El Papa está dando un ejemplo precioso de esa caricia que hay que darle a los mayores. Ese abrazo. Hay que perder el miedo a esa cercanía. Hay que besar y abrazar
(Jesús Bastante).- Alejandro Fernández Barrajón, religioso mercedario que fue presidente de la CONFER, acaba de escribir «Redimir al cautivo», dentro de la colección Obras de Misericordia editada por Publicaciones Claretianas. Tras una grave enfermedad, nos muestra cómo «la cátedra de la vida es el sufrimiento», aunque subraya que «el dolor por el dolor no tiene sentido», pues «Jesús luchó contra unos sufrimientos inhumanos».
Ahora vives, y trabajas, en una residencia en Salamanca.
Sí, actividad universitaria que es una maravilla. Y estoy con una residencia de mayores intercongregacional.
Es la primera residencia para personas mayores intercongregacional.
Hemos hecho una residencia para acoger a todos los mayores de las comunidades religiosas de España que han llevado una vida en comunidad. Para que siguan con su vida normal, en una Universidad como la nuestra. Con un ambiente espiritual muy fraterno, encontrando sus valores y su propio carisma dentro de la residencia. Que no haya una ruptura muy brusca entre lo que fue su vida y la de la residencia.
¿Cuántas plazas tiene?
Ciento siete plazas
¿De cuántas congregaciones estamos hablando?
De momento solamente hay Mercedarias de la Caridad que somos la que la hemos construido.
¿Pero está abierto, entiendo?
A todas las congregaciones de España. Hemos dicho que se acerquen a verla, para ver si en un futuro mandan a alguno de sus hermanos.
Nos encontramos en un momento histórico en el que la vida religiosa en número al menos, está envejeciendo y hay que dar una salida de calidad. Que no se quede sólo en permanecer en el convento hasta el fin de lo tiempos.
De calidad humana y espiritual, que eso es importante para ellos.
No sólo un lugar donde puedan estar bien acogidos, sino que además esa acogida tenga un componente espiritual y pastoral incluso. No de aparcamiento.
Cada persona es importante hasta el final de su vida. Tiene dignidad inmensa y hay que cultivarla como sea. Con actividades, siendo su espíritu religioso de consagración en sus comunidades. Con un ambiente muy fraterno y familiar.
Tú eres uno de los responsables del centro y más específicamente de la pastoral.
Es el trabajo pastoral lo que más me llena, que es para lo que lo que valgo. Para gerencia no valgo, para cuidar y animar un poquito sí. Me llevo muy bien con ellos y me quieren un montón, y eso llena mucho.
En un año como este, que es el año Santo de la Misericordia, ese momento de cercanía con los que más sufren debe ser de gran apredinzaje.
Se aprende mucho con los mayores, porque se sienten solos y un poco abandonados. Lejos de su familia y de sus comunidades. Por lo tanto, que este año sea el Año de la Misericordia es importante. El Papa está dando un ejemplo precioso de esa caricia que hay que darle a los mayores. Ese abrazo. Hay que perder el miedo a esa cercanía. Hay que besar y abrazar. Por qué no, si todos necesitamos cariño.
Abrazar y dejarse abrazar.
El que no se deja querer, no sabe querer.
El Papa es un convencido de cuidar a las dos patas de la vida. A sus dos puntas. Cuidar a los niños, no hacerles daño y cuidar a nuestros mayores. Proteger nuestro futuro pasa por cuidar de nuestro presente y nuestro pasado. Aprender de ello para construir todos juntos un mundo mejor.
Es que la vida es un puente que se sostiene en dos pilares: uno al principio y otro al final y el resto es el arco, lo que vivimos. Pero lo fundamental es el pilar primero y el segundo, la niñez y la senectud. Esto es lo que da realmente la calidad de vida.
