Del Rey que rabió al que rabiará un día, por J.C.Deus

‘El Rey que rabió’ de Ruperto Chapí es una zarzuela que permite pasar un buen rato sin complicaciones; así fue concebida, así es representada y así hay que verla. Se la ha caracterizado de ‘opereta a la española’ para insinuar que su nivel musical es superior a la media zarzuelística e inferior a las ínfulas de la gran ópera. Para sortear la eterna polémica eufórico-depresiva sobre nuestro género nacional, digamos que es una buena zarzuela y punto.

Se estrenó en 1891, cinco años después de que Alfonso XIII sucediera a su padre Alfonso XII en el trono de España, y puede entenderse como una suave reprimenda a los monarcas para que se acerquen a sus súbditos rompiendo el cerco y manipulación a los que les someten sus consejeros. Y a las excelencias del amor plebeyo sobre las limitaciones de la sangre real a la hora de que un monarca encuentre pareja. La obra hace referencia a una historia antigua sobre un rey que contrajo la rabia por aventurarse entre sus súbditos y es la anécdota casi marginal para el título.

Chapí introdujo una notable crítica social expuesta con sutiliza y sin acritud. Se vitorea la libertad y un personaje principal se permite exclamar ¡Maldito sea el Rey!». El consejo de ministros es ridiculizado con generales y almirantes al frente que son poco más que un bigote presumido y temeroso de ser un día cesado. Los campesinos están a punto de sublevarse contra los impuestos excesivos. El rey mismo deserta por amor y se ve obligado a sobornar a su gobierno para poder casarse con una plebeya. En fin, que con estos mimbres, un montaje más politizado podía llegar bien lejos, incluso hasta más allá del momento actual, con don Felipe y doña Leticia.

Estamos ante una producción que se estrenó hace dos años y que vuelve al Teatro de la Zarzuela en el marco del centenario del fallecimiento de su autor, «un gran divertimento con cantantes, acróbatas y bailarines y también con un punto de enjundia y leve ironía sutil», en opinión de Luis Olmos, director de la obra y del teatro, que la programa estas navidades confiado en su tirón popular y en que sea «espectáculo para toda la familia». Suave, agradable, inocente… No hay tanto de esta guisa en un mundo del entretenimiento donde prima la atracción por la repulsión o el estremecimiento. Y las virtudes de esta pieza serán sus inconvneientes para quienes la juzguen bobalicona y caduca antigualla.

Los directores musicales, Miquel Ortega y José Miguel Pérez-Sierra, elogian como es preceptivo la categoría de ‘El Rey que rabió’: «Es una obra enorme y Chapí uno de los más grandes compositores españoles. Cuando analizas sus cuartetos, sinfonías o zarzuelas te das cuenta de su talla», opina Ortega. Para Pérez-Sierra es «una opereta española que no pierde la genialidad de la zarzuela de un autor, injustamente desconocido, un poco por nuestra culpa’. La versión incorpora una troupe cirquense que da brillantez y espectacularidad al escenario, donde los decorados son un tanto modestos y el vestuario aceptable. El reparto está impecable sin que pueda destacarse a nadie.

Este es uno de los actos programados en memoria del autor de zarzuelas como ‘La Revoltosa’ y óperas como ‘Margarita la tornera’. Javier Casals, comisario de este centenario, da a conocer hoy mismo el conjunto de actos, desde un congreso internacional a la restauración de filmaciones de algunas de sus zarzuelas, patrocinados por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) -de la que Chapí fue cofundador- Ministerio de Cultura, Generalitat Valenciana, Comunidad de Madrid e Instituto Cervantes. «Queremos que se valore el significado de Chapí entonces y ahora», autor de más de 200 obras, una producción enorme sólo comparable con la de Lope de Vega. Chapí es otro compatriota estúpidamente ignorado, que compuso su primera zarzuela a los doce años, que fue maestro de Manuel de Falla, y que fundó la S.G.A.E. en 1893, para acabar con una situación en la que los editores compraban la obra al artista por poco dinero y se convertían en sus propietarios, por lo que el compositor no tenía ningún control sobre su producción.

Chapí vivió en la segunda mitad del siglo XIX, falleciendo en 1909, viviendo la evolución de la zarzuela clásica hacia la aparición del género chico, como concesión al nuevo público burgués: obras más cortas y menois ambiciosas, como los musicales de hoy día, para un auditorio más amplio, menos preparado culturalmente, ansioso de divertirse. El mismo fenómeno que se vivía en toda Europa con denominaciones diferentes. Pero Chapí tenía aspiraciones y siguió componiendo zarzuelas con varios actos durante la última década del siglo, aunque ninguna tuvo la enorme aceptación de El Rey que Rabió, obra en tres actos, estrenada en 1891, cuando el músico tenía ya tras de sí una producción importante. La música era brillante, evocadora, una sutil mezcla de elementos nacionales y extranjeros, y su forma se adaptaba a ciertos modelos de la opereta centroeuropea que por esos momentos encandilaba a los auditorios de toda Europa, una creación considerada muy «moderna» hacia 1900.

