Neozarzuela a la catalana, por J.C.Deus

Cabaret literario dicen Xavier Albertí y Lluisa Cunillé que es su versión de «La corte del faraón». ‘Zarzuela deconstruida a la manera posmoderna’ podríamos también decir del espectáculo que han presentado durante diez días en el Teatro de la Abadía, tras su estreno en Barcelona en 2008 y antes de viajar a Sevilla y Granada. Es una burla soportable de los tópicos musicales españoles, de más lograda escenografía que texto, un picadillo demoledor de una gran opereta española décimonónica, que hace reir y pasar un buen rato, pero también preguntarse por lo que aporta a la larga y respetable trayectoria del original.

‘Hemos improvisado a gusto, se han respetado las canciones, pero los textos se han cambiado y se les ha puesto una máscara a lo Mihura», explica Albertí de esta versión basada libremente en la zarzuela del mismo título de Vicente Lleó con libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios. Con este espectáculo musical, Xavier Albertí y Lluïsa Cunillé inauguran nueva compañía, La Reina de la Nit, a la que hay que reconocer en su debut originalidad y ‘savoir faire’.

El éxito de «El dúo de la Africana», ha empujado a este dúo catalán a repetir ‘neozarzuelismo’ con esta pieza «surrealista», una parodia bíblica con erotismo para todos los públicos, aunque el Teatro Lliure no les haya reespaldado en este segundo asalto. Ya entonces, escribíamos: ‘Un ejemplo del teatro musical que podría y debería hacerse en nuestros días, y acicate para una resurrección del género ‘zarzuelero’ que está cercana. La zarzuela tiene mala fama entre la progresía de baratillo que mangonea buena parte de la vida cultural española, por la misma razón que yerra en sus juicios políticos, porque no es ecuánime con el pasado. ‘.

Hay que decir que es una versión brutal de un clásico, si quieren con minúscula, lo que nos lleva a reiterar nuestra secular petición de que las adaptaciones, traiciones, mixtificaciones de los clásicos deberían incluir de forma voluntaria pero imprescindible una posdata que especificara exactamente qué, cómo, cuándo y dónde se ha modificado el original, para que el espectador que no es un sabio erudito -o sera, todos- sepa a qué atenerse, juzgue con conocimiento de causa, y apruebe o suspenda el experimento.

Nosotros, en principio aprobamos este experimento que hoy nos ocupa. Sin duda, Albertí y Cunillé hacen ‘teatro musical contemporáneo’, y puesto que es género díficil y poco practicado en las españas, siempre merecen apoyo. Otra cosa es que cometan errores clamorosos, como publicitar al diario El País de forma innecesaria, quizás porque su presencia en Madrid ha sido precedida de una crítica ditirámbica en su suplemento ‘Babelia’, un partidismo de mal gusto que a su vez ha originado una crítica feroz (por elevación, a la obra en sí y no a este exceso concreto), en el diario El Mundo.

La zarzuela original se estrenó hace un siglo, y se considera también una revista perteneciente al llamado estilo sicalíptico, con letras picantes y frecuentes insinuaciones sexuales, cuya ambientación egipcia y referencias musicales la convierten en algunos momentos en una parodia de la Aida de Verdi. Se basa en la historia bíblica de José, el esclavo judío que en Egipto se ve asediado por la princesa Lota, desesperada por la impotencia que sufre su marido Putifar, y hasta por la misma esposa del faraón.

Es un tipo de zarzuela que puede asimilarse a la opereta, con arrevistado indiscutible, con un tratamiento de vuelos más altos que los habituales en el género que la ha situado en uno de los puestos más relevantes del «ranking» de popularidad del género. Son de destacar momentos como la fanfarria inicial (“¡Victoria! ¡Victoria!”), el lírico canto de Lota, (“De Tebas soy yo, en Tebas nací”), el melodioso saludo que hace Putifar a su futura esposa (“Salve Lota”), el “Terceto” entre Lota, la Reina y José a ritmo de vals (“Para juzgar y sentenciar”) el vibrante garrotín final (“Ví entre sueños tres mujeres”), o el jocoso dúo de José y Lota (“Yo soy el Casto”). Y qué decir del Coro de Viudas (“Salud a la doncella”), y, sobre todo, los famosísimos cuplés babilónicos (“Ay ba! ­Ay ba! ­Ay ba!”), popularísimos desde el primer día.

El éxito de La corte del faraón fue espectacular, se dieron en Eslava 762 representaciones seguidas y en 1911 se dio una función especial en el Teatro Real para que la familia real pudiera contemplar lo que todo Madrid conocía de memoria. Fue llevada con éxito al cine en 1985 por José Luis García Sánchez, interpretada en sus papeles principales por Antonio Banderas, Ana Belén, Fernando Fernán Gómez, José Luis López Vázquez y Agustín González. Y se sigue programando continuamente. Sin ir más lejos, el pasado febrero en México, con la Orquesta Filarmónica del estado de Querétaro, y las actuaciones de Carla López, mezzosoprano; Karla Martínez, soprano; Javier Lacroix, tenor; Ricardo Lavin, barítono; y Héctor López, barítono;

«La corte de Faraón» original no era ordinaria ni grosera, ni mucho menos, obscena, sino de un sugerir elegante, que a veces sus adaptadores no han respetado con algún ojal que otro estropeando la faena. Las parrafadas impertinentes y prepotentes de Cunillé a veces no tienen maldita gracia, pero Putifar, José y el Faraón están sembrados, como lo están las mujeres del elenco y el que no es ni una ni otra cosa, el garboso travesti que completa la faena. Casi nada queda del argumento original a partir del momento en el que a Putifar se le hace aparecer con una flecha clavada en el pene que le impide cumplir sus obligaciones maritales. Y la versión Albertí/Cunillé se desbarra al final en una sátira del género folclórico tradicional en la que falta algo de sardana y un chistu.

