Entrevista con el provincial de los dominicos y vicepresidente de Confer

Jesús Díaz Sariego, op: «La Iglesia tiene que mostrar comunión para el mundo de hoy»

"Participar en la Iglesia es ponerte al lado de los otros, para sumar: lo importante es el Evangelio"

Jesús Díaz Sariego, op: "La Iglesia tiene que mostrar comunión para el mundo de hoy"
Jesús Díaz Sariego, op RD

La Iglesia española está en un momento interesante; tiene muchos desafíos, no es fácil pasar de un modo de ser iglesia en una sociedad que ha cambiado, y sustancialmente

(Jesús Bastante).- «La abundancia nos adormece«. Jesús Díaz Sariego, op., provincial de los dominicos y vicepresidente de Confer, lo tiene claro. La escasez vocacional no tiene por qué necesariamente ser un fracaso, sino más bien «una oportunidad». Defensor de una Iglesia en salida, también apuesta, como buen predicador, por una comunicación en positivo. «Cuando acudimos al insulto, a la opinión fácil, significa que hay pocas razones», argumenta. No sin razón.

Estamos hablando de una de las grandes congregaciones más antiguas de la Iglesia. Acabáis de cumplir los 800 años, que se dice pronto. Una de esas instituciones que llevan tanto tiempo, dentro o fuera de lo que consideramos Iglesia, marcando camino en la sociedad. ¿Cómo se vive esa responsabilidad?

Yo diría que, en primer lugar, se vive con agradecimiento porque hemos llegado, o al menos la generación actual, a un momento de la orden en el que, después de un recorrido de 800 años, hay un pozo sin fondo del que podemos beber. Y en el que podemos, también, buscar referentes para el momento actual.

¿Cómo afrontan los Dominicos el momento de hoy?

Con mucha esperanza. Esta experiencia de 800 años nos aporta herramientas que nos dan seguridad para vivir el momento presente. No una seguridad obcecada, sino una seguridad que nos permite desarrollar un modo de estar en el mundo, en cada época, en cada momento y, sin duda, en esos 800 años encontramos referentes o claves suficientes que nos ayudan a descubrir nuestro modo de ser y de estar en el mundo actual.

Con una historia tan larga, a veces se debe tener la tentación de mirar más hacia atrás que hacia adelante. La historia es muy fecunda y muy relevante, y el futuro, como todo horizonte, es algo indefinido.

Nosotros queremos mirar hacia adelante desde lo que hemos recorrido.

Y hacia adelante supongo que es esa configuración de la nueva de la provincia. ¿Cómo se vive esa generación? ¿Venís de cuántas provincias?

De tres. Estamos en ese proceso de configurar una nueva provincia, que ahora denominamos provincia de Hispania, y que engloba todo el territorio de la península, las islas, tanto las Islas Baleares como las Islas Canarias, y luego nuestra proyección hacia América en varios vicariatos, incluso una presencia en África, en guinea Ecuatorial, que depende también de la provincia.

Desde fuera alguien podría pensar que una unificación de provincias tiene que ver con escasez, con crisis. Y, sin embargo, antes de la entrevista nos comentabas que esto también es una oportunidad, algo ilusionante. ¿Cómo convencer a aquellos que piensan, legítimamente, que esto es una cuestión de escasez y de fracaso, de que es una oportunidad?

Son varias las razones que hemos considerado antes de tomar esa decisión de constituirnos en una nueva provincia. Pero no todas las razones tienen la misma importancia, aunque todas las hemos querido tener en cuenta.

Yo diría que la primera razón, y la fundamental, que ha provocado nuestra unión es cómo podemos responder hoy al Evangelio. En definitiva: cómo podemos asegurar la predicación del Evangelio desde el estilo dominicano de predicar. Entiendo que para nosotros esta es la razón fundamental porque es una razón de fidelidad. Que intenta buscar cómo podemos ser más fieles al momento presente desde la tradición de la que provenimos.

Luego hay otro tipo de razones que son, más bien, coyunturales. Las que hacen referencia al número de frailes que somos, a las vocaciones que nos llegan, al envejecimiento de nuestro grupo humano… De otro tipo de dificultades que son del momento y que también hay que considerar y que tener en cuenta. Pero lo que ha de motivar la construcción de la nueva provincia tiene que ver, más bien, con la fidelidad, con una mejor respuesta al Evangelio hoy. O con cómo podemos asegurar la predicación del Evangelio desde la tradición de la que provenimos, en este caso la espiritualidad dominicana.

