La desmesurada casa de Angélica, por J. C. Deus

Debo confesarlo: me fui en el primer descanso, poco más de una hora después de iniciado este espectáculo de cinco horas de duración al que le sobran cuatro. Tedioso, vacío, balbuceante, pretencioso. Angélica Liddell ocupa casi en exclusiva la representación teatral española en este Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Llegaba precedida de admiración sin límite. Pocos se atreverán a decir la verdad. ‘La casa de la fuerza’ es un fiasco.

En primer lugar, la asociación virtual e inexistente de expectadores celosos de su tiempo y amantes de lo breve, exige el final de la moda de espectáculos-río que si Peter Brook o Robert Lepage han podido en su momento justificar, la avalancha de imitadores ha convertido en peligrosa pandemia. Existe hoy día riesgo serio de quedar atrapado en cualquier patio de butacas en monumentales chorradas para públicos alelados que duran más de tres horas de infinito tedio. No, señores. Más de hora y media de teatro sin descanso, es propuesta pocas veces resultante y a menudo tortura de quienes no buscan llenar su tedio sino buen y simple teatro.

En segundo lugar, la asociación virtual e inexistente de víctimas de la vacuidad escenografiada está dispuesta a exigir indemnizaciones de quienes exhiban caradura premeditada. El primero de los tres actos que la Liddell ha parido esta vez, consiste en lo siguiente: un enorme escenario desangelado con varias cajas de botellines de cerveza, una mesa y tres sillas, un montón de limones, unas bandejas de tiestos con flores y un triciclo infantil en forma de avioneta al que se sube una niña al comenzar la obra; cruza el enorme escenario y nos coloca en posición de atentos y vigilantes. Dos mujeres jóvenes vestidas con estrafalarios trajes de volantes vuelcan las sillas, se tiran al suelo, se bajan las bragas y nos cuentan desgraciadas aventuras amorosas. Luego se sientan a la mesa y empiezan a trasegar botellines y cigarrillos. Se las une una tercera dama que se trae todo un conjunto de mariachis para que la acompañen en un sentido corrido a mayor gloria de sus borracheras. La Tequilera, que así se llama, y sus dos amigas escuchan a los mariachis varias piezas, bailan entre ellas y siguen dando cuenta de las cajas de cerveza y de las cajetillas de rubio americano. Beben y beben, fuman y fuman, a veces blasfeman, son mujeres muy rasgadas y poco femeninas que se adornan de flores sus largas cabelleras y que finalmente se remagan los vestidos hasta la cintura, y en tetas realizan ejercicios reiterados con mancuernas.

Algunos hablarán de profundo mensaje, de propuestas metafóricas, de angustia vital y de dolor de la existencia. Pero la verdad es que Angélica desbarra y no se explica bien. Tiene fuerza y tiene carácter, y canta muy bien las mejicanadas. Entiende de teatro y no pocas ideas e influencias le rondan la cabeza. Admira a Roberto Bolaño y a Glenn Gould, le gusta Bach, es persona culta y probablemente sensible. Pero su propuesta es un desgraciado fiasco. Cuenta con excesiva trascendencia que el 2 de octubre de 2008, día de su cumpleaños, se sintió asustada, furiosa y triste: «Estaba jodida por el paso del tiempo, me había sentado como un tiro la comida en casa de mis padres, y ya era plenamente consciente de que había perdido todo lo que amaba o había amado». Ese mismo día, en busca de la contradicción, se apuntó a un gimnasio, uno de esos lugares de los que siempre había echado pestes. Y allí, precisamente, nació La casa de la fuerza, ese lugar donde se compensa el agotamiento espiritual con el agotamiento físico. Es el sitio donde no somos amados y hacemos ejercicios de no-sentimientos para compensar el exceso de sentimientos. Es el sitio de la humillación y de la frustración». Pero cuatro horas más dos descansos para llegar al gimnasio….

La autora, directora teatral y actriz quiere decirnos con este descomunal desaguisado que “el amor fracasa, la inteligencia fracasa, nos destrozamos los unos a los otros por cobardía, y humillamos y somos humillados hasta el final”. Bien, pero se debe decir mejor y en menos tiempo. Angélica Liddell está ya en sus cuarenta y con Atra Bilis Teatro ha llevado a escena dieciséis creaciones. La falsa suicida (2000), El matrimonio Palavrakis (2001), Once upon a time in west Asphixia (2002), Hysteria Passio (2003), Y los peces salieron a combatir contra los hombres (2003), Y cómo no se pudrió Blancanieves (2005),
El año de Ricardo (2005), Boxeo para células y planetas (2006), Perro muerto en tintorería: los fuertes (2007), La desobediencia (2008) y Anfaegtelse (2008) son lo fundamental de sus títulos. Ha ganado numerosos premios y se afirma que su teatro es “vanguardista y político, lleno de sentido, absolutamente necesario”.

‘Descubrí que la extenuación física me ayudaba a soportar la derrota espiritual. Me agotaba. Eran ejercicios de preparación para la soledad… El trabajo se revelaba como una forma de aniquilación… Tal vez La casa de la fuerza es la obra en la que con más frenesí he intentado buscarle un sentido a la vida, había que salir del jodido túnel’ (Ob´servese lo moderna que es y los tacos continuos que enarbola).

Pero no porque Bolaño escribiera mil páginas de su gran ‘2666’ (no sin dividirla en cinco partes autónomas por si las moscas), Liddell tiene que sacudirnos cinco interminables horas para abundar en que ‘las rutinas de desprecio hacia la mujer culminan en feminicidio’. Lo sentimos sinceramente, pero fue una desilusión clamorosa. Y además, el Festival de Otoño, no ha distribuido sobre la obra más que esta imagen esóterica -y no real de la obra- que nos acompaña. Por favor, señora Liddell, dénos alimento intelectual, no fruslerías.

LA CASA DE LA FUERZA
Dirección ANGÉLICA LIDDELL
Interpretación
MARÍA MORALES
LOLA JIMÉNEZ
GETSEMANÍ DE SAN MARCOS
ANGÉLICA LIDDELL
PERLA BONILLA
CYNTHIA AGUIRRE
MARÍA SÁNCHEZ
Violonchelo PAU DE NUT
Mariachis ORQUESTA SOLIS
Campeón de Strongman de España JUAN CARLOS HEREDIA
/ Sustituto: SANTIAGO GONZÁLEZ
Vestuario JOSEP FONT, ANGÉLICA LIDDELL
Iluminación CARLOS MARQUERIE
Ayudante de iluminación EDUARDO VIZUETE
Sonido FELIX MAGALHANES

Producción del Teatro de la Laboral, Comunidad de Madrid e Iaquinandi S.L.
Coproducido por Centro Párraga y Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid.
Colaboran Entrepiernas Producciones (México), Teatro Línea de Sombra (México), Ichicult
(Instituto Chihuahuense de Cultura. México)

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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