Y los sueños, sueños son, por J.C.Deus

Esta versión de La vida es sueño es buena en todos sus aspectos, aunque le falte un toque de excelencia. Cumple en la transmisión, aunque no consigue superar las dificultades intrínsecas que la obra tiene. Estamos ante un texto filosófico, de gran altura intelectual y estética, cuya comprensión exige no poco esfuerzo a un espectador adormecido por la cultura-entretenimiento. Para ayudar en ese esfuerzo, montaje, escenografía e interpretación podían haber aportado un poco más. Pero el resultado sin dura tiene un notable alto y se suma a los éxitos que este equipo viene cosechando.

Don Pedro Calderón de la Barca (con un ‘don’ como una casa) es, quizá, el autor más profundo de la literatura castellana. Alguien dijo de él que era un intelectual alemán que se equivocó naciendo en España. Los problemas de representación de La vida es sueño comienzan en el mismo texto, porque Calderón se planteó responder a las grandes preguntas de la existencia, y esas preguntas no tienen respuesta. En la obra hay también amor, engaño, odio, y sobre todo desmesurada ambición como en la vida misma. «La vida es sueño» fue, junto con «Las Meninas» de Velázquez, la obra que puso «un punto de inicio a la modernidad», opina Pérez de la Fuente, que considera su versión «decidida, valiente, rotunda a todos los niveles; naturalmente se ha hecho una versión política, y la clave reside en no saber dónde esta la verdad».

La adaptación es del vicedirector de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), Pedro Manuel Villora: «no he introducido nada que no estuviera en el texto original de Calderón, simplemente he traído un texto clásico a la modernidad, pero esto sólo puede hacerse si la obra ya de por sí es moderna. En caso contrario, no se puede forzar». El príncipe Segismundo es Fernando Cayo -un gran actor que acaba de interpretar estupendamente a otro príncipe más cercano, don Juan Carlos, en una producción de Antena 3 en el aniversario de la muerte de francisco Franco-, y el Rey Basilio es el consagrado Chete Lera, que no está mal en el papel pero tampoco exultante. Victoria dal Vera tuvo una crisis tras el estreno pero pudo superarla. Y es que Estrella queda un tanto apagada por Rosaura.

Segismundo vive encadenado en una torre, o una caverna desde la perspectiva platónica, porque un adivino ha determinado que será un rey tiránico y cruel en el trono además de un mal hijo. Su padre Basilio lo libera a prueba, pero Segismundo se comporta con orgullo y soberbia, frutos del resentimiento por su cautiverio. Las pasiones desatadas irrumpen en la corte de Basilio y él lo devuelve a la torre haciéndole creer que todo ha sido en sueño. Pero su cautiverio acaba con una sublevación popular que le encumbra como rey, a un Segismundo que ya no sabe si sueña o vive…

La obra ha estado ya en la Volksbhune de Berlín, el Teatre Romea de Barcelona y otros escenarios españoles. Se trata de una adaptación de Pedro Víllora, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente, con Fernando Cayo y Chete Lera en los papeles de los protagonistas, Segismundo, el príncipe que vuelve a la vida, y Basilio, su padre y rey. La obra, es sabido, está considerada una de las cumbres del teatro universal y una joya del barroco español. Se estrenó en Madrid en el año 1635, cuando Calderón era un joven rebelde, inconformista y atormentado.

El anterior director escénico del Centro Dramático Nacional, Juan Carlos Pérez de la Fuente, vuelve a demostrar su valía ante un difícil desafío. El vestuario de Javier Artiñano, ganador de seis Goyas de la Academia de Cine, es aceptable, inspirado en la película Matrix, a su vez inspirada en esta obra. La escenografía resulta algo pobre. Y es que, en general, el minimalismo ahorrativo en los recursos fue en un su momento un avance clarificador, pero hoy está reduciendo los escenarios a demasiado poco y pobre.

La vida es sueño puede verse mil veces y aún desconfiar en que uno no ha penetrado del todo en su misterio. Son tres mil extraordinarios versos, envueltos en una aparente trama política, que envuelve a su vez una trama existencial, la de la libertad pugnando con el destino. Un padre encierra de por vida a su hijo porque le adivinan rebelde y aciago. Cuando llega a joven, es liberado el preso para probar su comportamiento. No pasa la prueba y el padre vuelve a encerrarlo. Y es entonces cuando se cumplirá la profecía que lo anunciaba derrocando a su padre. ¿Es eso? No, es mucho más. Todo un reto, representarlo hoy.

El soliloquio de Segismundo está separado en siete décimas a excepción del primer verso. Cada décima es octosílaba y en cada una de ellas se encuentra un planteamiento filosófico de los grandes debates entre la reforma protestante y la contrarreforma católica. El libre albedrío que es sustentado por la iglesia y la predestinación que es sustentado por los reformistas protestantes. Ambas tesis tienen apostura bíblica. Vence la ortodoxia, por supuesto. Pero había que tener narices para tocar estos temas en la España del siglo XVII.

La obra esta dividida en tres jornadas. La primera jornada ocurre en la torre de Segismundo a la cual llegan Rosaura y Clarín después de una travesía por un monte. La segunda jornada se desarrolla en el palacio de Basilio y es cuando Segismundo asciende al poder, pero al final de esta jornada Segismundo es devuelto a la torre por su padre. En la última jornada se enfrentan padre e hijo en una batalla por el poder, donde termina victorioso el hijo y perdona a su padre.

Perdonenme, pero no resisto la tentación de invitarles a leer de nuevo el célebre soliloquio de Segismundo, que es una pequeña obra de arte que dice así:

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

En España parece a punto de fenecer -por fortuna desde mi punto de vista- la costumbre de representar el Don Juan todos los otoños. Yo propondría sustituirlo por La vida es sueño. Quizás así un día termináramos entendiendo que quiso decirnos Calderón con esta obra. Nuestra vida es nuestra obra, un trabajo provisorio que hemos venido a realizar por un tiempo. Quizás un paréntesis, quizás el todo.

LA VIDA ES SUEÑO
En el Teatro Albéniz desde el 4 hasta el 21 de diciembre de 2008

Teatro Albéniz
http://www.madrid.org/clas_artes/teatros/albeniz/

Pérez de la Fuente Producciones
http://www.perezdelafuente.es/pages/encartel/VIDAESSUENO/vidaessueno.htm

EQUIPO ARTÍSTICO
Dirección
JUAN CARLOS PÉREZ
DE LA FUENTE
Versión
PEDRO MANUEL VÍLLORA
Composición musical
JOSÉ DE EUSEBIO
Coreografía
CHEVI MURADAY
Escenografía
RAFAEL GARRIGÓS
Vestuario
JAVIER ARTIÑANO
Iluminación
JOSÉ MANUEL GUERRA
Espacio sonoro
MARIANO GARCÍA
Ayudante de dirección
YOANA LÓPEZ-LOBATO
Asesores de verso
VICENTE FUENTES
FRANCISCO ROJAS

REPARTO
FERNANDO CAYO ….. Segismundo
CHETE LERA …. Rey Basilio
ANA CALEYA …. Rosaura
JESÚS RUYMÁN …. Clotaldo
DANIEL HUARTE …. Clarín
JOSEP ALBERT …. Astolfo
VICTORIA DAL VERA … Estrella
VÍCTOR ANCIONES
PEDRO CUADRADO
JOSEBA GÓMEZ
SAMUEL SEÑAS …. soldados/criados

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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