sacerdotes con la proximidad y el afecto"
Cura de Ars

Murió en la madrugada del 4 de agosto de 1859 en su presbiterio, dejando un legado espiritual que ha sobrevivido hasta nuestros días. En 1925 fue canonizado por el Papa Pío XI y su fiesta se conmemora el 4 de agosto

El 4 de agosto la Iglesia celebra a San Juan Bautista María Vianney, conocido popularmente como el Santo Cura de Ars, debido al nombre del pueblo en Francia donde sirvió por muchos años, y donde desarrolló una gran vocación para la evangelización y la confesión.

Nació en Dardilly, en las cercanías de Lyon (Francia), el 8 de mayo de 1786. Tras una infancia tranquila, marcada por una fuerte devoción cristiana y un temprano «anhelo de convertirse en sacerdote», a los diecisiete años Juan María concibió el gran deseo de entrar al seminario dejando atrás las tareas del campo a las que se había dedicado, hasta entonces.

El joven, continuó sus estudios sacerdotales en Verrières y posteriormente se trasladó al seminario mayor de Lyón. Todos sus superiores reconocían la admirable conducta del seminarista, pero, debido a sus escasos conocimientos del latín, no consiguió superar los exámenes y fue expulsado del seminario. Intentó entrar en los hermanos de las Escuelas Cristianas, pero no tuvo éxito.

 

 

 

 

El asunto parecía no tener solución alguna, cuando, de nuevo; se cruzó en su camino un cura excepcional: el padre Balley, quien había dirigido sus primeros estudios. Él se prestó a continuar con su formación, y así, después de un par de años de estudios, Juan María obtuvo de parte del Vicario general su admisión a las órdenes.

Por fin, el 13 de agosto de 1815, el obispo de Grenoble, monseñor Simón, lo ordenó sacerdote, a los 29 años.

El Santo Cura desbordaba de felicidad después de lograr lo que deseó durante tantos años: servir a Cristo y acompañar al pueblo.

Fue un verdadero «sacerdote con olor a oveja», como dice habitualmente el Papa Francisco, sobre aquellas vocaciones religiosas que «no tienen miedo de mezclarse con la gente» y sobre todo, «no temen tocar las heridas abiertas del hermano que sufre».

Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, llegando incluso desde lugares lejanos, primero de Francia y finalmente de otros países.

Todos querían confesarse con él y escuchar sus homilías, caracterizadas por una gran sencillez pero al mismo tiempo una enorme profundidad evangélica.

Durante los últimos diez años de su vida, pasó entre dieciséis y dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos.

 

 

En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. Una dirección que se caracterizaba por el sentido común, su humildad, su notable perspicacia, y un conocimiento sobrenatural.

Murió en la madrugada del 4 de agosto de 1859 en su presbiterio, dejando un legado espiritual que ha sobrevivido hasta nuestros días. En 1925 fue canonizado por el Papa Pío XI y su fiesta se conmemora el 4 de agosto.

Y con motivo de la celebración de su memoria litúrgica, y siendo el cura de Ars patrono de los sacerdotes y párrocos, el Papa Francisco ha publicado en su cuenta oficial de Twitter el siguiente tweet: «Sostened a vuestros sacerdotes con la proximidad y el afecto«, sin duda, una clara invitación a todos los cristianos, a acompañar de cerca a quienes siguen la vocación religiosa y el llamado al sacerdocio.

(Vatican News)

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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