El compañero de viaje Andrea Chénier, por J.C.Deus

Propios y extraños esperaban como agua de febrero esta ópera en el Real, tras las polémicas ‘Lulu’ y ‘El holandés errante’. Íbamos por fin a presenciar un montaje ‘comme il faut’ y una ópera de las que encandilan. ‘Andrea Chénier’ tiene en su concepción y tuvo en su ejecución grandes aciertos y cosas peores. Es un gran espectáculo con un mal final, una música bonita y basta, un libreto excelente en su aspecto histórico y banal en la trama amorosa, todo ello enmarcado en un montaje realista y descomunal que no gustó en París pero gusta mucho aquí.

Para reforzar su atractivo se ha recurrido al tenor Marcelo Álvarez, uno de los más polémicos en el actual panorama. El argentino reivindica otra forma de presentar el ‘verismo’, una dignificación necesaria que acomete en base a una lentitud que a muchos exaspera. Él dice que ‘rompe muros’ con su forma de hacerlo y que por eso ‘los teatros se llenan cuando canto yo’. En vísperas del estreno confirmó la ruptura del resto de sus compromisos con el Teatro en razón de la contratación de su gran adversario, Gérard Mortier, el nuevo director artístico del Teatro Real que se incorporará en enero próximo con un sueldo que ronda los 280.000 euros anuales. Y en un despliegue de relaciones públicas incorrectas prohibió la presencia de la prensa especializada en el ensayo general, una imposición que tiene pocos precedentes y ningún eximente.

Compuesta sobre un libreto de Luigi Illica escrito inicialmente para Alberto Franchetti, y estrenada en el Teatro alla Scala de Milán el 28 de marzo de 1896, Andrea Chénier es el más popular de una docena de títulos del compositor Umberto Giordano y, junto a Fedora, el único de este ferviente defensor de un verismo refinado que ha permanecido en el repertorio canónico internacional. Andrea Chénier está llena de amplias melodías, de fragmentos declamatorios y escenas de gran efectividad teatral, como el famoso “Improvviso” del Acto I, “Un dì all’azzurro spazio”, pieza favorita de todos los tenores que entona el protagonista, un poeta francés que vivió entre 1762 y 1794 y murió guillotinado durante el Periodo del Terror. Uno de sus poemas fue parafraseado por Illica en el aria del Acto IV, “Come un bel dì di maggio”. Otras páginas de la obra, como el aria de Gérard “Nemico della patria” o el aria de Maddalena “La mamma morta”, se cuentan asimismo entre los fragmentos más famosos de la ópera italiana.

La producción llega procedente del teatro de La Bastille, de la Opéra National de Paris, donde se estrenó el pasado diciembre de 2009, también con Marcelo Álvarez en el papel protagonista. Con una magna escenografía y un amplio elenco, el Andrea Chénier que ha desarrollado Giancarlo del Monaco retoma el tradicional gusto por los grandes montajes realistas/veristas, al que ha añadido una buena dosis de ambiente cinematográfico. Como ya hemos adelantado, fue lo contrario de un éxito en la capital francesa, quizás en parte por el consuetudinario chovinismo galo en temas que les atañen.

Es una ópera que se programa poco porque necesita voces excepcionales, amplio reparto y un director musical de ‘trazo fino’ que supere la tentación de simplemente acompañar a los cantantes. También requiere un concepto escénico alejado del minimalismo a la moda, un realismo de superproducción cinematográfica como el que ha sido aplicado. Necesita cuatro escenarios diferentes, todos ellos ‘de masas’, y un esfuerzo técnico especial como pocos teatros pueden hacer y como el Teatro Real consigue, demostrando otra vez donde está su punto fuerte, en unas capacidades técnicas y humanas que le colocan entre los mejores.

Chénier fue un poeta embarcado en la Revolución Francesa que pronto comprendió sus errores y que intentó combatir los excesos dejándose la vida en ello. Sus reflexiones tienen valor universal y su figura es atractiva. Pero el libreto se adentra en un enamoramiento convencional que termina dando lugar a un cuarto acto melodramático que estropea la obra. Baste decir que Maddalena decide morir junto a Andrea suplantando a otra condenada a la guillotina, y que los amantes se exaltan durante mucho tiempo gritando vivas a la muerte, como si de rudos legionarios se tratara.

Se dice que se parece a Tosca, pero es ésta última la que se parece a Andrea Chénier, porque es posterior y porque Puccini calcó la trama en toda la escena del malvado Scarpia. La anterior vez que se programó en Madrid fue en La Zarzuela en los años ochenta, con Monserrat Caballé y José Carreras, ni más ni menos, alto listón para ser superado.

Estamos ante el gran melodrama lírico post-verdiano, de la mano de dos excelentes tercetos vocales formado por las sopranos italianas Fiorenza Cedolins –que ha cantado ya en este escenario en Luisa Miller y como Leonora de Il trovatore–, y Daniela Dessì, que hizo lo propio en Tosca y Madama Butterfly; los tenores Marcelo Álvarez (asimismo bien conocido aquí por sus interpretaciones verdianas de Rodolfo en Luisa Miller y Riccardo en Un ballo in maschera) y Fabio Armiliato (por sus intervenciones en Tosca y La Gioconda), y los barítonos Marco Vratogna y Roberto Frontali, dos de los más sólidos representantes de su cuerda en la actualidad.