Albertí cree que ha llegado el momento de desempolvar el teatro español escrito antes de la Guerra Civil: los sainetes, las zarzuelas, y sobre todo «aquellas obras que hicieron Mihura o Jardiel Poncela que forman parte de nuestro patrimonio, nunca tratándolas como una pieza de museo, sino aprovechando los elementos que te ofrece el siglo XXI». Totalmente de acuerdo; también estaría de acuerdo si el programa se ampliara a la época franquista e incluyera a Pemán y Alfonso Paso, pero para eso todavía no hay valiente. Reconoce que las vanguardias han maltratado en ocasiones al teatro popular, «aunque no siempre lo han negado», y que después del rechazo que lo popular tuvo en la Transición, ahora se ha recobrado el interés y hay que programar de nuevo «a Paco Nieva, Lauro Olmo, Arrabal y todo lo que se hizo en la República’. Estupendo.

Faltaría un recuerdo cariñoso a los creadores de la original zarzuela. Vicente Lleó Balbastre ( Valencia, 19 de noviembre del 1870 – Madrid, 28 de setiembre del 1922), fue un compositor valenciano que a los trece años compuso su primera obra y a los diecisiete su primera pieza de teatro musical, De València al Grau. Se estableció en Madrid en el 1896, donde no solo se dedicó a la composición, sino también a la política y donde llego a fundar un diario.

En cuanto a Guillermo Perrín y Vico (Málaga 1875, Madrid 1923) y Miguel de Palacios (Gijón 1863) formaron una unión literaria indisoluble, hasta el punto de mucha gente creyera que Perrín y Palacios era un solo escritor. Palacios era serio; Perrín, ingenioso y brillante: se complementaron en piezas breves, sainetes y zarzuelas que inundaron literalmente los teatros de Madrid, de modo que la simple mención de Perrín y Palacios, ya atraía a los espectadores. Entre el casi centenar de sus creaciones, se suele destacar Certamen nacional (1888), Cuadros disolventes (1896), El barbero de Sevilla (1901), Enseñanza libre (1901), Bohemios (1904), El húsar de la guardia (1904), La corte de Faraón (1910) y La Generala (1912). Sobre ellos se escribió: «Asombran la habilidad y la suerte de estos autores para obtener con un mínimo de asunto y otro mínimo de ingenio, sin tipos, situaciones, ni casi nada, sino pericia teatral para dar ocasión de lucimiento al músico, al pintor, al sastre, al director de escena y a los actores, un resultado tan halagüeño y satisfactorio. Por eso, en el arte de pergeñar revistas que se eternizasen en el cartel no tenían rival en su época. Pero ha de decirse en su honor que para lograrlo y atraer al público no acudían, ni lo necesitaban, a lo que luego se llamó sicalipsis, desnaturalizando, en forma camelística, el significado que primero se dio a tal palabra. Su arte sería ligero y frívolo, pero no se basaba en chistes soeces ni en situaciones y personajes de burdel».

Sicalipsis es palabra que significa picardía sexual. La palabreja, dicen, fue inventada en una tertulia, a partir de un lapsus al que después se justificara con filología ingeniosa, diciendo que viene del griego sikon (= higo) y aleifis (= frotar). Esta producción sicalíptica está bien montada e interpretada, y más no se puede pedir.

Como no hay dos sin tres, esperamos ver de nuevo a La Reina de la Nit parodiando el pasado, no para denostar sino para recuperar mucho y bueno que lo merece. Han encontrado una veta original y suyo es el mérito. Si hay que reirse del pasado, nos reimos con ganas, siempre que sea sin prejuicios de parte ni anteojeras de causa.

El libreto original puede leerse aquí.

La soprano Angela Georghiu, la cantante Ana Belén y la actriz Rossy Palma han intepretado entre muchas otras el célebre ¡Ay ba!

Teatro de La Abadía
La corte del faraón
Del 26 de marzo al 5 de abril

CON
Xavier Albertí
Lurdes Barba
Jordi Collet
Montse Esteve
Roberto G. Alonso
Oriol Genís
Lina Lambert
Xavier Pujolràs

Coreografías
Roberto G. Alonso
Espacio escénico
Lluc Castells
Vestuario
María Araujo
Iluminación
David Bofarull y Xavier Albertí
Caracterización
Toni Santos
Ayudante dirección
Josep María Miró
Pianista repetidor
Efrem Garcia
Producción Ejecutiva
Lola Davó

Una coproducción de la Sala Muntaner, la Compañía La Reina de la Nit (compañía residente de la Sala Muntaner) y Temporada Alta – Festival de Tardor de Catalunya, Girona/Salt, con el soporte del ICIC (Generalitat de Catalunya) y el INAEM.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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