Maurice de Vlaminck, la fiera que se cansó de serlo, por J.C.Deus

Estuvo en lo alto de la ola y se dejó caer. Pasado medio siglo de su muerte, llega a París y Madrid, y ciertamente deslumbra aunque uno esté harto del culto que no cesa a las vanguardias de hace un siglo. Se atribuye a Maurice de Vlaminck (1876-1958) la idea de que los buenos pintores son como los buenos cocineros, difíciles de explicar, y de que en arte, las teorías son tan útiles como las recetas, hay que estar enfermo para confiar en ellas. Pensaba, como tantos, que si un cuadro tiene que ser explicado mediante palabras, nada tiene que ver con la pintura.

Todo eso era antes de que el mundo se sofisticara, y aparecieran millones de expertos que lo analizan todo y lo saben todo. Lo que no ha cambiado es la forma como los artistas intentan afirmarse: ‘Tenía la necesidad de destruir las viejas convenciones, explicaba Vlaminck, de desobedecer a fin de recrear la vida y un mundo liberado’. También diría algo mucho más rotundo, y por tanto más célebre y más ‘boutade’: “Lo que en sociedad sólo podría haber hecho arrojando una bomba, he intentado hacerlo en la pintura utilizando los colores puros tal y como salen del tubo. De esta forma he satisfecho mi voluntad de destruir, de desobedecer, para recrear un mundo sensible, vivo y liberado”.

Este es el poco conocido pintor de hace un siglo al que Caixaforum ha traído a Madrid, y luego llevará a Barcelona (en su primera retrospectiva en España, poco después de su primera retrospectiva en París), para satisfacción del público ‘normal’, del consumidor de museos y conciertos, ese ciudadano de clase media que aún cree en el poder redentor -o abrillantador- de la cultura. Las exposición se titula ‘Un instinto fauve’, y la integran ochenta obras de 1900 a 1915, el periodo vanguardista de un pintor que aún viviviría y pintaría cuarenta años más. El conjunto quiere revelarnos la esencia de la obra de Vlaminck, su aportación a la renovación de la pintura dentro de la vanguardia europea de inicios del siglo xx.

Vlaminck progresa desde la influencia de Van Gogh hasta la inserción en lo que se llamaría fauvismo, para posteriormente irse acercando más y más Cezanne. Es la trayectoria desde el imperio del color a la dictadura de la forma, de la figuración a las inmediaciones del abstracto. Y lo hace a través de tres caminos: paisaje, bodegón y retrato. De más a menos. Y el despliegue fabuloso de su talento prolífico de aquellos años que ahora podemos ver, se completa con una muestra de su incursión en la cerámica y una parte de su colección de escultura negra, que llegó a contar con 400 piezas.

El Fauvismo o Fovismo, del francés fauve, «fiera», es el término acuñado para denominar un estilo expresionista basado en colores intensos y un cromatismo antinatural, con árboles en amarillo chillón y rostros de verde esmeralda. Se trataba una vez más, -la historia de las vanguardias de hace un siglo, hoy retaguardias- de ‘épater le bourgeois’, de escandalizar a la clase media. Apareció a la vez que el Expresionismo alemán y tuvo una notable influencia de las ideas de Nietzsche.

Todo surge en torno al Salón de Otoño de 1905: un montón de obras ‘incoherentes’ que se presentan al concurso, se colocan todas juntas y marginadas en la sala 7. El crítico Louis Vauxcelles describirá al conjunto como «Donatello entre las fieras» (fieras en francés es fauves), porque en medio de la sala donde se amontonaban había una escultura de corte renacentista. Una etiqueta de las que hacen época. Después del Salón, Vlaminck comenzará a cotizarse a seis mil francos la pieza. Uno de los marchantes más importantes de
la época, Ambroise Vollard, le compra la mayor parte de su obra.

Nuestro Maurice quiso ser ciclista de joven; escribió mucha poesía, publicó una docena de volúmenes autobiográficos y algunas novelas eróticas. Nos hubiera gustado conocer una muestra de su trabajo pictórico posterior, una etapa tan dilatada y tan despreciada por la crítica. Dicen que no aportó ya nada más que un expresionismo exhausto. Tras un éxito considerable de crítica y público, después de la primera guerra se aparta de los ambientes debidos y se inclina por tendencias más naturalistas, manteniendo una relación espontánea y emocional con la pintura. Adiós a Maurice de Vlaminck, hasta que en 2008 se cumplieran los cincuenta años de su muerte.

PAISAJES DEL SENA

La mayor parte de la producción de Vlaminck está dominada por los paisajes, su tema predilecto. Muchos de ellos los descubría mientras los recorría en bicicleta. Al igual que el resto de fauves, centró su atención en la naturaleza, alejándose de las zonas urbanizadas, y heredó de los impresionistas el interés por la pintura al aire libre. Pero a diferencia de sus compañeros, no viajó al sur de Francia hasta 1913 y fue únicamente el valle del Sena el que le proporcionó los temas para una renovación estética que incluye las aportaciones de la generación anterior, desde la paleta virulenta de Van Gogh a los colores planos
de Gauguin y la exploración de los volúmenes de Cézanne.

Los motivos que pintaba eran en realidad un pretexto, ya que el único objeto del cuadro es la expresión por medio del color y del propio acto de pintar. Por ello, muchos de los paisajes presentes en la exposición, pese a ser lugares próximos a donde residía, no incluyen ningún elemento identificable. En las obras anteriores a 1907, el espectador puede contemplar un ritmo trepidante combinado con una brillante transposición del color.

