El Prado ordena y potencia 400 años de pintura española, por J.C.Deus

El Museo del Prado ha presentado hoy las nuevas salas dedicadas a la pintura española medieval y renacentista, completando la reordenación en curso de la planta baja del edificio Villanueva. Las siete salas se distribuyen en torno a la Rotonda baja de Goya, donde se mantiene una importante representación de la colección de escultura clásica del Museo. Se trata de una parte bastante desconocida de la colección, una especie de ‘relleno’ que colgaba aquí y allá entre las grandes atracciones del Museo, pero que ahora adquiere su verdadera dimensión a través de esta representación de 120 obras a lo largo de medio milenio de la historia de España. Un conjunto donde predomina la pintura religiosa, como correspondía a un tiempo en el que la Iglesia llegó a tener más poder que los monarcas.

Toda la nueva zona ha requerido una intervención arquitectónica de Rafael Moneo, el autor de la que fuera polémica ampliación del Museo convertida ya en feliz realidad. Moneo ha explicado como esta zona del edificio con cierto carácter de cripta sólo se hizo accesible a finales del XIX, estando hasta entonces literalmente bajo el talud de Los Jerónimos, destinada a servicios administrativos y a prestaciones relacionadas con la botánica. La intervención que hoy se presenta -‘no hemos hechos en realidad casi nada’, ha dicho modestamente Moneo-, incluye tratado de bóvedas, mejores accesos, un tragaluz que será el único espacio a cielo abierto del museo en un encantador esquinazo del edificio, y la apertura de nuevas perspectivas interiores de gran belleza.

El imán de todo el conjunto lo constituye la sala 51C en la que se exhiben, con una arquitectura evocativa de los espacios de los que proceden, las pinturas románicas de San Baudelio de Berlanga (Soria) y de la capilla de Santa Cruz de Maderuelo (Segovia). Ambos espacios han sido evocados de forma bien resuelta para que las excepcionales pinturas aparezcan colocadas como lo estuvieron originalmente.

Los frescos de San Baudelio están repartidos por diversos museos americanos después de que fueran expoliados y vendidos en los años veinte del pasado siglo. Los seis que se exponen, son un depósito temporal indefinido del Metropolitan Museum de Nueva York, que a cambio recibió el ábside de San Martín de Fuentidueña (Segovia). Los denominados Elefante, Oso, Soldado y Cortina, están en el frente de la galería del coro sobre arcos de herradura, y las dos restantes, Cacería de Liebres y Cacería del ciervo, en el registro inferior del cuerpo de la ermita en el muro norte.

La capilla de Maderuelo está hoy rodeada de un embalse, y sus pinturas fueron adquiridas por el Museo en los años cuarenta. Han sido restauradas en colaboración con el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) y dirigida por Juan Ruiz. Se trata de todo un hito de recuperación y completa el recorrido del Prado de forma magnífica. Será de visita obligada.

Son solamente dos muestras de un patrimonio extraordinario que ha sido diezmado en el último siglo gracias a una desidia social generalizada que no sólo debe avergonzarnos sino hacernos mejorar. Sun presencia en el Prado debería entenderse como expiación pública y propósito de enmienda colectivo.

Reordenada y ampliada, la selección de obras expuestas en este nuevo espacio expositivo permitirá al visitante realizar un exhaustivo recorrido por las principales corrientes pictóricas desarrolladas en España entre los siglos XII y XVI, comenzando por los frescos románicos de las citadas dos iglesias castellanas, a los que acompañan brillantemente los grandes retablos de Rodríguez de Toledo y de Nicolás Francés (colocados en el único lugar del museo que permite sus grandes dimensiones) y las pinturas de Luis Alincbrot, Fernando Gallego, Bermejo, Paolo de San Leocadio, Pedro Berruguete o Juan de Flandes. Ya en pleno Renacimiento y hasta el Manierismo, el nuevo recorrido propuesto centrará su atención en las obras de Fernando Yáñez, Machuca, Correa de Vivar y Juan de Juanes, para concluir con las tablas del manierismo espiritual de Luis de Morales, ampliamente representado en el Prado.

Que la pintura española del período sea un modesto reflejo de la gloria alcanzada en la península italiana de aquellos tiempos, no quita para que el conjunto presentado ahora no resulte extraordinario. El resultado es espectacular en todas las salas, realzado por piezas bellísimas en todas ellas. Podrían destacarse Virgen de la Leche y Santos, de Pere Lembri; la Crucifixión de Juan de Flandes; la Virgen del caballero de Montesa de Paolo de San Leocadio; el Auto de fe de Pedro Berruguete; Santa Catalina de Fernando Yáñez; la Virgen y las ánimas del Purgatorio de Pedro Machuca; la Anunciación de Correa de Vivar; la Ultima Cena y el Retablo de San Esteban de Juan de Juanes; o el Nacimiento de la Virgen de Luis de Morales.

Como paso previo a esta intervención y en paralelo a ella, se ha procedido a la restauración en el propio taller del Museo, muchas otras obras de Borrassa, Guerau Gener, y Gonçal Peris, Pere Lembrí, Juan Sánchez, Juan de Nalda y los Maestros de los Luna y de Robredo.

Otro asunto a destacar es la recuperación de la espectacular tracería gótica del ‘Santo Domingo de Silos’ de Bartolomé Bermejo, cuya parte superior se conservaba en el Museo Nacional del Prado, pero no así los largueros, propiedad del Museo Arqueológico Nacional, traídos ahora en el Prado para que esta obra maestra de Bermejo recupere su apariencia original. Inexplicablemente en la iamgen del mismo distribuida por el Museo no figura el formidable marco del que hablamos.

Estas nuevas siete salas dedicadas a la pintura española medieval y renacentista, se enmarcan en el proyecto en curso ‘La colección: La otra ampliación 2009-2012’, que se desarrolla según el calendario previsto. Este ‘relanzamiento’ de la pintura española del Románico al Renacimiento se presenta como ocasión obligada para repetir visita al ‘padre’ de los museos españoles y alegrarse de sus grandes progresos en los últimos años.
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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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