Irina Brook, para mondarse de la risa a costa de Shakespeare, por J.C.Deus

Irina Brook tenía siete años cuando experimentó por primera vez la “magia de este texto extraordinario”. Corrían los años setenta y su padre, el famoso Peter Brook, presentaba Midsummer Night´s Dream (El sueño de una nochede verano), del señor Shakespeare. Tres décadas después, Irina se atreve a presentar un montaje facilón de la misma obra ‘para llevar el teatro a aquellos lugares que han estado tradicionalmente alejados de las propuestas culturales’. No es precisamente el Teatro de la Abadía y el Festival de Otoño de Madrid un sitio así. Pero como si lo ‘fusiese’, pues el público se mondó de la risa, como dice todavía alguna cursi. A este pobre comentarista, no le hizo la menor gracia.

La adaptación del clásico, titulada ‘En attedant le songe’ y estrenada en 2005, se presenta así: ‘lúdica, llena de alegría y extravagancia, en la que seis actores varones interpretan a las jóvenes novias, a las hadas irreverentes… y a un Puck más funky que nunca. Una reconciliación de diversión, clasicismo y contemporaneidad; una manera distinta de convocar al público, recuperando el espíritu festivo que barnizaba los espectáculos ambulantes’.

Hija del director Peter Brook y de la actriz Natasha Parry, Irina Brook nació en París y comenzó en el teatro en obras dirigidas por su padre. Desde mediados de los noventa, dirige. En 1998 monta la versión francesa del texto de Kalinoski, Une bête sur la lune, en el Théâtre Vidy-Lausanne y consigue cinco premios Molière, entre ellos a la Dirección y al Mejor Espectáculo. También es responsable de numerosas puestas en escena para ópera, entre ellas La flauta mágica, La Traviata e Il barbero di buon cuore, pieza que montó para el Teatro Real de Madrid en la temporada pasada, hace ahora un año, y cuyo montaje nos pareció entonces equivocado.

Hemos vuelto a ver a la Brook hija porque el mejor escribiente tiene un borrón, pero la primera impresión se ha confirmado. Entonces explicábamos nuestras pegas a aquel ‘El Gruñón de buen corazón’: ‘¿Por qué? No por su música ni por la dirección musical del especialista en barroco y clasicismo español Christophe Rousset. No por el reparto, aunque la soprano Elena de la Merced, en el papel de la protagonista, esté sólo correcta, y el elenco en general alcance sus mejores momentos en la segunda parte. Pero la producción, en colaboración con el Gran Teatre del Liceu, es de las más pobres que se han visto en el Real. Y la dirección de escena es absolutamente inadecuada. Irina Brook, hija del director Peter Brook, firma este decorado pobretón y romo donde también naufraga la escenografía de Noëlle Ginéfri. Ello agiganta las dificultades de acercamiento a lo que resulta de por sí lejano. Afortunadamente, libreto, música e intérpretes consiguen un desenlace magnífico que compensa los desaguisados’.

Lo que hizo entonces fue esto: ‘un lugar horrible donde personajes mal vestidos se mueven sin ton ni son con bandejas en la mano, se sientan y se levantan sin orden ni concierto, y donde ocurre la herejía de las herejías que los tiempos vieron en un coso operístico con una obra del siglo XVIII: un personaje enarbola durante unos minutos ¡una fregona!. Una fregona, con su cubo de plástico rojo: ¿cómo va a poder uno que ha venido a ver una ópera ‘mozartiana’ sentirse a gusto? ¿Pues que te ha hecho, Irina, el Real y el pobre Vicente Martín y Soler (1754-1806) , para que nos presentes esto? Un noble señor vestido como el vecino cuando se pone a ver la tele; su sobrina casadera con torerillas y vaqueros; su hermano que la quiere meter en un convento, como un Moranco; el enamorado con el casco de la moto. Y todo ellos en un contexto propio de los seriales costumbristas de Antena3 y Tele5. La ópera es el último reducto elitista que queda. Seamos modernos de verdad y no ramplones. Todo esto es un insulto no sólo a la estética, sino sobre todo a la inteligencia, pues impide conocer la obra’.

Lo que ha hecho ahora es otro desaguisado: el teatro ‘a lo pobre’ es una bonita causa siempre que no obtenga grandes honorarios, porque entonces es un doble engaño. La propuesta es pobre de conceptualidad y pobre de actualización. Hombres vestidos de mujeres dando grititos y componiendo gestos picarones, mucho ruido y pocas nueces. No gana nada esta banal obra de Shakespeare y pierde lo que pudiera tener de misterioso e imperecedero. Los actores son buenos y hay momentos para sonreir. Pero en su conjunto es una patochada facilona para públicos que van al teatro ‘a pasar un buen rato’, de risa fácil y forzada.

