Los muñecos musculosos pueden abrir la puerta a futuros problemas de vigorexia en adultos

La vigorexia es un trastorno alimentario más propio de los hombres caracterizado por un «excesivo» culto al cuerpo que tiene su origen en el ideal estético de los cuerpos musculados, cada vez más frecuentes en la publicidad, el cine, el deporte e incluso los muñecos, que podrían ser el origen de este tipo de trastornos.

Así lo ha asegurado el psicólogo y jefe de Gestión del Conocimiento e Investigación del Instituto de Trastornos Alimentarios (ITA) de Barcelona, Antoni Grau, en el marco de unas jornadas científicas sobre los trastornos de la alimentación que se están celebrando en la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), organizadas por el Instituto Tomás Pascual y la Fundación Instituto de Trastornos Alimentarios (FITA).

De hecho, según ha explicado este experto, en declaraciones a Europa Press, un estudio internacional presentado recientemente analizó la anatomía de diferentes muñecos infantiles de las últimas dos décadas, observando como «cada vez estaban más hipermusculados», lo que a su juicio «afecta bastante a un posible trastorno posterior».

«Igual que otros estudios han determinado que las ‘barbies’ eran imposibles anatómicamente porque eran muy delgadas, ahora se ha visto que estos muñecos tienen una musculatura imposible de desarrollar prácticamente sin un trastorno», explica Grau.

De hecho, aunque este trastorno se inicia al final de la adolescencia, numerosos expertos apuntan a que en realidad «puede comenzar antes en cuadros subclínicos» para manifestarse años más tarde.

Además, el estudio analizaba los juguetes de las últimas dos décadas en las que, según este experto, es cuando se ha producido un mayor incremento de casos de vigorexia en España. Actualmente afecta a uno de cada 2.000 hombres, «una prevalencia bastante alta en trastornos mentales».

No obstante, Grau puntualiza que para que la presión social sobre el ideal estético de los cuerpos musculados derive en este trastorno, los afectados deben presentar «ciertas vulnerabilidades psicológicas» que favorezcan su desarrollo.

«En realidad estas personas tienen un intenso miedo a parecer débiles y enclenques», explica este experto, recordando que muchos presentan «experiencias prematuras traumáticas, como burlas de pequeño sobre un aspecto débil y enclenque, o una baja estatura, y ahora intentan compensar el daño que les ha hecho esto en su autoestima con una hipermusculatura».

Generalmente, las personas con vigorexia suelen realizar largas sesiones de «ejercicio físico compulsivo», de más de 6 horas diarias, siguen una «dieta muy desequilibrada» con alto consumo de proteínas, y más del 50 por ciento utiliza hormonas anabolizantes, además de otro tipo de sustancias para aumentar su rendimiento como cocaína, efedrina o ‘speed’.

Además, apunta Grau, estas personas cada vez se aíslan más de la sociedad porque, «al estar tan obsesionadas con el culto a su cuerpo, evitan los restaurantes donde no controlan la dieta, todo tipo de relaciones sociales, gran absentismo laboral, y sobre todo mucho aislamiento social».

LA INFERTILIDAD, EL IMPULSO PARA COMENZAR A TRATARSE

Aunque este experto asegura que estas personas «son bastante conscientes de que están enfermos», en muchos casos es necesario que aparezca algún efecto secundario propio de su vigorexia, como la hipertensión arterial, un cáncer o infertilidad, para iniciar un tratamiento.

«Muchos de ellos piden ayuda a partir de que se les diagnostica un problema de infertilidad, causa clásica del abuso de anabolizantes», explica Grau.

Además, otro motivo para detectar este problema es la presencia de otra psicopatología asociada, como la depresión. «A raíz de ahí es cuando se ve que detrás hay un trastorno vigoréxico».

Lo que desde luego descarta este experto es que las lesiones musculares puedan ayudar al diagnóstico del problema ya que «cuando aparecen lesiones no paran, y lo que hacen es empeorar el cuadro».

«El sobrentrenamiento es uno de los cuadros más frecuentes, y cursa con un descenso brusco del rendimiento, con mayor ansiedad y trastorno del estado de ánimo, por lo que acaban recurriendo más a sustancias que les ayuden a continuar ejercitándose.

Aunque todavía no hay datos que demuestren cuál es el tratamiento más adecuado en estos casos, la experiencia demuestra que un tratamiento que combine un control dietético y ayuda psicológica hace que «el trastorno remita en muchos pacientes».

Asimismo, Grau reclama una mayor concienciación social al igual que sucede con otros trastornos alimentarios como la bulimia o la anorexia.

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