A partir de ese año, Vlaminck se aleja del fovismo. Había logrado la máxima intensidad posible con el uso del color. Pese a todo, en las obras posteriores, encontraremos aún reminiscencias del brillo anterior mezcladas con tonos moderados. En la etapa cezanniana, los paisajes simplifican las formas y los volúmenes se reducen a formas geométricas, por caminos cercanos a los que condujeron a Picasso y Braque al cubismo.

BODEGONES Y RETRATOS

Las naturalezas muertas son más escasas, pero resultan esenciales para
comprender su interpretación del espacio, los cambios de perspectiva y las deformaciones selectivas que el artista podía infligir a sus sujetos. En los bodegones que realizó entre 1905 y 1910, Vlaminck exploró las intensas expresiones de los objetos cotidianos, ordinarios y humildes, siguiendo el ejemplo de Van Gogh. En ellas, los colores explotan, y los pétalos de las flores se convierten en auténticas sinfonías cromáticas. Si primero dominan los rojos y amarillos, después cobran protagonismo los azules y blancos, colores propios de la paleta de Cézanne. La violencia primigenia se calma y se profundiza la expresión y la composición.

La exposición también se detiene en un conjunto menos conocido pero
significativo de su producción: una serie de retratos de amigos y vecinos. Los retratos, de perfilados gruesos y negros y maquillajes
exagerados, llaman la atención por su gran poder expresivo. Como en otros
fovistas, los personajes que retrataba tienen escasa profundidad psicológica, puesto que el interés radica en las posibilidades cromáticas de la obra.

ARTISTA POR CASUALIDAD

En 1900 se produce un encuentro fortuito que le hace decantarse hacia la
creación artística: conoce a André Derain, sin duda una de sus mayores
influencias y compañero de viaje vital, con quién empezó a compartir un taller al pie del puente de Chatou, en el valle del Sena, cerca de París. Un año más tarde conoce la obra de Van Gogh, que le produce un gran impacto, y también por aquel entonces entabla amistad con Matisse y Picasso.

Inicia así una trayectoria que le lleva los años siguientes a ejecutar una pintura de colores casi puros; pinta deprisa, lleva los colores a su intensidad máxima y cubre de brochazos sus paisajes, en una constante preocupación por capturar la imagen tal y como él la ha percibido, antes de que desaparezca.

A partir de 1904, la producción de Vlaminck se hizo extraordinariamente
abundante. La paleta del artista cobró fuerza con el uso de los colores y la búsqueda de la luz y se entregó a todas las audacias posibles. Su
temperamento libertario le llevó a cuestionarse todo conformismo con la
herencia postimpresionista, y se liberó de ella de forma intensa y provocativa a partir de la utilización de colores puros, aplicados directamente del tubo, así como de una deformación selectiva del motivo representado.

Vlaminck lleva a cabo su producción al margen de la luz mediterránea, en los paisajes del valle del Sena, en Chatou, Rueil y alrededores, a diferencia del resto de los fauves, que viajaban periódicamente al sur de Francia en busca de su luz.

A partir de 1907, la utilización del color puro, ya no le basta, y su paleta se aleja del fulgor cromático. Abandona la referencia a la perspectiva y trata la profundidad por medio de la superposición de planos sucesivos. Su paleta se vuelve más moderada, pero nunca romperá con la composición realista del espacio y no se dejará arrastrar hacia el cubismo, lo que le aleja de Picasso, Gris y Braque.

Cuatro recorridos por la exposición.

M A U R I C E D E V L AM I N C K
UN INSTINTO FAUVE
PINTURAS DE 1900 A 1915
Obra Social ”la Caixa” en colaboración con sVo Art, Musée du Luxembourg.
Comisaria: Maïthé Vallès-Bled

Del 11 de marzo al 7 de junio de 2009
CaixaForum Madrid
Paseo del Prado, 36
28014 Madrid
Horario:
De lunes a domingo, de 10 a 20 h
Entrada gratuita a las exposiciones

ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS

• Conferencia inaugural. “Maurice de Vlaminck: la expresividad del
color”
Lunes, 10 de marzo a las 18 h.
A cargo de Maïthé VALLÈS-BLED, comisaria de la exposición

• Ciclo de conferencias. “Maurice de Vlaminck: trazos de colores y
formas ardientes”
Coordinación y presentaciones a cargo de Delfín Rodríguez, Catedrático
de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 7 de mayo a las 19:30 h.
VLAMINCK: DEL COLOR FIERO A LA ARQUITECTURA DEL COLOR
Delfín RODRÍGUEZ, Catedrático de Historia del Arte, Universidad
Complutense de Madrid

Jueves, 14 de mayo a las 19:30 h
FAUVE: LA EMANCIPACIÓN DEL COLOR
Francisco JARAUTA, Catedrático de Filosofía, Universidad de Murcia

Jueves, 21 de mayo a las 19:30 h
MAGIA NEGRA: PASEO POR EL PARÍS DE LOS FETICHES
Juan Manuel BONET, escritor y crítico de arte

Jueves, 28 de mayo a las 19:30 h.
LADRONES DEL FUEGO: VLAMINCK Y VAN GOGH
Guillermo SOLANA, conservador Jefe del Museo Thyssen-Bornemisza

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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