El pintor Mariano Lozano, -uno de los cuatro miembros de aquel colectivo Estrujenbank, junto a Juan Ugalde, Patricia Gadea y el poeta Dionisio Cañas, y el menos conocido del cuarteto-, sigue en la brecha e inaugura una exposición de su producción última. Cosas que fueron y ya no son, cosas a las que se privó de alma y ahora reclaman atención. Una mirada las resucita. Es lo único que ahora pretende Lozano década y media después de aquella experiencia integrada por parte de la critica artística dentro del ámbito cultural de la Movida madrileña, un grupo que promovía la reflexión social y política a través de la sátira y la transgresión, ‘tigres que se perfuman con dinamita’, como titulaba uno de sus textos literarios.
Alejandro Pacheco, discípulo y amigo de Lozano, nos sitúa ante el meollo de la propuesta actual de Lozano: el reverso de un cuadro es un reino desconocido. Importan el anverso y, ¡cómo no!, el marco que a veces, incluso, es el protagonista. Pero nadie piensa en qué hay detrás. Salvo el pintor. O salvo algún pintor como Lozano. Sobre ese campo, el pintor puede también intervenir. ‘Inmediatamente nos asalta la idea de la caverna, en la que aquellos primeros artistas observaba las formas, las texturas y los relieves que la piedra le ofrecía, para “ver” en ellos sus caballos y sus bisontes, que apenas debía luego perfilar con sus negros de humo y colorear con sus tierras. Algo así ha hecho Mariano Lozano en sus “reversos”: valorar lo que ha sido capaz de existir por sí mismo y se nos ofrece generosamente’.
Parece con frecuencia que sólo importase y mereciese valoración lo que es obra voluntaria y consciente del hombre, expresión pura de su dominio racional indefectible. ¡Pero eso es tan poco! Es muchísimo más lo que sucede al margen de nuestra voluntad, dice Pacheco. Es infinitamente más lo que procede del espontáneo interactuar de cuanto existe en la naturaleza y, desde luego, en las relaciones sociales y en los materiales que componen toda obra humana, incluida la artística: ‘Hay cosas que no podemos ni debemos controlar, simplemente porque, al hacerlo, acabaríamos con ellas. Pero sí podemos salir a su encuentro, mirarlas con atención y disfrute, leer sus asombrosas caligrafías, ver qué sorpresas nos ofrecen y, desde luego, con libertad absoluta, intervenir sobre ellas para complementarlas y hacerlas nuestras. Eso es, también, lo que ha hecho Mariano Lozano en las obras que componen esta exposición, y en las que el anverso y el reverso tienen igual valor y reclaman idéntico respeto a nuestra mirada’.
El reverso y el anverso. En éste, Lozano utiliza hierbajos, arenas, trapos, latas… ¿Cuál importa más, qué es menos, cómo mediar entre ambos? Fue necesario decir a los asistentes que ‘el cuadro’ tenía dos caras: ‘Y poner en cuarentena -opina Pacheco- uno de tantos “preceptos sagrados” que nos impiden la contemplación abierta, libre y gozosa, sin prejuicios, de toda obra artística no instalada en los cánones oficialmente admitidos en el momento’.
Mariano Lozano
(También exponen paralelamente
los artistas Victoria Fontana y Diego Doblas)
Centro Cultural Tomás y Valiente (CEART).
Av. de Leganés 51
Fuenlabrada
Hasta el 30 de septiembre.
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