Desolación del Gólgota, por J.C.Deus

La sala pequeña del Teatro Español recibió el otrora denominado jueves santo con ‘En el Monte del Olvido’, un supuesto diálogo entre los dos ladrones ejecutados junto a Jesús de Nazaret en la cruz. Ya crucificados, esperan la llegada del cortejo que trae a Cristo a ocupar su puesto en medio de ambos, y durante una hora mantienen las más absurdas peroratas, ora representando a los personajes reales, ora figurando estar en un ensayo teatral, todo ello allí subidos y atados sin poderse mover, quizás el único atractivo de la obra.

El ladrón malo es el bueno, y viceversa. Son dos tipos de la calle: uno de tasca, extrovertido, vocinglero y chuleta, y otro de bar de copas de diseño, reprimido, educado y un tanto marusón. Todo empieza con el primero pidiendo agua con voces destempladas, y termina con un cuarto de hora mortal en el que aparece una mujer que viene buscando al nazareno para que resucite al niño escabechado que trae en un macuto. La irrupción escabrosa acaba con la palabrería insustancial. No se sabe que es más urgente olvidar.

‘Juntamente con él crucificaron a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda’ (Mateo, 27, 38). Atreverse con la escena cumbre de la historia occidental es osado. Y lícito, naturalmente. Pero recrear la situación de dos crucificados, aún en tono de guasa, necesita ciertas dotes y antes de nada decidir por donde tirar, si se quiere recrear sus posibles reflexiones reales, si se elige el camino de la farsa, si se parte del tiempo histórico, si se actualiza a nuestros días, si se avanza por la ruta del entretenimiento banal o se pretende plantear problemas de calado. Para mezclarlo todo le dan sesenta minutos a Zurro: choteo del cristianismo y su fundador, reflexiones existenciales añejas, peroratas inmaduras sobre el mundillo del teatro actual, intercambio insufrible de chascarrillos variados, sucesión de frases hechas, cambios de tema de conversación sin ton ni son. Gila con mucho sifón. Aquellos ‘dialogos para besugos’ del T.B.O. con ínfulas de trascendencia.

«A los dramaturgos no nos tenía que dar miedo entrar en grandes temas y momentos históricos, sobre todo si ofrecemos una visión que puede ayudar al público a plantearnos dudas», ha declarado el autor y director estos días. La duda principal es como un dramaturgo al parecer experimentado se sube a este monte de merecido olvido. No es que sea irreverente. Ni que apunte lagunas y contradicciones historiográficas. Ni relecturas laicistas. Es que no tiene ni una sola frase reseñable.

La descripción oficial de la pieza dice que ‘los dos ladrones crucificados junto a Jesús ya están en sus cruces. Los soldados y el resto del personal que los han levantado sobre los maderos se
han largado (sic) a buscar al auténtico protagonista. Se han quedado solos. Los ladrones se saben personajes secundarios ante la importancia del que está por llegar. Ni siquiera le conocen, pero han oído tanto de él, que esperan ansiosos su llegada…, su actitud ante esta dura prueba, sus palabras… Uno es un incrédulo, el otro, alberga alguna esperanza en su incierto futuro… El tiempo sobre la cruz se hace lento, quizá eterno…’. Así pasa.

El programa de mano pretende justificar la propuesta diciendo que ‘cabe pensar en maneras de contar una historia de un personaje importante desde la perspectiva de los personajes secundarios, por ejemplo Rosencrantz y Guildenstern han muerto, de Tom Stoppard o Los figurantes, de Sanchís Sinisterra’. Cabe, pero en este caso rebosa.

Zurro se muestra satisfecho de que el público llegue a dudar sobre cuál es el ladrón bueno y cuál es el malo («hay muchas variantes en la obra»), explica que los actores Alex Peña y Nacho Bravola, que durante toda la obra permanecen crucificados, «viven una tortura a diario», a la que se han ido acostumbrando poco a poco a lo largo de los ensayos, y que el personaje femenino «se encarga de cerrar las disyuntivas que se plantean a lo largo de la obra».

Fundador de La Jácara en los años ochenta, Zurro es una autoridad en Sevilla como director de escena (más de treinta espectáculos), como autor (más de veinte títulos) y como docente (es profesor de la ESA. En 2007, con la puesta en escena de su obra Las Bragas, participó en la fundación de la compañía Caín Club Teatro, la misma que ahora encara esta segunda obra suya.

Con ‘Las bragas’ decía haberse inspirado en la película de Bergman “Secretos de un Matrimonio”: ‘Entra en las complejas relaciones de la pareja con la habilidad de un cirujano, yo tomo el mismo modelo, sólo que en lugar de un bisturí utilizo una sierra mecánica para destripar a los personajes’.

Aquí Zurro ha vuelto a aplicar la sierra mecánica y ha dejado un monte del olvido desmochado, arrasado de vulgaridad, carente de cualquier sentido. Decía Antonio Molina en su copla: ‘Están clavadas dos cruces/en el monte del olvido/por dos amores que han muerto/sin haberse comprendido’. El estreno fue acompañado de insufribles risitas forzadas y terminó en ovación cerrada. Pero nuestra dura obligación nos obliga a señalar el baldón de Mario Gas en la programación de esta temporada. Hacerlo en la cuota del teatro español contemporáneo es doble pecado.

EN EL MONTE DEL OLVIDO
Texto y Dirección: Alfonso Zurro
Teatro Español – Sala Pequeña
Del 1 al 11 de abril
de martes a sábados a las 20.30 h.
Domingos a las 19’00 h.
Precio: 16 euros

Intérpretes:
Alex Peña
Nacho Bravo
Eloína Marcos

Espacio escénico: Javier García
Iluminación: Florencio Ortiz
Música: Luís Navarro
Vestuario: Isabel Arias
Producción: Caín Club Teatro.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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