Opinión / Desde mi escaño

Amojamado en su sillón

Amojamado en su sillón
Miguel Zerolo.

Miguel Zerolo es un fenómeno, una suerte de político pizpireta capaz de decir hoy una cosa, mañana la contraria y pasado mantener y defender con la misma vehemencia ambas posturas. El primer edil de Santa Cruz de Tenerife juega magníficamente al despiste, es un as de la ceremonia de la confusión y no le gusta un ápice que nadie le diga lo que tiene que hacer.

Sabe perfectamente que en 2006, cuando estallaron casi al unísono los casos de Las Teresitas y Fórum Filatélico, se puso en sus reales sitios para desautorizar al mismísimo Paulino Rivero. El entonces candidato a presidente del Gobierno salió al paso de las informaciones que dejaban en mal lugar a Zerolo para decir que ya no iba presentarse a la reelección al Palacio de los Dragos. Craso error.

Y es que el alcalde coalicionero se siente autorizado o con los arrestos suficientes para volver a repetir candidatura si a él le apetece o le sale de los mismísimos. Tras 16 años ocupando la poltrona, amojamado en su sillón, ya no atiende a razones. Es curioso escucharle cuando afirma que él está a las órdenes del partido y, al mismo tiempo, hablar de que él no está cansado ni ha pensado firmar un plan de jubilación anticipado.

Está claro que si finalmente Zerolo salta por los aires (municipalmente, claro está), el Consistorio chicharrero sufrirá una renovación considerable en cuanto a las caras que ocupen las respectivas áreas de Gobierno, mande quien mande.

Ya es hora de que gente como Toni Bello, Hilario Rodríguez, Norberto Plasencia y comparsas se vayan a sus casas. Ya son muchos años a la sombra de la concejalía de turno, de creer que esa es su empresa particular. Ya va siendo hora de que en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife entre una ráfaga de aire fresco, de que la ciudad empiece a notar una mayor actividad durante toda una legislatura, no sólo cuando queda medio año para las elecciones.

Zerolo ha envejecido, más mal que bien, en su atalaya, ha visto la vida pasar desde ese balcón municipal, pero la ciudad ha sufrido pocas transformaciones en relación la otra capital de Canarias. Alguien podrá rebatirme que ahí tenemos una esplendorosa avenida Tres de Mayo o Cabo Llanos o un plan de barrios muy efectivo (al menos de cara a esa primera capa de maquillaje).

Sí, pero son unos cambios ínfimos para 16 años de mandato y más teniendo en cuenta que algo tan esencial como la remodelación de la playa de Las Teresitas, el proyecto culmen de la legislatura 2003-2007 se encuentra esperando el sueño de los justos en los tribunales de Justicia, esperando a que un ímprobo funcionario o un juez no contaminado por la esencias hipnotizadoras del zerolismo se atreva a poner negro sobre blanco sobre uno de los hipotéticos pelotazos urbanísticos más demenciales de la historia de esta urbe más pueblerina que metropolitana.

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