¿Qué puede aportar esa espiritualidad dominicana sabida de la congregación, al mundo y en la Iglesia de hoy?

La espiritualidad dominicana es una espiritualidad muy de la encarnación: muy comprometida, por un lado, por buscar primero a Dios en cada momento histórico y, en segundo lugar, de buscar al hombre que Dios quisiera encontrar, también, en el mundo actual.

Eso nos supone una espiritualidad de interacción constante, entre la sagrada escritura, la palabra de Dios, el misterio de Dios en la vida del hombre, y el misterio que anida en cada ser humano. Cómo poner en diálogo las cosas de Dios hacia los seres humanos, y las cuestiones que preocupan en cada momento histórico a los seres humanos hacia Dios. Hacer ese diálogo entre una dimensión más trascendente de nuestra vida y nuestra inmanencia, nuestra realidad concreta.

Luego está vuestro carisma de predicadores en un mundo en el existe internet, una red en la que hay muchos predicadores y muy malos. Muchos predicadores de desventura, mucho insultador y mucho manipulador del lenguaje. En ese sentido, vosotros trabajáis en la línea de esa predicación «distinta» en el mundo de hoy.

Ya en la propia familia de sangre me enseñaron que cuando acudimos al insulto, a la opinión fácil, significa que hay pocas razones. Y en la familia dominica a la que pertenezco, siempre me enseñaron esto: antes de hablar, estudia bien, profundiza en la realidad que quieres comunicar; dialoga, interactúa, contrasta con otros y, a partir de ahí, busca la mejor expresión que encuentres en ese momento, sabiendo que nunca hay expresión perfecta. Pero siempre respetando la dignidad de aquellos a los que te diriges. Y no el juicio facilón. Eso te permite conocer más y mejor a los otros, valorarlos más. Incluso en la opinión contraria, intentar ver la valía que en ella anida. Y en la medida en que puedas, las incorporas.

Es otro modo; más respetuoso con la dignidad de lo humano y que profundiza en las cosas. Que busca las mejores razones para expresar las principales verdades que uno quiera expresar.

En el sentido que nos comentas, este Papa es un buen predicador.

Yo creo que sí. Es un buen jesuita, en primer lugar, y si algo tienen los jesuitas es el trabajo de la interioridad. Y el trabajo de la conciencia a la hora de expresar las verdades que consideran, o las convicciones que consideran puedan expresar.

Un jesuita muy franciscano también. Muy amante de la predicación, es un hombre que está fomentando un estilo de ser Iglesia. Que tiene, me atrevería a decir, mucho que ver con lo que lleváis tanto tiempo haciendo desde la vida religiosa; una estructura diferente, un concepto de autoridad más alejado del poder, del carrerismo, de esa autorreferencialidad que tanto está criticando.

También desde fuera, se ve la vida religiosa como uno de los grandes apoyos del papa Francisco. ¿Cómo veis, desde la óptica dominica, este pontificado y esa sensación de la que te hablo?

Si me permites, en el pontificado de Benedicto XVI ya se observa una aproximación a la vida consagrada con acentos un poco diferentes. Benedicto XVI, ante todo, es un gran teólogo y un gran conocedor de la tradición de la Iglesia. Y, a su vez, de las diversas fuerzas con las que cuenta la Iglesia a lo largo de su historia.

El papa Francisco, como religioso que es, conoce bien, en propia carne, lo que implica una vida de consagrado y lo que implica un modo de sumar a la Iglesia desde esa dimensión. Sin duda alguna que todos los sectores que en la Iglesia han ido surgiendo, a lo largo de su historia, son necesarios, y nuestro acierto sería en qué medida logramos sumar y no restar. Sumar fuerzas, perspectivas, contrastar unos con otros…

Al final, de lo que se trata -como decía antes- es de asegurar la predicación del Evangelio. Y de entre todos, buscar nuestra mayor fidelidad como Iglesia a la palabra que que queremos predicar. Por eso, todos los sectores suman o deberíamos de sumar; en cada uno hay algo de razón, seguramente.

Y eso, ¿se puede hacer?

