Tríptico valleinclanesco esperpentizado, por J.C.Deus

El Centro Dramático Nacional ha encargado a tres directores bien diversos una relectura del ‘Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte’, de Ramón María del Valle‐Inclán. Ana Zamora se encarga de ‘Ligazón’, Alfredo Sanzol de ‘La cabeza del Bautista’, y Salva Bolta de ‘La rosa de papel’. Ninguno consigue una adaptación totalmente convincente, por más que lo intenten por caminos diversos, poético la primera, festivo el segundo y grotesco el tercero. Jean‐Guy Lecat debía quizás haberse planteado una escenografía unificada que elevara la Galicia rural de hace un siglo a característica totalizadora. Como ocurre con los clásicos, y Valle-Inclán así puede ya considerarse, aún sus textos menores tienen mil relecturas.

Estas obras cortas son de la época de los «esperpentos», aunque su autor no las consideró como tales. Siempre fueron consideradas menores dentro de su obra y el intento del CDN confirma el diagnóstico histórico. Ramón María del Valle‐Inclán (1866-1936) goza en la España actual de la mayor consideración dentro de su Generación del 98, hasta el punto de que puede considerarse hipervalorado. Sin embargo, sus farsas grotescas aportaron vigor a la escena y representaron un revulsivo mucho antes que el teatro de la paradoja y el absurdo. Divinas palabras y Luces de Bohemia sientan las bases del esperpento, deformación trágicocómica de la realidad hasta llegar a lo grotesco. Ha creado escuela, y el género parece haber reflotado esplendoroso en la España post franquista.

Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte es el título que puso Valle‐lnclán en 1927, en la reordenación definitiva de su obra completa, al volumen que contenía la tragedia El embrujado (publicado en 1913) y cuatro piezas cortas, Sacrilegio. y las tres seleccionadas por el CDN: La rosa de papel y La cabeza del Bautista son, según el subtítulo del autor, «melodramas para marionetas», mientras que Ligazón es un «auto para siluetas».

LIGAZÓN

Ligazón estuvo a cargo de Ana Zamora, que la juzga muy positivamente ‘una fiesta que proclama el triunfo de lo humano frente a lo divino, de lo nuevo sobre lo viejo, una crítica destructiva de los valores imperantes’. Lo que es realmente, es un drama rural de la Galicia tétrica en el que una ventera accede a vender su hija moza a un rico (judío) por la intervención de una celestina; la moza preferirá entregarse a un joven afilador itinerante antes que acceder al trato, ambos sellan con sangre su diabólico pacto, y los dos jóvenes matan al rico cuando de noche llega.

Escrito en ese estilo rebuscado del peor Valle, -cuando pegotea palabrejas rebuscadas en frases pretenciosas-, sin ningún interés en parecer verídico, morbosa y tópica, se salva en la floja interpretación únicamente Ana Muñoz en esa La Raposa, personaje abundante si lo hay en la historia de nuestro teatro, otra celestina a imagen de aquella. Floja también la escenografía, salvo el carro del afilador, auténtico, y el juego de sombras que simula el crimen. De nada sirve que Zamora nos intente convencer de que estamos ante ‘una nueva estética teatral a la altura de la vanguardia europea, fusionando tradición e innovación, generando un espacio para el compromiso social sin caer en el didactismo moral, para de alguna
manera dejar abierta una puerta a la esperanza’. Pieza sensacionalista en la época, totalmente caduca hoy día si no se reinventa.

No le ha salido bien a Zamora la incursión. Y sin embargo, en diciembre pasado estuvo muy bien con El Auto de los Reyes Magos, haciéndonos escribir: ‘Sobre el texto más antiguo del teatro español, escrito en fascinante castellano a principios del siglo XII, la excepcional compañía Nao d´amores, presenta en esta antigua abadía en el centro de Madrid un espectáculo tierno y emocionante, auténtico y evocador, que le recordará su infancia si vivió aquellas navidades de belén y panderetas. Es un viaje a otro tiempo y a uno de los cuentos más bonitos de nuestra cultura. Es una cuidadosa, precisa y sencilla puesta en escena, un lujo discreto de texto y música, de instrumentos y ropajes, un conmovedor paréntesis en busca de una estrella y bajo un fascinante botafumeiro que se mece sobre un escenario medieval desde la alta cúpula’.

LA CABEZA DEL BAUTISTA

La segunda entrega del tríptico está encargada al director Alfredo Sanzol y tiene un comienzo arrasador con una intrerpretación desternillante de la vieja tonadilla ‘Mi limón, mi limonero’. Se trata de otra ‘ocurrencia’ disparatada del marqués de Bradomín, título que le fue concedido a Valle Inclán por el rey actual sin pedir permiso al finado, consistente en que un rico comerciante y su querida se ponen de acuerdo para asesinar a un truhán que ha venido de América a chantajearle. Ella le atraerá con sus armas de mujer y él lo acuchillará por la espalda, para descubrir inmediatamente que no nan resuelto nada.

Sanzol estrenó el año pasado en Madrid ‘Sí pero no lo soy’, de la que entonces decíamos: ‘Con una puesta en escena arriesgada, un texto de primerísima calidad, unos actores bien buenos, una duración adecuada y una modestia de agradecer, es una de las mejores aportaciones de la temporada: una hora de inteligente y divertida exploración de lo que tienen en la cabeza y entre las piernas los jóvenes adultos de nuestros días, esa gente en los cuarenta que se enfrenta a las preguntas de la existencia con notable impericia y sorpresa’.

