J.C.Deus
Tres años y medio después de su llegada al Teatro Español de Madrid como director, Mario Gas protagoniza personalmente el estreno del nuevo espacio escénico de Las Naves del Español, situado en el antiguo matadero de la capital, dirigiendo un musical alemán de los años treinta, un pionero del género, ‘Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny’, del dramaturgo Bertolt Brecht y el músico Kurt Weill. Estrenada en Leipzig en 1930, la obra causó un sonado escándalo y críticas adversas. Ya en 1957, a partir de una representación en Damstadt cuando los comentarios satisfactorios en todos los diarios hicieron que se estrenara por todo el mundo. El paso del tiempo la ha convertido en un ‘déjà vu’ obsoleto.
Un insólito grupo de individuos perseguidos por la policía huye hacia la costa californiana. En el trayecto se les estropea el camión en el que viajan y deciden fundar en el lugar donde han quedado varados la ciudad de Mahagonny, consagrada a los supuestos placeres -alcohol y prostitución- donde todo está permitido menos no tener dinero. Así comienza esta opereta contemporánea que a la hora de elegir argumento encuentra esas mismas dificultades paradigmáticas del género que siempre hacen añorar un buen guionista.
‘La sociedad está dando un tumbo, no sé si hacia atrás, pero sí hacia un neoliberalismo muy fuerte que exprime al individuo, entendiéndolo como un valor económico que se puede comprar y pagar. A veces es curioso observar cómo obras lo suficientemente alejadas en el tiempo permiten vislumbrar el estado actual de la sociedad. Desde el punto de vista teatral, la obra pertenece a ese periodo de entreguerras que revolucionó la ciencia y el arte, produciendo tantos cambios estéticos que lo convirtió en uno de los momentos de mayor reflexión y avance en el teatro’, opinaba Gas justificando la elección de este título en una entrevista reciente en ‘El Cultural’ del diario El Mundo.
‘Es una obra muy moral, muy ética. Rezuma, por parte de Brecht cierta ironía y cinismo ante el estado real de las cosas. Los personajes son unos exgángsteres inmersos en una inmoralidad imperante que obliga el individuo que está abajo a buscarse la vida siempre de una manera insolidaria o solitaria por lo que acabará aplastado por el poder. Viven en una sociedad sin conceptos de amor, amistad, solidaridad. Pero está tratado con tal ironía, con un desgarro que da la sensación de que las cosas deberían cambiar. Es muy obvio y evidente que estamos ante una especie de balada anticapitalista y antirromántica que utiliza ese expresionismo tan alemán como es la sátira y lo clownesco que algunos dicen que es teatro y otros ópera. Es una obra demoledora y amplia, como una parábola sobre la filosofía del tanto tienes, tanto vales, que te permite hacer lo que quieras siempre que lo puedas pagar’, declaraba a Mario Esteban en esa entrevista.
‘Mahagonny es un género en sí mismo, inclasificable. Es ópera, pero revoluciona ese concepto, porque reúne tesituras, estructuras de toda la tradición musical culta con innovaciones armónicas, también espectaculares, procedentes de la música popular y tonadillas de cabaret. Además, está cantada por diversas voces que dentro de la afinación y de los cauces en que están planteados recorren toda la gama de colocación de voz, es decir, de cantantes que provienen de una escuela lírica hasta actores de musicales o teatro’, `proseguía Mario Gas explicando.
Para el director del Teatro Español, ‘Brecht es un poeta muy atento a la sociedad que no teme el riesgo de coger materiales de derribo, imaginería popular y leyendas, para reestructurarlo al servicio de una idea, la del ser humano viviendo en una sociedad injusta que puede emanciparse con la lucha de clases Y que también acoge a las clases emergentes. Con ese material elabora unas fábulas dramáticas muy potentes que retratan situaciones colectivas a partir de problemas individuales. Para mí, lo menos importante es su cuerpo teórico escénico. Weill es un hombre que arranca de un periodo musical muy rico, el Berlín de los años 20, que arrampla y machaca tanta tradición musical. Tiene la habilidad de unir lo culto con lo popular y lo proveniente del cabaret. De ahí extrae sonidos, armonías que metamorfosea y aportan colores muy diversos. Ese es su gran invento, el hacer melodías, canciones que más allá de lo que dicen se quedan pegadas al sentimiento y a la emoción. Me siento muy próximo a esa manera de hacer teatro, aunque no lo hago con las miraderas y orejeras puestas.