Yo creo que se puede hacer, en primer lugar, educando a las nuevas generaciones que se incorporan a la Iglesia, o comunicándoles que un modo de participar en la Iglesia es ponerte al lado de los otros, para sumar en aras de lo importante. Y lo importante es el Evangelio. No son tan importantes cada una de las instituciones: los Dominicos no somos importantes si no es más importante el Evangelio. Seríamos importantes en la medida en que se aseguremos la importancia del Evangelio. Y así, cada una de las congregaciones y de las instituciones que forman parte de la Iglesia.

La Iglesia tiene que mostrar comunión para el mundo de hoy. No solamente se trata de compartir una misma fe, que se necesita, por supuesto. Se trata también de compartir un mismo diálogo, una palabra, que al final es lo que nos une; la palabra de Dios. O la fe que profesamos.

Supongo que es lo que estáis haciendo ahora en ese proceso de unificación de provincias. En tu caso, además de ese cargo de provincial de Dominicos eres presidente de CONFER, que es otro organismo de aglutinar, en el que compartir las instituciones relacionadas con la vida religiosa.

La breve experiencia que tengo como vicepresidente de CONFER, lo que voy descubriendo, me da mucha alegría y satisfacción. Lo primero, que hay muy buena gente; religiosas, religiosos, laicos que están muy comprometidos con nosotros en nuestras instituciones y también en CONFER. Descubres un entusiasmo que nos renueva. O al menos a mí es el efecto que me produce. Es el entusiasmo de apostar por algo en común, de construir algo entre todos. De dejar a un lado nuestras diferencias o considerarlas de otra forma. Y, sobre todo, ver en qué medida uno puede enriquecer al conjunto y al mismo tiempo dejarse enriquecer por los otros.

Esta dinámica, que luego se va plasmando en proyectos concretos, me parece que genera un dinamismo eclesial muy necesario en los tiempos que corren.

Esto, que sucede en parte por propio convencimiento, ¿sería también por la coyuntura que estamos viendo, al menos en Europa, de que la potencia numérica, al menos en la vida religiosa, se va retrayendo? ¿Porque hay menos manos?

Es una convicción, y si no lo es, al menos es una persuasión. Estamos pasando de la abundancia a la escasez; de la abundancia de instituciones, abundancia de religiosos y religiosas en diversos ámbitos sociales, a la escasez de número, de vocaciones.

Hay quien ve la reducción en sentido apocalíptico. Tengo que decir que yo no me creo ese mensaje. Entiendo que hay un dinamismo del espíritu que no depende de nosotros; yo diría que nuestra responsabilidad, en este momento, es ver qué oportunidades nos ofrece la escasez.

La abundancia aporta muchas cosas, pero también muestra sus debilidades. Bueno, pues la escasez, aporta, para el momento presente, muchas cosas. Por qué no pensar que la evangelización de los próximos años quiera apoyarse más desde esa dinámica del espíritu en la escasez y buscar en ella la levadura que permita ser mucho más fuerte que siendo muchos.

Si hacemos una lectura del origen del cristianismo, de la evolución de la Iglesia a lo largo de su historia, la Iglesia, o al menos la orden dominicana, cuando más lúcida ha sido es cuando más dificultades ha encontrado para expresarse. Esa situación desarrolla ingenio, valores de colaboración y cualidades para acercarte a la realidad, aunque sea muy adversa, de otra manera y, probablemente, con más acierto. Exige una espiritualidad más fiel al propio Evangelio, apoyarse más en convicciones y profundizar en ellas, volver la mirada más sobre Dios, porque estamos más necesitados y contar más con con él y no tanto con nuestras propias fuerzas. Yo creo que la escasez está llena de oportunidades y oportunidades evangélicas. No hay que pensar en que la abundancia, sin más, es Evangelio y que la escasez no lo es.

El mismo Jesús también dio muestras de esa mayor creatividad en un momento de mucha dificultad. De hecho, la historia, si no creyéramos en la resurrección, acaba mal. Y no es así, porque de la debilidad es de donde surge el auténtico valor del Evangelio. ¿Cómo os veis en el conjunto de la Iglesia española?

Pienso que la Iglesia española está en un momento interesante; tiene muchos desafíos, no es fácil pasar de un modo de ser iglesia en una sociedad que ha cambiado, y sustancialmente. Ese paso de modos de ser Iglesia, de modos de hacer y de estar presente, a una realidad diferente a la que hay que llevar también el Evangelio, requiere, por nuestra parte, mucha creatividad y mucha confianza, en primer lugar en Dios, y luego de unos con respecto a los otros.

