El presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, José María Barreda, anda a la búsqueda de argumentos que mejoren su imagen ante la opinión pública. Las negativas encuestas que maneja el PSOE, los endémicos malos datos económicos que arroja la región agravados por la crisis y los pasos atrás en asuntos «estrella» de su mandato, como la perdida caducidad del trasvase Tajo-Segura, conducen su política promocional al populismo.
Así, la Junta acaba de enviar un escrito a la comunidad de Murcia para que dé cuenta del origen del agua con la que riega los 17 campos de golf de la región levantina, asunto que interesa mucho en las conversaciones de taberna alentadas por los propaladores de las consignas del PSOE.
Para hacer esta reclamación, antes se ha promovido el interés de los medios de diferentes modos. Desde las declaraciones del propio Barreda en este sentido -«debemos saber en qué se emplea el agua del trasvase»- hasta la realización de un estudio de la Universidad de Castilla-La Mancha en su Centro Regional de Estudios del Agua, cuya principal conclusión, según una nota de la propia Junta de Comunidades, es que en Murcia entera hay 17 campos de golf, como no podía ser menos en una región turística, a lo que se añade la sospecha de que se gastan en su riego 22 hectómetros cúbicos de agua procedente del trasvase.
Lo que pide la Junta es que su homóloga murciana identifique a los dueños de los campos de golf, certifique que cuentan con pozos debidamente legalizados para este fin, o que disponen de estaciones depuradoras de aguas residuales y que con ellas se riegan los citados campos.
Esa situación también sería interesante conocerla en la propia Castilla-La Mancha. Existen casos de reiteradas denuncias ante la Confederación Hidrográfica del Tajo y la Junta por el uso ilegítimo de pozos destinados al riego agrícola, así como de la inoperancia de estaciones depuradoras de aguas residuales con las que deben contar.
Mientras se distrae al personal con estos debates menores sobre el trasvase, el de fondo se aplaza, y los usuarios de la propia cuenca del Tajo ven cada vez sus derechos al agua más mermados y el río más seco.