Gas deja el veredicto, tal como debe ser, a la opinión de cada espectador: ‘He procurado dar con la atmósfera de Brecht, con esa noción realista dialéctica, muy alejada del naturalismo. Hay carteles, voces en off, ruptura de la explicación con canciones, discurso musical no continuado, pequeños fragmentos hablados. Pero todo eso son palabras. El teatro se define cuando se ve y por lo que aparece plasmando en el escenario. El resto, conjeturas y nada más’.
Huyendo de las conjeturas, hay que decir que se trata de una excelente producción en su conjunto, un auténtico gozo visual por su concepción, escenarios, movimientos, ambientación, iluminación y vestuarios, culminada con una interpretación magnífica de un elenco como pocas veces puede verse en un escenario español. Un placer ver un montaje teatral donde no se regatean gastos -sí, es dinero oficial, pero bien empleado- en un contexto de general cicatería que ha dejado el teatro reducido a tres actores y seis focos en escenarios vacíos. 80 personas sobre el escenrario, la mitad actores/cantantes, la otra mitad toda una orquesta en directo. Tres horas de espectáculo, precios muy accesibles (12 a 24€). Un esfuerzo que nadie debería perderse y merece el cartel de agotadas las localidades hasta el 5 de agosto.
Todo está sobresaliente, incluido -o mejor dicho, el nuevo espacio teatral de Madrid- un lujo de prestaciones y posibilidades que va a hacer posible al menos en teoría la representación de grandes dramas, grandes en tamaño, grandes en ambición, grandes en espectáculo. Lo único que a nuestro modesto parecer no aprueba es la obra misma, este viejo vodevil que bien estaba durmiendo el sueño de los justos. Estamos ante un magnífico fósil, como a menudo ocurre. Queda a cada uno valorar más adjetivo o sustantivo.
Se ha contado que todos los intérpretes, incluido Constantino Romero, han tenido que pasar por un riguroso casting, a excepción de Antonio Comas, «sin quien yo no podía concebir este espectáculo», dice Mario Gas. Un equipo artístico y técnico en el que asoman nombres tan prestigiosos como el de Javier Aguirresarobe, el irector de fotografía encargado en la obra de la iluminación junto a José Miguel López Sáez, que rodará la próxima película de Woody Allen. Jean-Guy Lecat, confeso apasionado por los espacios «desnudos y sencillos», ha propuesto una escenografía que utiliza las divisiones del viejo edificio, creando así «un espacio poético y épico a la vez», según su definición.
Si bien en las anteriores ocasiones que ha subido a escena -fuera o dentro de España- la obra siempre se ha montado poniendo el acento en la parte operística, en esta ocasión Gas ha optado por el «mestizaje» y acercarla más al teatro y al musical, para lo que ha echado mano de «actores y cantantes competentes, algunos de los cuales tienen experiencia en la ópera tradicional». El director del Español confesó que ha «reforzado el aspecto lúdico y crítico, donde detrás está el ser humano».
EL EXPRESIONISMO ALEMÁN DE LOS AÑOS TREINTA
Desde 1927 a 1930 Bertolt Brecht contó con la prioritaria colaboración de Kurt Weill, creando juntos las obras más determinantes de ambos: “Mahagonny” [1927], cuyo estreno en el Festival de Baden-Baden produjo un escándalo por parte del público; “La ópera de los tres centavos” [1928], inspirada en “The Beggar’s Opera” [La ópera del mendigo], de John Gay, dramaturgo muy evolucionado para su época, ya que en 1728 se atrevió a llevar a escena la vida de asesinos, mendigos y prostitutas; “El que dice sí” [1930], ópera didáctica que en tres años se representó más de 500 veces en Alemania y, por último, la ampliación formidable del Mahagonny de 1927 en esta ‘ópera’ “Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny” [1930].
El expresionismo literario aparece en la Alemania de finales del siglo XIX como un movimiento en contra de la herencia de las burguesías románticas, el realismo y contra el naturalismo. La esencia del expresionismo es la dialéctica interior que rompe los moldes de los movimientos anteriores, una conjugación que relaciona el lenguaje y lo hace a la par expresivo y explosivo, en una permanente manifestación contra los males inherentes de una época sumamente materialista. Grandes problemas sociales, frente a la creciente desigualdad de oportunidades del hombre común y la influencia de la tecnología que instituía nuevas formas de dependencia y esclavitud. Un pesimismo existencial que generaba una visión profética de grandes conflictos bélicos y el asfixiante concepto plutocrático fueron los detonantes principales para el nacimiento del expresionismo en Alemania.