La soprano italiana Fiorenza Cedolins cree que las obras veristas han sido a menudo puestas en escena de forma pobre y descuidada, porque su música gusta tanto, que el público perdona todo con tal de escucharlas. Ella considera que esta ópera y sus compañeras de etiqueta representan la mentalidad típicamente italiana de la continua búsqueda de lo bello, ese culto a la belleza que estaría en sus genes, y no en los de otros pueblos vecinos, como el español sin ir más lejos.

Jorge de León estuvo seguro en el segundo ensayo general, y promete superar la oportunidad de su única función en esta ópera, el próximo día 22. Junto a él, Anna Shafajinskaia hará de Maddalena de Coigny, y un gran Marco Di Felice intrerpretará a Carlo Gérard, el mejor papel de esta ópera.

El montaje lleva la firma de Giancarlo del Monaco, gran conocedor de este lenguaje: ‘Esta ópera es como si formara parte de mi familia, la viví desde niño, mi padre la ensayaba con Giordano’. Del Monaco, -que está totalmente integrado en la vida española-, se la sabe de memoria y puede demostrarlo ampliamente; reconoce que el verismo es su especialidad, una especie de visión precinematográfica, y que ha sido a menudo menospreciado. Lo mejor de su montaje fueron el primer acto y el juicio del protagonista en un teatro abarrotado. Lo peor, un terrible descanso de 25 minutos tras apenas media hora del primer acto, y el final de monumental enrrejado que rompe el estilo seguido hasta el momento. Algunas escenas de masas rayaron en la confusión eclipsando a los cantantes. Pero el salón aristocrático con que todo se inicia, y la representación dentro de la representación que incluye, resultan sencillamente deliciosos.

En el foso está Víctor Pablo Pérez, en su tercera visita al coliseo madrileño, después de abordar dos títulos mozartianos: Don Giovanni y La clemenza di Tito. Define ‘Andrea Chénier’ como ‘ópera italiana en estado puro, con una orquestación enorme que necesita a veces descender hasta la música de cámara, con una gran paleta de colores, y un estilo complejo, entre Verdi y Wagner, con influencia francesa y como anticipo de Puccini’. Durante el ensayo general, la orquesta y las voces parecían colisionar en diversos momentos, y en general no consiguió conmovernos.

“Volveré al Real cuando Mortier se vaya”, ha dicho Marcelo Álvarez; es decir dentro de cinco años. ‘Tuve que cambiar la línea porque no voy con la idea del trabajo del gran maestro Mortier. No tengo nada que ver con sus ideas, no me siento apoyado y no cree en lo que hago. Pero me voy del Real con un dolor terrible. Si Mortier tuviera que cambiar, no sería Mortier. Él tiene una preferencia sobre la escenografía y sobre la dirección, y los cantantes están un poquito más dejados de lado. No me gusta eso’. Ya antes, en diciembre pasado había sido muy explícito a preguntas de Rubén Amón: ‘Somos incompatibles y me desagradan las cosas que dice de mí. Ha cuestionado mi profesionalidad, mi seriedad. También ha dicho que me llevo mal con mis compañeros y que sólo me interesan los negocios. Mortier tendrá su inteligencia y será un genio, pero a mí no me apetece trabajar con él ni tampoco comparto su visión de la ópera. Va diciendo por ahí que cancelé porque quise el estreno de Un ballo in maschera. Lo que no menciona es que me había operado de un ojo y que no estaba en las condiciones elementales para hacer el papel. No necesito a Mortier para seguir cantando’.

ANDREA CHÉNIER
Umberto Giordano (1867 – 1948)
Dramma storico en cuatro caudros
Libreto de Luigi Illica
Producción de la Opéra National de Paris

Equipo artístico:

Dirección musical: Víctor Pablo Pérez
Dirección de escena: Giancarlo del Monaco
Escenografía: Carlo Centolavigna
Figurines: María Filippi
Iluminación: Wolfgang von Zoubek
Coreografía: Laurence Fanon
Dirección del coro: Peter Burian

Reparto:

Andrea Chénier: Marcelo Álvarez (13, 16, 19, 22, 25, 28)
Fabio Armiliato (18, 27)
Jorge de León (21)
Carlo Gérard: Marco Vratogna (13, 16, 19, 22, 25, 28)
Marco Di Felice (18, 21, 27)
Maddalena de Coigny: Fiorenza Cedolins (13, 16, 19, 22, 25, 28)
Daniela Dessì (18, 27)
Anna Shafajinskaia (21)
Bersi: Marina Rodríguez-Cusí
La condesa de Coigny: Stefania Toczyska
Madelon: Larisa Diadkova
Roucher: Felipe Bou
Pietro Fléville: Marco Moncloa
Fouquier Tinville: Marco Moncloa
Mathieu: Luis Cansino
Un «increíble»: Carlo Bosi
El abate: Ángel Rodríguez
Schmidt: Károly Szemerédy
Un mayordomo: Pablo García
Dumas: Tomeu Bibiloni

Coro Titular del Teatro Real
(Coro Intermezzo)

Orquesta Titular del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid)

Duración aproximada de las representaciones:
•Cuadro I: 30 minutos
•Pausa: 40 minutos
•Cuadro II: 29 minutos
•Pausa: 25 minutos
•Cuadro III y IV: 1 hora y 8 minutos

13, 16, 18, 19, 21, 22, 25, 27 y 28 de de febrero de 2010
Emisión en radio: 25/2/2010 20:00 horas. RNE (Radio Clásica)

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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