Lástima que no podamos repetir los elogios esta vez, porque la adaptación de esta cabeza del bautista es irregular. Comienza bien, cuenta con unos números musicales quizás en exceso exóticos aunque sin duda atractivos, pero la escena final se esperpetiza en demasía y el absurdo desenlace planteado por el autor no encuentra adaptación viable. Muy bueno el reparto -se entiende que Sanzol repita-, especialmente Lucía Quintana, y tres de los actores que ya la acompañaban el año pasado en la obra que comentábamos, Juan Antonio Lumbreras, Paco Déniz y Pablo Vázquez, aunque Juan Codina exagere en demasía a Don Igi el Indiano.

Es la mejor de las tres historias y es la mejor llevada a escena. Disentimos de Sanzol cuando opina que ‘el súbito enamoramiento de La Pepona es inexplicable, y sin embargo, absolutamente comprensible’. Inexplicable, desde luego; comprensible, en absoluto. Pero como estas piezas demuestran, Valle se prepocupaba más de resultar escandaloso que creíble.

LA ROSA DE PAPEL

Pero lo peor, llegaría al final. Si La rosa de papel es una pieza antológica del tremendismo ibérico, si es tan brutal que estremece, el director Salva Bolta ha decidido ser más ‘valleinclanesco’ -en el peor sentido- que Valle Inclán y aumentar el sensacionalismo de la pieza, ‘esperpentizando’ el vestuario, llenando la pieza de gritos, convirtiendo al marido de la difunta en un loco peligroso, mofándose de la muerte, de la miseria, de la degradación, de los niños huérfanos, y de la pobre muerta, a la que sus vecinas visten de puta para el velatorio, a la que su marido degrada de cuerpo presente, la abre de piernas insistentemente frente al público y hasta sodomiza al cadáver por los suelos. Aquí todo el mundo quiere superar al primer Almodóvar en la infausta carrera del feismo, lo soez y lo cutre, para que nadie en el mundo pueda quitarnos el liderato.

Este director ya hizo el año pasado para el Centro Dramático Nacional un ‘Delirio a dúo’, de Ionesco, del que decíamos: ‘Hace una versión y una dirección de la obra, realmente equivocadas. Caricaturiza, trivializa, adopta un tono humorístico, destroza lo que quería decir Ionesco. Los personajes son histriónicos. El montaje, muy rudimentario’.

Es el mismo error otra vez, querer dar doctrina, arrogancia sólo disculpable por falta de experiencia. Considerar revolucionarios hoy día los torpes alegatos nihilistas de esta nonagenaria rosa de papel, ignorar su dramatismo y convertirla en un chiste de burdel, es lo más equivocado que puede hacerse con ella. Bolta habla de ‘un bestiario de la condición humana’, ‘una sátira radical y de profundidad crítica’, de ‘un autor profundamente conectado con el pensamiento revolucionario de su tiempo’. Empanada, y además no gallega.

Estamos ante un producto paradigmático de la parte victoriosa de una generación desnortada, que no ha vivido nada y le han contado cuentos, que son ‘de izquierdas’ porque es lo fácil y lo rentable. Que son intolerantes y maleducados, que se afirman atacando a quien no puede defenderse, que hacen del pobre Simeón Julepe un libertador de los pazos: ‘Si el autor fuese contemporáneo nuestro, reescribiría la misma pieza, exactamente con las mismas palabras. Y también lo haría como quiero creer que hizo ésta: al salir de un teatro burgués tras la representación de alguna comedia de Benavente, para darles con ella en la cara al público de un teatro muerto’. Reprobable intolerancia.

Si Valle Inclán levantara la cabeza seguro que le atizaba un coscorrón a más de uno de sus arrogantes adaptadores. El director dice haber querido ‘levantar un espejo frente al espectador, para que con apariencia de monstruo de feria, se reconozca y recuerde la necedad de su propia naturaleza, por medio de la risa, el mejor vehículo para observar la condición humana’. Esta risa, amigos, no es sana, se hiela viendo lo que hacen algunos para conseguir más prebendas mientras se dan ínfulas de progres. Y el espejo, si refleja alguna necedad, no es la del espectador, sino la de quienes quieren disfrazar su impotencia tirando un crucifijo al suelo. Ya ve usted, qué valientes, ya ve usted, qué modernos.

AVARICIA, LUJURIA Y MUERTE
de Ramón María del Valle‐Inclán
Centro Dramático Nacional

Dirección
Ana Zamora (Ligazón)
Alfredo Sanzol (La cabeza del Bautista)
Salva Bolta (La rosa de papel)

Escenografía Jean‐Guy Lecat
Vestuario y caracterización Ikerne Giménez
Iluminación Albert Faura
Música y efectos sonoros Luis Miguel Cobo

Reparto

LIGAZÓN
La Ventera Manuela Paso
La Raposa Gloria Muñoz
La Mozuela Elena Rayos
El Afilador Iñaki Rikarte

LA CABEZA DEL BAUTISTA:
Don Igi el Indiano Juan Codina
La Pepona Lucía Quintana
El Jándalo Juan Antonio Lumbreras
Valerio el Pajarito Pablo Vázquez
El Barbero Paco Déniz
El Sastre Ángel Burgos
El enano de Salnés Javier Lara

LA ROSA DE PAPEL:
La Encamada Nerea Moreno
Simeón Julepe Marcial Álvarez
La Musa Mariana Cordero
La Disa Paula Soldevila
La Comadre Cristina Fenollar
Ludovina la Mesonera Helena Castañeda
Pepe el Tendero Ángel Burgos
La Pingona Mona Martínez
Crío 1 Javier Lara
Crío 2 Paco Déniz
Crío 3 Pablo Vázquez

30 de abril a 21 de junio de 2009
De martes a sábados, a las 20.30 h
Domingos, a las 19.30 h
Teatro Valle‐Inclán
Plaza de Lavapiés s/n
28012 Madrid

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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