Era en aquel momento el músico nacional más viajado y había vivido unos años fuera de España, observando con que formas de teatro lírico se divertía el gran público en París, Roma, Viena… No es arriesgado conjeturar que se estaba atreviendo a estrenar en Madrid algo que ya estaba suficientemente avalado por un amplio
auditorio europeo. La elección de los libretistas, Ramos Carrión y Vital Aza, fue muy oportuna, y su trabajo resulta hoy todavía muy superior al que uino suele ver en los escenarios operísticos. Estaban muy curtidos en el teatro lírico e iban a aportar al libro frescura e intencionalidad, peculiaridades que no solía tener la opereta
internacional y que darían un sello original a la obra. Que El Rey, todavía intocable, sea el protagonista humanizado e interesado por conocer y saber cuál es la situación de su país es un ingrediente innovador y original en la monarquía española de la Restauración canovista, escribe en el texto del programa ‘Opereta a la española’, Carmen del Moral Ruiz.

Se ha dicho que el rey que inspiró a Chapí fue probablemente Alfonso XII (1874-1885). Cuando la obra se estrenó había muerto prematuramente pero su breve reinado había dejado en el imaginario popular un afectuoso recuerdo. Su gobierno había estado marcado por cierta bonanza y la imagen de un rey afable, cordial, sentimental, repleto de buenas intenciones y deseos, pudo servir para la construcción lírico-dramática del personaje y de sus acciones a lo largo de la obra. No es un monarca banal, de opereta: es un joven rey que quiere conocer el país que gobierna, empeño que a todas luces impiden sus ministros y consejeros. Estos, aduladores, corruptos, intentan crear una muralla alrededor del monarca que le enmascare la realidad, por ello decide huir disfrazado como pastor y toparse con ella. La fábula podía verse como una alusión al carácter oligárquico sobre el que reposaba el sistema político inventado por Cánovas del Castillo. Igualmente interesantes resultan las continuas y recurrentes referencias a lo largo de la obra al servicio militar obligatorio, con su secuela inevitable de deserciones. Entre bromas y chistes, la milicia, el alistamiento militar sale a escena como una condición inevitable pero también odiosa. En el momento del estreno de la obra, había en Cuba más de 200.000 soldados españoles: mal armados, mal nutridos, mal vestidos y totalmente indefensos ante las enfermedades tropicales. El desertor, el soldado que podía escapar de esa amenaza, no era sólo una ficción teatral, era un hecho bastante conocido para la mayor parte de la población. La suave crítica del panorama
nacional transformaba la obra en una opereta española.

La crítica del estreno que publicó El Heraldo de Madrid decía: «19 números tiene la partitura y 19 ovaciones obtuvo Chapí. El rey que rabió está asegurado por mucho tiempo en su trono. No hay peligro de que sea destronado».

Hay quien opina que la casi inexistencia de ópera española se debe a que nuestros compositores no tenían donde estrenar y se refugiaron en la zarzuela, creando así su repertorio extraordinario, en su mayor parte aún desconocido. La ópera es más ambiciosa que la zarzuela y necesita élites muy cultivadas musicalmente. Aquí al parecer no las había.

Para consultar todos los detalles, el programa con argumento, biografías y números musicales, y el texto completo de la obra.

El Rey que Rabió
(En conmemoración del centenario del fallecimiento de Ruperto Chapí)
Música de Ruperto Chapí
Libro de Miguel Ramos Carrión y Vital Aza
Estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el 21 de Abril de 1891
Edición crítica a cargo de Tomás Marco
Versión teatral de Luis Olmos
Producción del Teatro de La Zarzuela, 2007

Dirección Musical: José Miguel Pérez-Sierra / Miquel Ortega
Dirección de Escena: Luis Olmos
Escenografía: Juan Sanz y Miguel Ángel Coso
Iluminación: Fernando Ayuste
Figurines: Pepe Corzo
Coreografía y Guión Coreográfico: Michelle Man / Luis Olmos

Reparto:

EL REY Alejandro Roy, Julio Morales
ROSA Susana Cordón, Sonia de Munck
MARÍA Amelia Font
EL GENERAL Luis Álvarez
JEREMÍAS Emilio Sánchez
EL ALMIRANTE Lorenzo Moncloa
EL INTENDENTE F rancisco Javier Jiménez
EL GOBERNADOR Fernando Latorre
EL CAPITÁN Ismael Fritschi
JUAN Emilio García Carretero
EL ALCALDE Celestino Varela
PAJE 1.º / BAILARÍN Luis Romero
LORENZO Luis E. González
ALDEANO Román Fernández Cañadas
ALDEANA Ana Santamarina
CENTINELA / PAJE 2.º Marcos Rivas
ARTISTAS DE CIRCO Olho Branco, Stefano Fabris,
Bárbara Gov an, Morgane Jaudou,
Ilia Miña, Marcos Rivas,
Roberto C. Rodríguez, Endika Salazar
y Daniel Sánchez
BALLET / FIGURACIÓN Remedios Domingo, Damián Donado,
María Ángeles Fernández, Natxo Martín,
Iris Muñoz, Gabriel Nicolás,
Ana Pérez, Billie Pérez
y Luis Romero

Orquesta de la Comunidad de Madrid
Titular del Teatro de la Zarzuela
Coro del Teatro de la Zarzuela
Director: Antonio Fauró

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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