SerGordo / Diario de bypass bariátrico

Cómo decidí operarme para reducir mi estómago

El día que cumplía 50 años, trataba de vestirme para salir y todo me quedaba estrecho, mal, una molla por aquí, otra por allá; en fin para volverme a acostar, poner una excusa y no acudir

Cómo decidí operarme para reducir mi estómago
50 cumpleaños.

Soy una persona, soy gorda, soy mujer, tengo opiniones políticas, sociales, artísticas, literarias y de cualquier clase y las expreso cómo y dónde me parece adecuado

Sábado 18 de abril de 2010. Marbella. Hacía sol y nubes, con un calor medio. Ese día cumplía 50 años y sabía que algunas amigas iban a organizarme algo.

Estaba de muy mal humor. La cincuentena supone que ya has vivido más de la mitad de tu vida y me sentía por culpa de los kilos como un trapo (esto no se lo reconocería yo ni a Dios).

Trataba de vestirme para salir y todo me quedaba estrecho, mal. Una molla por aquí, otra por allá; en fin para volverme a acostar y poner una excusa y no acudir.

Los obesos conocen esta sensación perfectamente. Nada me cabía, todo me estallaba.

No me había pesado en seis meses y desconocía –bueno, es una forma de hablar ‘lo de desconocer’; vamos, que había subido de peso 15 kilos–.

En ese ínterin, llegó mi amiga Pastora con el pretexto de regalarme una libreta, tipo moleskine, para utilizarla en un tramo del Camino de Santiago que tenía pensado realizar durante las fiestas de San Bernabé de Marbella.

Ella, con su habitual calma y parsimonia, se sentó en el sillón, encendió un cigarrillo y me miró con sus ojos tranquilos. Comenzó a hablar con dulzura, en su tono comedido y sin ninguna estridencia, a cerca de:

«… a lo mejor necesitarías buscar ayuda para perder peso. Tienes mucho que perder y eso no se soluciona con un régimen durante un tiempo, que ademas era prácticamente imposible de hacer y continuar, y lo decía por propia experiencia.»

Ella lo hizo y lo continú; tenía que perder mucho menos que yo.

«Tal vez un balón intragástrico; no sé, cualquier ayuda…»

La dejé hablar, tal vez por su tono, por su dulzura, por lo tierna y buena que es. En otro momento y tal cual me encontraba de ánimo la hubiera cortado desabridamente.

Pero la escuché y entonces cuando terminó la miré a esos ojazos y le dije:

«Pues sabes lo que te digo Pasto, que tienes razón.»

Y cogí el teléfono y llamé a mi primo Antonio, que trabaja en la industria farmacéutica, y le pedí que me buscara en Madrid el mejor endocrino, pues creía que debía operarme.

Y así lo hizo. La doctora Monereo y el cirujano doctor Torres, y la inestimable ayuda, consejo y cariño de ambos he llegado hasta aquí.

CUMPLEAÑOS FELIZ EN UN CHIRINGO DE PLAYA

Más tarde ese día, en un chiringuito de playa, me habían preparado una comida sorpresa con varios amigos y lo más importante fue que vi llegar a mi hermana Alicia, Charo, mi sobrina y varios familiares que hacía casi un año no veía –los mutismo de los gordos–; mi dicha fue inmensa al verlos.

Era claro el pensamiento de todos. Con 15 kilos más ganados en los últimos meses me vieron fatal. Y entonces les anuncié que me iba a operar. Y todos, por primera vez en mi vida, incluída mi amiga Cristina, que es médico, les pareció una buena idea.

DECISIÓN FIRME

Lo decidí de esta manera. En el límite y en un segundo. No sabía en ese momento ni siquiera la posibilidad de aplicar la técnica de la laparoscopía.

Estaba decidida, me iba a meter el cuchillo, asumir todos los riesgos, consecuencias y efectos secundarios que pudieran surgir y nadie ni nada me impediría llevarlo a efecto, como así ocurrió dos meses después, tras haber encontrado al endocrino y cirujano adecuados, como era mi obligación; lo demás corría de la mano de la pericia médica y de la suerte.

Por cierto, creo en un valor supremo del que nada ni nadie me va a hacer retractar, la libertad de opinión y de expresión y al que no le guste, que no me lea.

Soy una persona, soy gorda, soy mujer, tengo opiniones políticas, sociales, artísticas, literarias y de cualquier clase y las expreso cómo y dónde me parece adecuado.

Y todo ello forma parte de la persona que se llama Concha Páez y escribe SerGordo.

Buenos días y buena suerte.

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Autor

Concha Páez

Licenciada en derecho por la Universidad de Granada (1977-82).

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