El Centro Dramático Nacional produce Llueve en Barcelona, una obra de Pau Miró, barcelonés de 34 años, dirigida por Francesco Saponaro, napolitano de 38 años. Gente joven y competente. Ya estuvo en Madrid en el festival de otoño de 2006, antes de que obtuviera gran éxito en Italia. Es una comedia costumbrista de pequeño formato bien escrita, dirigida e interpretada que le hará pasar un buen rato. Tiene aciertos indudables y algunos defectos. Merece un notable.
Ya obtuvo en su versión original catalana cinco nominaciones en los premios Butaca, entre ellas las de mejor texto y mejor espectáculo de pequeño formato, y en 2008 fue premio de la crítica en Italia; está ya traducida a cinco idiomas, y tiene un par de versiones radiofónicas y cinematográficas. Es un triángulo amoroso entre una joven prostituta iletrada, su novio y un cliente culto al que ella admira. Ella es una buena chica que aspira a una vida mejor y admira eso que se dice tener cultura, lo que la lleva a buscar clientes en los museos y la universidad. Mantiene a un novio desocupado al que preocupan las dudas existenciales de ella. Su cliente es un maniático propietario de una librería cuya mujer agoniza en el hospital con una enfermedad terminal.
La obra trascurre en un pequeño piso de alquiler en un inmueble necesitado de reformas del centro de la ciudad. Mejor dicho, en el dormitorio del mismo, donde pasan la vida Lali y Carlos, y donde la visita a ella su cliente favorito, David. La ambientación es uno de los aciertos de esta pieza: es la vivienda basura de una cualquiera de las millones de parejas basura que pueblan nuestras ciudades basura -dichos todos los basura con cariño solidario-, lugares sórdidos de mal gusto y pasotismo permanente, la peor herencia de la transición, el resultado de la movida inmovilista con la que contagiaron a los que iban a ser los hijos privilegiados de la ansiada democracia y a los que convirtieron en analfabetos funcionales, sin miras, sin principios, sin futuro ni pasado ni presente. No hay televisión ni se hacen rayas frente al público, un par de detalles que por obvios se agradecen.
Lali no es una puta al uso, sino una chica guapa que se gana la vida chupandósela al que puede y cuya obsesión es llegar a parecer una chica normal. No sabemos lo que cobra, lo justo para el alquiler, su escaso ajuar de trabajo, marcas blancas del supermercado, wiski Ballantine’s para los clientes, y donuts y perritos calientes para el novio. Carlos no es un proxeneta sino un colgado de los millones que hay por ahí, que vive de la novia sin que distinga mucho entre oficios. Lo mismo le daría que fuera secretaria, aunque no le gustaría que fuera cajera porque ganan mucho menos. David es un buen hombre inmaduro y acomplejado que se contenta con ver pintarse las uñas a una jovencita.
No vamos a reventar el par de sorpresas de la pieza, aunque tampoco importaría. Ni a revelar el final, un buen final acorde con el mensaje de la obra. Pau Miró explica que hace diez años que vive en un piso en el barrio del Raval, ‘el mismo piso donde se instalaron mis bisabuelos recién llegados de Aragón. Antes al Raval se le llamaba el Chino, había mucho ruido y ajetreo de putas, de camellos, ahora lo sigue habiendo pero el paso del tiempo y el maquillaje institucional le pusieron sordina al asunto’. Saponaro explica: ‘Lo que me seduce de este espléndido texto es, una vez más, su sencillez y su fuerza plebeya. Para construir el espacio físico y emocional partí de la vidriera que ya existe en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle Inclán, en la
madrileña plaza de Lavapiés, vinculando de este modo la historia a una calle del Raval, parecida a los barrios populares de Madrid, o a los callejones napolitanos en los que nací y a los que me liga mi destino. En un sitio como ése se vive expuesto a la degradación y en unas condiciones de estrechez al tiempo tiernas y desgarradoras’.
Chirrían el volumen brutal de la música en los intermedios y la pantalla de cine para contar lo que pasa en el cuarto de baño o en la habitación del hospital, cosas que deberían haberse representado en directo. Adolece como es norma en nuestros escenarios de austeridad y rutina. Con un par de felices sorpresas, alguna innovación y algo de ‘carpintería’ se hubiera redondeado la faena escénica. El texto se presta a mayor trascendencia, pero quien sabe si eso le gustaría al respetable. Para nosotros, es un retrato poético y competente de la miseria vital de la larga transición española hacia ninguna parte.
El figurinista Antonio Belart fue finalista en los Max 2008 como mejor figurinista por Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, dirigida por Mario Gas). Entre sus trabajos recientes destaca Las troyanas, de Eurípides, también dirigida por Gas), y Ante la jubilación, de Thomas Bernhard, dirigida por Carme Portaceli. El iluminador Rafael Echeverz es también un profesional experimentado.
Los tres actores están bien. Son nombres conocidos en el panorama español. Toni Cantó y Víctor Clavijo construyen personajes creíbles, un poco histriónicos como marca el imperante gusto español. Maria Valverde tiene ya muchas películas a las espaldas, e intervino en ‘Puerta del Sol, un episodio nacional’, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente este año, que incomprensiblemente ha quedado al margen del reparto de nominaciones de los premios anuales del género. La Valverde grita de más, también al gusto español, pero termina cayendo bien, bordando su entrañable personaje.
Llueve en Barcelona rubrica el predominio catalán sobre el panorama teatral madrileño. Un predominio merecido, que debió forjarse en unos tiempos cercanos en los que este cronista vivía lejos de la multipatria reinante. Debe y puede fomentar la emulación. Nos gusta la lluvia. La que cae en Barcelona y la que caiga -siempre bienvenida- en todo estos lares tan necesitados de estímulo.
Teatro Valle-Inclán / Sala Francisco Nieva
22 de enero a 8 de marzo de 2009
Martes a sábados a las 19 h. Domingos a las 18 h.
Duración: 1 h (sin descanso)
Vea un pequeño aperitivo
Llueve en Barcelona
Pau Miró
Producción: Centro Dramático Nacional
Reparto:
Toni Cantó
Víctor Clavijo
María Valverde
Dirección
Francesco Saponaro
Escenografía
Francesco Saponaro
Vestuario
Antonio Belart
Iluminación
Rafa Echeverz
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