Me decías hace un momento una frase que me he apuntado porque me ha gustado mucho: «la cátedra de la vida es el sufrimiento» Vivimos en una sociedad que tiende a hacer a un lado todo lo que signifique sufrir. En un momento en que estamos viendo a tanta gente que está siendo descartada, ¿cómo meter el sufrimiento dentro de este engranaje de la vida. Cómo conseguir que ese sufrimiento de verdad sea una cátedra de aprendizaje?
El sufrimiento es un ingrediente más de la vida, no puedes quitarlo porque está ahí. Es un proceso de mucho tiempo, te ayuda a crecer y a madurar, a amar a la gente. A veces te sientes pequeño y a veces te crees que eres más de lo que eres. Te acerca a Dios. El sufrimiento realmente se trata de aprender y de ser sabio. Hay que vivirlo con esperanza y con aliento.
No buscar el sufrimiento per se.
En absoluto, es algo negativo, hay que acabar con ello.
El dolor por el dolor. El cilicio, por poner un ejemplo.
No tiene sentido, Jesús luchó contra unos sufrimientos inhumanos. Pero optó por el sufrimiento como algo salvador, redentor. Hay una parte del sufrimiento que es redentora y otra que es destructora. El sufrimiento inútil no tiene ningún sentido. Por ejemplo, el sufrimiento de mi madre que estuvo conmigo durante cuarenta y dos días en una silla cuidándome en la UVI, fue un sufrimiento redentor y de de amor.
Cuéntanos tu experiencia para los lectores que no lo recuerden.
Yo he sufrido un tumor cerebral hace tres años, que me dejó hecho un trapo viejo. He tenido que pasar una experiencia muy dura, de dolor, de postración y de esclavitud. Estuve atado a una camilla cuarenta y dos días, manos y pies, con vías por todos sitios, con tubos. Es realmente muy duro. He sacado una experiencia bonita, porque cuando no entendía nada, porque es muy difícil de entender este dolor, mi madre me ayudó.
Es muy fácil dar lecciones sobre el dolor de los otros.
Teóricamente, sí. Yo pensaba: si yo lo quiero es hacer algo por los demás, quiero amar a la gente. ¿Por qué me haces esto? No tiene sentido. Mi madre me ayudó a entender qué estaba pasando. Me dijo: «mira hijo – mi madre no ha leído un libro en su vida, pero es una mujer de fe muy grande – esto es una prueba de amor, si la superas crecerás en la fe. Como Jesús en la cruz». Entonces entendí un poquito, lo que significaba este paso en el que que yo me veía. Que por algo sería. Y ha sido para bien. Me ha ayudado a acercarme a Dios. A acercarme a mis hermanos. He entendido lo que es el dolor humano.
Tú eres mercedario y has estado preso.
Ya sé lo que es ser un cautivo. Jesús también estuvo cautivo y es una cosa realmente terrible. Y ahora sé que es realmente maravilloso poder redimir a un cautivo.
Has plasmado esa experiencia en un bellísimo libro del que ya hablamos en su día aquí, en Religión Digital, y ahora acabas de publicar dentro de esta colección que presentamos ayer en la iglesia de San Antón de las catorce «Obras de Misericordia» con Publicaciones Claretianas. A tí te ha tocado la sexta, ¿no?
Sí, «Redimir al cautivo» que es lo mío.
¿Qué cuentas en «Redimir al cautivo»?
Cuento un poco cómo ha habido una esclavitud terrible desde el principio de la historia. Ha estado ahí desde siempre, desde Caín. Y de cómo la historia se ha ido haciendo de luchas de cautividades, momentos de esperanza gozosa y otras de volver a caer en la esclavitud. Que es lo que nos pasa a nosotros. Que somos una historia pequeña y personal. Y cómo la solución está al final, en Cristo redentor que es el que nos libera a todos de esa esclavitud terrible: el pecado. De la prisión de la injusticia y de falta de amor. De la falta de misericordia. Hasta el final, en que es Jesús el que realmente nos redime de nuestra esclavitud total, personal y social.
¿Qué te parece esta colección? ¿Has tenido oportunidad de hojearla?
Sí, me la han mandado y la tengo completa. Magnífica. Es un gran acierto de Fernando Prado.