El estrenó de “Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny” tuvo lugar en la Ópera Municipal de Leipzig el 9 de marzo de 1930, causando un sonado escándalo y con opiniones negativas por parte de la prensa. Días después del estreno en Leipzig fue brindada en el Teatro de la ciudad de Kassel. Meses después, en octubre de 1930 fue representada en la Ópera de Francfort. Las representaciones fueron modificándose con correcciones a partir del estreno, y una versión que pudo ser la definitiva fue la que se ofreció en el Theater am Kurfürstendamm de Berlín en diciembre de 1931. Después de esta representación, la obra fue bajada de los escenarios debido a los acontecimientos politicos de fines de 1932 y comienzos de 1933, la ascensión del nacional-socialismo en suma.
Brecht, un entusiasta del régimen de la Alemania del Este, que le convirtió en ‘sumo sacerdote intelectual’, representa en el teatro europeo el ideal del intelectual comprometido, del escritor que pone su pluma al servicio de su causa. Sus obras todavía eran vistas en los años setenta con comunión y éxtasis por parte de la izquierda militante. Pero en las últimas décadas, y paralelamente a la adopción de este discurso -ayer subversivo, hoy oficial- por las masas consumistas como anestesiante y coartada, poco aporta realmente ya. Salvo la constatación de que ideas preconcebidas invalidan la trascendencia de la obra artística.
SÍNTESIS ARGUMENTAL
Leokadja Begbick [La Viuda], Moses [La Trinidad] y Fatty [El Contador] son tres prófugos de la justicia que perdidos en el desierto deciden crear una ciudad cerca de la costa donde desembocan los ríos de los que se extrae oro. Esta ciudad se llamará Mahagonny y será el paraíso del placer y del ocio. Lo primero que fundan, en el centro de la ciudad, es la taberna donde empezaran a trabajas Jenny y sus chicas [las prostitutas].
Empiezan a llegar los descontentos de todo el mundo a la ciudad del placer, entre ellos cuatro leñadores de Alaska [Jimmy Mahoney, Bill, Jack y Joe] que quieren vivir la vida con los ahorros de siete años talando árboles. La Viuda recibe a los nuevos inquilinos e invita a que prueben los servicios que ofrece la ciudad. Jimmy elije a Jenny y confunde la relación comercial con los sentimientos. Él quiere a Jenny, pero ella no pretende atarse a ningún sentimiento, recuerda las palabras de su madre que la educó entre avaricia y odio. Jimmy, enfurecido quiere irse de la ciudad, pero sus amigos le detienen.
De forma inesperada aparece un conflicto en la pacifica ciudad, que es representado por un huracán que acecha las vidas de los habitantes de Mahagonny. Con la proximidad de la catástrofe atmosférica se representa la relación entre futuro y prohibición. Es decir, al no tener preocupaciones existencialistas en cuanto al futuro, no se establece ninguna prohibición en la ciudad y cuando aparece el miedo existencial se establece la limitación de la libertad. Con esto Jimmy reflexiona y comprende que la prohibición es generadora de infelicidad. Más tarde, el huracán esquiva la ciudad y la salvación da inicio a una nueva era. La nueva era se puede considerar en forma metafórica como una posguerra, donde el hombre pierde el miedo instantáneo a la muerte.
El paradigma de felicidad que busca Jimmy es el resultado de la extinción de la prohibición, ya que los deseos del hombre tienen que ser alcanzados plenamente [comida y bebida, sexo, lucha]. Jack, el amigo de Jimmy, muere cuando busca saciarse. Con esto se considera la imposibilidad del fin del placer humano. En otra escena otros hombres esperan su turno para que las prostitutas los atiendan y se observa la relación del deseo con el tiempo y el dinero.
Además, Joe desafia en combate a Moses [la Trinidad] y pide a sus amigos que apuesten por él. Jimmy es el único amigo que le apoya y pierde todo su dinero, ya que el combate es desigual y Moses mata a Joe. Lastimado por esa muerte, Jimmy va a la taberna e invita a todos los hombres a beber y pide a Jenny y a su amigo Bill que regresen con él hacia Alaska. En ese momento Moe reclama el importe de las bebidas a Jimmy, al darse cuenta de que no tiene pide ayuda, pero todos se la niegan.
Jimmy es detenido por instigación del asesinato de Joe, seducir a Jenny y por no pagar su deuda. Es condenado a muerte por no pagar su deuda, el peor crimen en Mahagonny es no tener dinero. En el momento en que se va a efectuar su castigo, la representación de Dios llega a Mahagonny y juzga a los hombres de la ciudad del placer.