‘Vanitas vanitatum omnia vanitas’ (vanidad de vanidades, todo es vanidad), es la cita eterna del Eclesiastés. Salvatore Sciarrino (Palermo, 4 de abril de 1947), es un compositor italiano de música clásica contemporánea. El Teatro Real acoge por primera vez su ya larga obra eligiendo Vanitas, subtitulada ‘naturaleza muerta para voz, piano y violonchelo’, en una destacada puesta en escena de Rita Cosentino. Una música de sonoridades aisladas y silencios ‘pesantes’ que parece rememorar retazos de una bella partitura desperdigada por el inexorable e inaprensible paso del tiempo. Un escenario que colabora al misterio explorando rincones de la memoria. Una propuesta interesante para quienes pugnan por acercarse a la música clásica que se hace hoy, uno de los territorios más difíciles ideados por la creatividad humana.
Protagoniza la pieza la mezzosoprano argentina Marisa Martins, que ya actuó en el real en la ópera L’arbore de Diana el pasado mes de marzo. Le toca lo más difícil del desafío, esa voz femenina distorsionada típica de las partituras actuales, tan histriónica, tan provocadora, tan definitivamente inaceptable. Su interpretación vocal y actoral fue sobresaliente en el estreno. Canta una aleatoria selección de fragmentos literarios en latín, alemán, francés e italiano, realizada por el autor. La acompañan al piano Riccardo Bini, quien también tiene a su cargo la dirección musical de Vanitas, y el violonchelista Dragos Balan, miembro de la Orquesta Sinfónica de Madrid. Sus intervenciones son mucho más ‘digeribles’, bellísimas en determinados pasajes más extensos e inspirados. Ambos estuvieron identificados con la pieza y consiguieron momentos excelentes.
Estrenada en el Teatro Piccolo de Milán, el 11 de diciembre de 1981, Vanitas es una amalgama de sonidos en el que los tres intérpretes asumen el mismo protagonismo y rivalizan y se complementan en la búsqueda del espacio musical, pero también en el silencio. Sin duda Sciarrino quiere colocarnos en una dimensión más receptiva hacia los contenidos trascendentes de la existencia humana. Crea una misteriosa atmósfera que atrapa, que disuelve resistencias, y que contiene un enigmático atractivo, muy potenciado y quizás mediatizado esta vez por la puesta en escena.
La propuesta de Cosentino es una oprimente estancia abandonada, con su escaso mobiliario protegido por plásticos asfixiantes, en la que proyecciones de vídeo de la realizadora Celeste Carrasco introducen un factor desasosegante, una revisión a cámara lenta que precede a lo que ocurre. El tiempo está congelado en una permanente moviola. El espacio es asfixiante. La música, huidiza aunque obsesiva. El resultado es una experiencia que sin duda enriquece al que tiene el coraje de emprenderla con buena voluntad y espíritu constructivo, algo que esta música cultísima exige en demasía.
Es inevitable referirse al nihilismo desesperado y a la pesadumbre apocalíptica tan generalizada en el arte del siglo XX, del que esta Vanitas es buen testimonio. Resulta sorprendente que la sociedad occidental haya resistido un trabajo de zapa tan persistente en sus cimientos conceptuales. Si lo ha hecho, si ha resistido y superado al teatro del absurdo, la música post serialista, al nouveau roman, al cine de ensayo, al arte abstracto, es que la realidad siempre se impone a sus interpretaciones, y la vida es mucho más que el arte.
Llegados al tercer milenio de la era cristiana, al siglo XXI en su segunda década, es evidente, y más que evidente, escandalosa, la necesidad de cambiar registro. Al arte de supuesta denuncia debe suceder el arte motivado por la búsqueda de la armonía, de la belleza, de lo espiritual y trascendente en esta encrucijada de nieblas. El arte que ilumine la senda de una humanidad poco a poco mejor, a base de cultivar individuos que continúen el ascenso evolutivo.
Con la imprescindible ayuda de una inspirada puesta en escena, Vanitas es un conjunto de retazos que exige un esfuerzo singular pero posible de coronar con éxito. Se programa como prólogo y acompañamiento a L’incoronazioni di Poppea’ de Claudio Monteverdi, en la acertada idea de que aunque cuatro siglos las separen ambas van más allá de lo convencional en su época, y de que Vanitas pudiera considerarse un madrigal contemporáneo.