Escribe Irina: ‘He tenido un sueño maravilloso. He soñado que con un pequeño grupo de actores (únicamente hombres, como en los tiempos de Shakespeare), habíamos montado Midsummer Night’s Dream. Un sueño hecho con cualquier cosa, algunos accesorios cogidos aquí y allí, bonitos camisones rosas y un parasol blanco para convertir a las chicas en hadas improvisadas (¡cierto, un poco viriles!) con utensilios de cocina. La magia de este texto extraordinario, una maravilla de la que nunca me he cansado, que he visto y vuelto a ver quizás unas sesenta veces. La magia de las palabras de Shakespeare en las que todo está presente: el amor, el humor, el dolor, los celos, la pasión, el deseo, el perdón. Qué placer interpretar a Shakespeare para obreros; para lugareños que, a pesar de la proximidad de París, no han visto teatro en su vida; adolescentes que vienen a echar una ojeada irónica y acaban por sentarse, maravillados, en la primera fila; personas mayores; niños fascinados. E incluso, una vez, un señor con un gato. He aquí el teatro con el que siempre he soñado. La razón por la que hago teatro’.

Muy laudable, pero ‘very patronising’, arrogante intelectual facilitando el acceso de las masas a las bellas artes, el programa mendaz con el que que las orondas minorías intelectuales occidentales jusitifican sus dispendios. Caridad artística, no gracias. ‘Con esta creación, Irina Brook experimenta una forma diferente de convocar al público, y desea reencontrar el sentido de la fiesta que acompañaba las representaciones de los espectáculos ambulantes, tanto en el exterior como en lugares cerrados’, dice la presentación oficial. A mí, me parecen justificaciones para un montaje vulgar, de mediano nivel y cero aportaciones.

‘Tras diez años de teatro en los escenarios parisinos, entre otros, he vivido, gracias a esta experiencia que necesita de pocos medios, una especie de renacimiento y de redescubrimiento del arte escénico. El teatro sigue siendo un placer como experiencia de aventura común que se comparte no sólo con los compañeros técnicos o actores, sino también con el público. Tener una compañía propia, sentirse autónoma y poder salir al campo con los niños para un picnic es la razón de ser del amor al teatro, más allá de cualquier tipo de gloria’. Puede que a Irina Brook la experiencia le haya sido provechosa. Pero para el espectador ansioso de alimento espiritual y estímulos estéticos, es una completa decepción.

¿Por qué ‘El sueño de una noche de verano’? ‘Para los anglosajones, se explica, sigue siendo La Obra con mayúsculas, la obra grandiosa y la más accesible del repertorio. Desde pequeños, forma parte de nuestra cultura. La estudiamos en el colegio, asistimos a sus representaciones. En ella, distintos niveles progresan al mismo tiempo. Oberón y Titania, la reina de las hadas, responden a una dimensión mística y mágica que vive en el interior de todos nosotros. La mirada moderna de Titania sobre los humanos es precursora de nuestra visión contemporánea. Su discurso -una especie de predicción planetaria- le da la vuelta a todo: hace frío en verano y calor en invierno. Cuando los grandes dirigentes del mundo se enfrentan, se pierde la armonía: y la Tierra se rebela… Por otro lado, la presencia de los artesanos aporta una dimensión cómica, vulgar, cercana a la tierra, profundamente fraternal. Los enamorados evolucionan de uno a otro extremo, del amor al odio. Todo el mundo puede verse reflejado en su forma de relacionarse. La idea de depositar una flor mágica sobre los ojos de los personajes para que se enamoren de quien sea es totalmente acertada. El acto insensato del flechazo es enigmático; provoca pasión y fascinación seguidos de la decepción y del desvanecimiento del hechizo. El sueño de una noche de verano es una pieza sobre el teatro: artesanos que se empeñan en conseguir
un imposible con una torpeza inaudita, pero que no es mala cuando se presenta con sencillez. El sueño es ante todo una ensoñación vivida a través de las palabras y la imaginación. Oberón mira al público y dice: “Soy invisible”: y, a partir de ese momento, lo es. Esa es una de las claves del teatro que me pone la carne de gallina’.

Bonita descripción ciertamente. Midsummer Night´s Dream es una cosa muy anglosajona. Representada así pierde misterio y altura, y gana cabriolas, muecas, y halagos a lo que un incombustible crítico llamaría ‘los bajos instintos del espectador pasivo’.

EN ATTENDANT LE SONGE
Madrid. Teatro de La Abadía
www.teatroabadia.com
Del 29 al 31 de octubre a las 20.30 horas
Alcalá de Henares. Corral de Comedias
www.corraldealcala.com
Días 1 y 2 de noviembre a las 20 horas.

Dirección: IRINA BROOK
Traducción y asistencia de dirección: MARIE-PAULE RAMO
Interpretación: HOVNATAN AVEDIKIAN, VINCENT
BERGER, JERRY DI GIACOMO, GÉRALD PAPASIAN, CHRISTIAN PÉLISSIER y AUGUSTIN RUHABURA
Regiduría y papel de Philostrate: PHILIPPE JASKO
Sonido y luces: THIBAULT DUCROS
ESTRENO EN ESPAÑA

————————————————————————
(NOTA: Si desea recibir un aviso diario de las informaciones nuevas que publicamos, introduzca su dirección de correo en el recuadro ‘Suscribirse a Infordeus-Blog’ de la columna de la izquierda de las páginas de Infordeus. Gracias por su interés).
————————————————————————

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

Lo más leído