Dignidad y calidad para seguir la estela de un personaje comercial. Gran texto, escenografía bella, música excelente, elenco afortunado. Notable alto para todo el equipo. Este Drácula puede gustar a los ajenos al personaje y disgustar a sus seguidores, es el personaje original, literario, complejo y derrotado por la luz y el crucifijo. Tomen nota las legiones laicistas.
Si a menudo hemos protestado de que el teatro y la ópera del primer siglo del tercer milenio sigan insistiendo en los mitos ya caducos del pasado -Fausto y Don Juan, por ejemplo- tenemos que abundar hoy en no comprender las razones que llevan al Centro Dramático Nacional y al director Ignacio García May a llevar a las tablas la versión teatral 251ª de la novela que el irlandés Bram Stoker publicara en 1897. Por no hablar del millar de películas sobre vampiros rodadas entre el expresionista «Drácula» de Bela Lugosi y Tod Browning (1931) al efectista de Coppola (1992). Ya en 1896, un año antes de la publicación del Drácula de Stoker, George Méliès había rodado la vampírica ‘La mansión del diablo’, y en los últimos años existe una auténtica resurrección, con ‘Crepúsculo’ ya en su segundo episodio y al menos tres series televisivas -True Blood, Being Human y The Vampire Diaries, por no citar estrenos más selectos como ‘Thirst’ y ‘Déjame entrar’.
‘Draculamanía’ desatada en la que sin embargo May adopta una posición digna, defendiendo la interesante versión original, -literaria, compleja, ambivalente, reflexiva- frente a los desmadres actuales cada vez más esquemáticos y manipuladores. Estamos ante la lucha del bien y del mal; Stoker presenta en su novela un combate matizado donde termina imponiéndose el crucifijo. Y May lo rescata, ahora que lo que se lleva es loar al mal, idolatrar a Drácula y retirar los crucifijos de todo espacio público por si interceptaran levemente, como mantiene la leyenda y las creencias- el mal reinante.
Ello causó un cierto cortacircuito entre los espectadores el día del estreno, del que sus aplausos educados pero fríos fueron buen testimonio. No está la farándula para sutilezas después de agotar su intelecto en aquella parida colectiva tan sutil del ‘No a la guerra’, del que ahora ya no conviene acordarse. Porque naturalmente, hay guerras y guerras, hay buenos y malos, Bush era malo y Obama es bueno. Y Drácula ahora ‘mola’ y el crucifijo, ¡por Dios Santo!, no mola nada.
Así que lo de May tiene su lado bueno, llevar la contraria dentro de colocarse al rebufo de un personaje comercial en auge. Pero preferimos que emplee su talento y posibilidades en cuestiones menos trilladas. Junto al argumento, el texto teatral, adaptado de la novela, sigue su excelente pauta, y la puesta en escena se basa en la del escenógrafo Gordon Craig, contemporáneo de Stoker. «Queríamos que fuera así para reflejar la maravillosa cultura de esa época. Son los años de Oscar Wilde, Arthur Conan Doyle, Bernard Shaw. Y Gordon Craig era el genio de la escenografía», ha explicado el director. «Con este libro sucede como con El Quijote: todos creen conocerlo, pero muy pocos lo han leído. El vampiro es todo lo que te quita la vida o las ganas de vivir; la actual crisis económica es como un vampiro. Te vas a dormir y cuando te levantas por la mañana, te ha quitado el trabajo y el futuro. Drácula es el que te ha quitado todo, pero además no sabes cómo enfrentarte a él’.
Así que la poco interesante historia del conde Drácula se cuenta esta vez a través de un texto muy bueno y una escenografía elegante, sencilla, de una enorme economía de medios y sin embargo bella e impactante. Enormes paneles con estampados florales modernistas y una iluminación poderosa establecen los lugares y los tiempos con fantasía asumible. Dos divanes blancos movidos por los actores completan de forma inteligente los recursos en escena. La ‘banda sonora’ es de calidad e impacto, no en vano se basa en aportaciones contemporáneas de Ligeti, Cage y Pärt entre otros. El vestuario es correctísimo. El tono de la obra es lento y apagado. Es la ambientación precisa de un relato de misterio de aquella época dorada literaria de los Poe y Lovecraft, de decadente atractivo. En mi opinión, el elenco actoral está colectivamente cuajado, no hay desniveles ni altibajos entre ellos y en las distintas situaciones de la obra. Algunos destacarán a Eduardo Aguirre de Cárcer en el papel de Renfield, el siervo trastornado y lúcido del fatídico conde, que además construye el destacable espacio musical y es autor de la música original. Otros coindicirán en que la interpretación del protagonista, conde Drácula, que hace José Luis Alcobendas consolida su carrera. Y puede haber quien disienta del coloquialismo que José Luis Patiño ha dado al antagonista, el profesor Abraham Van Helsing. Es el tono que ha querido el director. Es adecuado y está conseguido. Quizás dos horas tan literarias y relatadas donde no pasa finalmente nada resulten un poco agotadoras para los públicos ávidos de emociones y risotas. Hora y media sería una duración perfecta.
Un bisnieto segundo de Stoker, con gran visión del negocio acaba de irrumpir en la actual moda vampírica con un libro titulado «Drácula, el no muerto», basado en el providencial descubrimiento de una supuestas notas secretas de su antepasado, con numerosas alusiones sexuales, según las propias palabras de este Dacre Stoker, «para hacerlo atractivo a los lectores de hoy en día». May ha tenido la elegancia de no recurrir a truculencias y seguir haciendo ganar con elegancia y oficio la batalla eterna al bien establecido sobre el mal trasgresor. Un notable alto para todo el equipo.
Vídeo: http://cdn.mcu.es/obrasg.php?ob=9&leng=es
Drácula
Basado en la novela de Bram Stoker
Dirección Ignacio García May
Producción CDN
Reparto (por orden alfabético):
Eduardo Aguirre de Cárcer
José Luis Alcobendas
Rocío León
Rafael Navarro
José Luis Patiño
Iñaki Rikarte
Rosa Savoini
Xenia Sevillano
Texto y dirección
Ignacio García May
Escenografía
Alicia Blas
Vestuario
Ana Sebastián Delgado
Iluminación
Luis Perdiguero
Música original
Eduardo Aguirre de Cárcer
Fotografías
David Ruano
Vídeo-Promo
Paz Producciones
Producción
Centro Dramático Nacional
3 de diciembre de 2009 a 10 de enero de 2010
Martes a sábados a las 20.30 horas
Domingos a las 19.30 horas
Duración: 2 horas (sin intermedio)
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