Por qué no pensar si el «supuesto» fracaso humano, no será el éxito de Dios. Quiero decir que esto no se mide en éxitos humanos. El Evangelio no se mide en esos términos. La muerte de Jesús en sí misma, como muerte que es y lo que concurre, es el éxito de Dios. Por eso viene la resurrección. Por lo tanto, hay fracasos humanos que a lo mejor son un éxito de Dios.

La incidencia de la Iglesia, de la institución, cuál crees que es en el mundo actual, donde hay una presencia social muy evidente de instituciones de Iglesia y, afortunadamente, capitaneando muchos procesos para la dignidad de las personas, dentro y fuera de nuestra fronteras. Y también, una parte mucho más político-ideológica, en algunos aspectos en los que la sociedad, a diferencia de lo que ocurría hace décadas, ya no entiende que sea función de la Iglesia. Que la identifica como un instrumento de poder, como una herramienta de coercitiva de otras realidades, etc.

¿Cómo se concilian esas dos partes y cómo se vive desde dentro sabiendo que también somos ciudadanos de la democracia, en un mundo cambiante en el que hay distintas realidades que no dan ya por supuesto que lo de ser cristiano es lo normal en la sociedad española?

Diría que hay desenmascarar, primero, las contradicciones, incluso de nuestro sistema democrático. En segundo lugar desenmascarar, o poner en evidencia, mucha manipulación que hay. Y en tercer lugar, los cristianos, que formamos parte de una tradición de fe que configura nuestra vida y que nos da pautas para un modo de estar en una sociedad determinada, creo que, como cualquier grupo social, es legítimo que también reclame su espacio. Que exprese su opinión y su visión de las cosas.

El cristianismo configura un modo de comprender al ser humano, las relaciones sociales, el mundo. Una sociedad es madura democráticamente cuando es capaz de poner sobre la mesa las diversas visiones que configuran. Y es madura en la medida en que sabe escucharlas a todas y considerar el valor que hay en cada una de ellas.

A veces hay excesiva manipulación; se da por verdad lo que en realidad no lo es, por los mensajes que se envían. Cuando uno envía constantemente un mensaje, logra hacer creer que lo que dice es verdad. Se da por hecho sin más, sin comprobarlo. Puede que la labor de la Iglesia está también en ese proceso de invitar a la sociedad a reflexionar más sobre uno mismo, para conocerse mejor y no quedarse en las ramas de lo que «parece».

Acabas de llegar a CONFER, pero lleváis un trabajo importante. ¿Qué es, del trabajo de la vida religiosa, de lo que más orgullosos nos debemos sentir los cristianos? Porque, a veces, tanto Cáritas como Manos Unidas o las congregaciones religiosas tienen mejor prensa que los obispos. Pero otras, no sabemos llegar más allá de defender cantidad de cosas que se están haciendo.

Como decía antes, me parece que cuando uno se mueve solo por los prejuicios, va a resaltar la negatividad de las cosas. Cuando uno conoce en carne y hueso a muchos religiosos y religiosas, también a obispos, y ve qué persona hay detrás, qué creyente, qué hace, uno se quita el sombrero y cambia la visión de las cosas.

Puedo decir que hay muchas religiosas y religiosos que han dado su vida por una causa, por los más pobres, por ejemplo en el ámbito de educación. Ahí han gastado su vida. Y eso es lo que hay poner en valor, porque es un valor en sí mismo, independientemente de que se reconozca o no.

Se está reproduciendo en miles de personas.

Es un valor en sí mismo y a los religiosos y las religiosas, eso nos basta. No venimos a esta vida religiosa para recibir un aplauso. Nuestra dinámica de vida es otra. Nos pueden doler los insultos porque somos seres humanos, pero no importa porque la valía de las cosas está, y no en que alguien te reconozca. Está en sí misma. Y cuando uno conoce a las personas, al creyente que está detrás de una religiosa, un religioso, un obispo, un laico o un creyente, se llena de respeto.

Aprender a mirar a Jesús en los ojos de todos. También en el de los religiosos, que muchas veces desde fuera no lo hacemos, aunque lo demos por supuesto.

Ha sido un placer. Espero tenerte pronto aquí de nuevo. Gracias por predicar el Evangelio en todo sus ámbitos. Los que somos periodistas también queremos tener algo de dominico por lo que nos toca, también, de esa predicación y esas dificultades.

Gracias a vosotros.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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