Las disquisiciones de Calígula, por J.C.Deus

El escritor francés Albert Camus (1913 —1960) sufre este año unos fastos excesivos a propósito de cumplirse medio siglo de su temprana muerte. Ya en 1957, a la edad de 44 años, se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy». Pero las cosas que se están diciendo estos días a propósito del francés y sus valores exceden todo tino. En tal contexto, se repone su obra teatral Calígula, precedida así mismo de grandes ditirambos. Pero ni autor ni obra satisfacen las expectativas a pesar de los muchos esfuerzos desplegados.

Este Camus-Calígula nos parece una impostura intelectualoide insoportable y trasnochada, un precedente de los estragos de la novela histórica, un coletazo del existencialismo más rancio, un texto lleno de ínfulas para una trama repleta de tedio. A partir de aquí, disentimos del interés de su director Santiago Sánchez por reponerla en nuestros escenarios, y juzgamos desgraciadamente desperdiciados los esfuerzos que la compañía L’Om-Imprebís ha dedicado a ello.

Camus tiene sus méritos, y ‘El extranjero’ y ‘La peste’ son dos grandes textos del siglo XX. Otra cosa es esta floja pieza teatral, una recreación literaria abusiva sobre un personaje mítico con objeto de exponer según nos dicen ‘la dureza de convertirse en adulto, el desafío a los conceptos divinos, las consecuencias de un poder ejercido contra los hombres, la existencia o no del amor en nuestras vidas, y el resultado de una sociedad movida sólo por intereses’. De denuncias obvias e innecesarias está hoy día llena la cultura oficial, y este Calígula en todo caso lo hace de forma libresca, con personajes de cartón y situaciones pétreas.

L’Om-Imprebís aporta algunos méritos propios, como una incorporación notable de la percusión a la escenografía y una intrigante colección de acentos en el reparto que puede oirse como eco de la globalidad alcanzada por aquel imperio romano. Pero naufraga en una ambientación deficiente que escenografía, vestuario y coreografía no consiguen salvar. La compañía valenciana está muy orgullosa de su currículo, de haber recorrido la red estatal de teatros, los circuitos autonómicos y muchos festivales internacionales, con una media superior a las 200 representaciones anuales, de hacer un ‘teatro comprometido, de contenidos maduros y servidos de una forma fresca, original y directa para el espectador’. Pero a nosotros no nos gustó este Calígula, y es nuestra obligación decirlo.

Como ejemplo de la enjundia filosófica de la obra se nos ofrece un manojo de citas escogidas de este porte: «El poder ejercido contra el hombre está abocado al fracaso»; «Los hombres mueren y no son felices»; «El mundo tal y como está es insoportable, por eso necesito la luna». Áteme usted esta mosca por el rabo. En su afán por ‘vender’ el montaje, Sánchez ha llegado a declarar que «Camus es conocido como un gran filósofo del siglo XX», lo cual es como mínimo exagerado.

El ‘Calígula’ de Camus no merecía el esfuerzo, y el esfuerzo no ha ido bien encaminado. Es un intento fallido, además de tedioso por su excesiva duración, y una disculpa para disquisiciones morales un tanto anodinas. ‘Todo parece tan complicado. Sin embargo, todo es tan sencillo. Si yo hubiera conseguido la luna, si el amor bastara, todo habría cambiado. ¿Pero dónde apagar esta sed? ¿Qué corazón, qué dios tendría para mí la profundidad de un lago? (De rodillas y llorando.) Nada, en este mundo ni en el otro, que esté a mi altura. Sin embargo sé, y tú también lo sabes (tiende las manos hacia el espejo llorando), que bastaría que lo imposible fuera. ¡Lo imposible! Lo busqué en los límites del mundo, en los confines de mí mismo. Tendí mis manos (gritando), tiendo mis manos y te encuentro, siempre frente a mí, y por ti estoy lleno de odio. No tomé el camino verdadero, no llego a nada. Mi libertad no es la buena. ¡Nada! Siempre nada. ¡Ah, cómo pesa esta noche! Helicón no ha venido; ¡seremos culpables para siempre! Esta noche pesa como el dolor
humano’. Es el último parrafón de la obra. Luego cae el telón y quedas anonadado.

Calígula, de Albert Camus
Teatro Fernán Gómez de Madrid
dirección: Santiago Sánchez
duración: 2 horas y 10 minutos (con intermedio de 15 minutos)
del 11 de marzo al 11 de abril de 2010

Reparto por orden de aparición
Calígula Sandro Cordero
Cesonia Garbiñe Insausti
Quereas José J. Rodríguez Jabao
Escipión Sergio Gayol
Helicón Gorsy Edú
Séneca Carles Montoliu
Calixto Carlos Lorenzo
Claudio Balbino Lacosta
Lolia Marina Barba
Mereya Martín Caló
Lépido Manu Hernández
V. asiático Ramón Linaza
Piano y percusión Martín Caló
Violonchelo Marina Barba

Equipo artístico
Versión Santiago Sánchez
Escenografía Dino Ibáñez
Vestuario Sue Plummer
Realización de vestuario Elena Sánchez Canales
Iluminación Rafael Mojas, Félix Garma
Música Jesús Salvador Chapi
Asesoramiento musical Manolo Coves
Coreografía Paloma Díaz
Preparación de voz Concha Doñaque
Preparación actoral Owen Horseley

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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