UNA NOTA SOBRE SCIARRINO
Este músico ha tenido una formación casi y exclusivamente autodidacta. Empezó a componer en 1959 y a ser reconocido a finales de los años 1960. Vive en Città di Castello (Umbría), ha desempeñado muchos puestos en la enseñanza pero en 1996 se retiró de su actividad oficial como docente. También ha desempeñado un importante papel como teórico y divulgador. Dada su precocidad, su catálogo comprende un número muy abundante de obras, en especial música de cámara, incluyendo muchas obras para instrumentos de viento o cinco sonatas de piano. Ha compuesto varias óperas y trabajos teatrales, como Amore e Psiche (1972-73), Aspern (1978), Lohengrin (1982-84), Perseo ed Andromeda (1990-91), Luci mie traditrici (1996-98) y Macbeth (2001-02).
Su lenguaje musical es extremadamente repetitivo, con una utilización intensa (incluso al limite del virtuosismo) de técnicas instrumentales alternativas a las convencionales, en un contexto esencialmente matérico. Es de destacar el uso frecuente de citas de obras pertenecientes al pasado (de autores clásicos como Ravel o Mendelssohn hasta canciones de Los Beatles o de otros autores de música ligera).
En 2002 fue estrenado con éxito en la Cité de la musique de París su Lohengrin —que apenas tiene que ver con el de Wagner. En el año 2003, más de 150 saxofonistas participaron en París, en el Musée d’Orsay, en la interpretación de una de sus obras, La bocca il piede il suono (evento grabado para la cadena de televisión francesa France 3).
Estrenada en mayo de 2006 en Schwetzingen, su ópera Da gelo a gelo («De un invierno a otro») —suite de cien escenas cortas extraídas del diario de Izumi Shikibu, poetisa cortesana japonesa que vivió antes del siglo X— fue presentada en mayo-junio de 2007 en la Ópera de París.
UNA NOTA SOBRE VANITAS VANITATIS
Vanitas es el término latino que puede traducirse por vanidad, que designa una categoría particular de bodegón, de alto valor simbólico, un género muy practicado en la época barroca, particularmente en Holanda. El mensaje que pretende transmitir es la inutilidad de los placeres mundanos frente a la certeza de la muerte, animando a la adopción de un sombrío punto de vista sobre el mundo. Es, al mismo tiempo, un elemento esencial en el surgimiento del bodegón como género individual, un subgénero con identidad propia en el que los objetos representados son todos símbolos de la fragilidad y la brevedad de la vida, de que el tiempo pasa, de la muerte.
Entre todos estos objetos simbólicos, el cráneo humano, la calavera, es uno de los más corrientes. Otros símbolos que suelen encontrarse son fruta pasada, que simboliza la decadencia como en senescencia; las burbujas, que simbolizan la brevedad de la vida y lo repentino de la muerte; humo, relojes de arena e instrumentos musicales, símbolos de la naturaleza efímera de la vida.
Es un género que gozó de gran apreciación entre los pintores del Norte de Europa, en Flandes y en los Países Bajos, pero también fuera de ese ámbito, con artistas de la talla de Jacques Linard o Philippe de Champaigne en Francia, Francesco Solimena en Italia, o Antonio de Pereda, Andrés Deleito y Juan de Valdés Leal en España.
UNA NOTA SOBRE MARISA MARTINS
Marisa Martins (Buenos Aires, 1972) en una entrevista con Efe opina que Vanitas es una «deconstrucción» «de una vieja canción de la que se conserva de forma misteriosa el perfume», una obra en la que a base de retazos de poemas, «de canciones deshechas en el tiempo», una mujer «bucea en sus recuerdos», sin saber muy bien si son de verdad o producto de su imaginación. «Es muy sugerente; dará al espectador mucho que pensar e imaginar porque nada es evidente. Hay que poner mucho de la propia sensibilidad». La artista, que vive desde hace 17 años en Barcelona, tendrá que hacer en breve un «parón» para dedicarse a su próxima maternidad pero ya tiene previsto volver el año que viene a Madrid, al Teatro de la Zarzuela, para el estreno mundial de la ópera de Xavier Benguerel «Dalí».
Vanitas
Salvatore Sciarrino
6,7 y 8 de mayo, a las 20.00 horas.
Sala Gayarre del Teatro Real
(acceso por la puerta de público de la Calle Felipe V)
precio único para todas las localidades de 25 Euros
Una duración de 50 minutos.
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