Les iremos contando en Religión Digital de todas y cada una de estas catorce «Obras de Misericordia». Decían ayer en la presentación, que a parte de las catorce obras, están la «obra cero», y «el mandamiento cero», que es dejarse amar. Y la «obra cero» es ser misericordioso. Antes de hacer obras de misericordia tienes que ser misericordioso.
Es que si uno no se deja amar, no sabe amar. Solamente ama el que se deja amar. La naturaleza del amor es la entrega. Hay que amarse mucho a sí mismo para amar, y dejarse querer. Yo me dejé mucho querer con mi enfermedad porque tenían que hacérmelo todo. Darme de comer, vestirme. Mi familia, los médicos, mi comunidad. Les debo todo lo que soy.
El vaso a rebosar.
A rebosar, sí. Totalmente. Es una experiencia muy dura pero muy hermosa también.
Cuando se sale de una experiencia como esta, ¿uno tiene una sensación de felicidad distinta a la que había experimentado en otras circunstancias?
Yo he sido siempre bastante feliz. He tenido una familia encantadora y una infancia preciosa. Cuando ha llegado este momento difícil, me ha desencajado un poco. No porque piense distinto sino porque he diferenciado las cosas. Lo que es importante de lo que no. Antes le daba importancia a unas cosas y ponía mucho entusiasmo en ello y ahora me doy cuenta de que no, que esas cosas son pequeñas. Cuando estaba enfermo, mi anterior provincial el padre José Ignacio le decía al médico: «mire doctor gaste lo haga falta de dinero, haga lo que sea necesario, no importa». Entonces me di cuenta de que no valía para nada el dinero. Basta que le falle el pulso al neurólogo para que se acabe todo. Fueron doce horas de operación en mi cabeza. El dinero viene bien, no hace falta pedir, pero no es importante. Lo esencial sí. Pero hay que compartir mucho, porque el dinero no salva a nadie, ni salva una vida, ni crea felicidad. Yo puedo comprar cosas, una cama, por ejemplo, pero no el amor. Lo esencial nunca lo compra. He aprendido muchas cosas en mi enfermedad. Lo importante que es dejarse querer y estar cerca de gente. Yo estoy aquí por la gente que ha estado cerca de mí.
También uno siembra durante mucho tiempo y hay momentos en los que sin querer, otros recogen por él.
Así es
Y recogen vida. Esta pregunta es complicada: ¿crees que estás preparado para cuando llegue de verdad el final de la vida?
Es la etapa de la muerte, Jesús. He estado cerquita, cerquita, y no es tanto. He tenido mucho miedo a la muerte, y ahora veo que no es nada. No tengo ningún miedo a la muerte.
¿Hay dudas de fe cuando estás cerca de la muerte?
La duda es humana. Pero yo siempre he pensado que detrás de todo y de la duda, está Dios. Porque un momento así, si no es por la fe no lo superas. El médico me decía: «has sido un tío fuerte. Si no fuera por tu fe y tu empeño, no hubieras salido de esta». Ahí se nota el valor de la fe. Lo que eres lo que has hecho, no vale para para nada. Solamente la fe te hace entender un poco el dolor y la enfermedad.
Y a vivirlo y a hacerlo parte de tu vida.
El deseo más profundo de vivir por encima de todo, porque yo tengo unas ganas de vivir inmensas.
Yo decía Señor: «por favor, quiero vivir, sobretodo vivir». Porque cuando uno se ve tan mal…, ver que se va la vida.
Se te nota que quieres vivir y que lo transmites.
Quiero vivir porque la vida es muy hermosa.
Alejandro, muchas gracias por seguir vivo, por venir a contárnoslo y por seguir escribiendo, contándonos y haciéndonos sentir que todo esto es posible y que la vida tiene mucho que vivir.
Y hay que cuidarla mucho y vivirla con alegría. Vivir con esperanza.
Muchas gracias Alejandro, ha sido un placer.
Gracias a ti Jesús. Igualmente.