De cómo Nietzsche perdió la razón

(BBC).-«Uno de los documentos más conmovedores del espíritu humano». Con estas palabras calificó el escritor austríaco Stefan Zweig las cartas que la madre de Friedrich Nietzsche (1844-1900) escribió al matrimonio Overbeck.

En ellas, una anciana Franziska Nietzsche da cuenta de cómo evolucionó hacia la locura la mente de su hijo, considerado uno de los pilares del pensamiento contemporáneo.

Más de un siglo después de la última epistolar, «Mi melancólica alegría», de la editorial Siete Mares, llega ahora a las librerías con esas 60 cartas de gran valor documental, la mayoría inéditas en castellano y publicadas por primera vez como libro.

«En las horas del crepúsculo, cuando la oscuridad suele ser tanta que ni siquiera nos vemos, realizo una especie de ejercicio de memoria. Por ejemplo, le pregunto por Epicuro, Aristóteles, ‘cuénteme quién fue (…)’. Y me cuenta cosas durante una hora (…), de tal manera que siempre lamento que no lo escuche ninguna persona culta y erudita que pudiera replicarle de manera análoga» (5/10/1890).

Este extracto de una de las cartas refleja la hazaña materna, la de una madre de poco bagaje cultural y fuerte convicción religiosa que no sólo dedicó sus últimos ocho años de vida al cuidado de su hijo sino que decidió leer, por primera vez a sus 70 años, su obra completa.

Camino hacia la locura

El inicio de la correspondencia coincide con el primer episodio del viaje hacia la demencia de Nietzsche. Fue a finales de 1888, cuando el filósofo sufrió en Turín una crisis nerviosa de la que ya no logró recuperarse.

Diagnosticado con parálisis cerebral progresiva, en 1889 fue trasladado hacia Basilea, Suiza, por su buen amigo Franz Overbeck, donde Franziska fue a recogerlo para internarlo en una clínica psiquiátrica de Jena.

Las cartas, dirigidas al profesor Overbeck y su esposa, Ida, empiezan con ese viaje desde Basilea, continúan con el traslado de «Fritz» a la casa familiar de Naumburgo y se prolongan hasta pocos días antes de la muerte de la madre, en 1897.

El testimonio se adentra en la dura vida cotidiana de ambos, los problemas económicos que atravesaron y el progresivo deterioro del autor de «Así habló Zaratustra».

Franziska cuenta como, para una mujer de arraigadas creencias religiosas, afrontar la lectura de Zaratustra no resultó fácil. «Me afecta mucho, en la medida en que los cimientos de nuestras creencias se tambalean, y al final, incluso, podría resentirse el amor que siento hacia un caballero tan querido y un hijo tan amado» (15/04/1891).

La correspondencia también rebela la suerte que corrió la obra inédita del filósofo y las maniobras para manipular su legado por parte de su hermana Elizabeth, quien se encargaría de relacionar a Nietzsche con los nazis y de exhibirlo en público, tras la muerte de su madre, cuando ya no era capaz de reconocer a nadie.

Si bien el interés documental de lo narrado es incuestionable, las cartas son un reflejo de la entrega de una madre a la atención continua de su hijo enfermo.

Como ella misma escribe en julio de 1896: «Alabado sea Dios sólo por haberme permitido hasta ahora prodigar los cuidados a mi hijo (…). Él sigue siendo mi melancólica alegría».

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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