Opinión / Desde mi escaño

Saavedra y sus fastos

Saavedra y sus fastos
Jerónimo Saavedra. EP

Las Palmas de Gran Canaria vive al filo de la navaja por los aires de grandeza de su alcalde, el socialista Jerónimo Saavedra. El primer edil es capaz de echar la casa por la ventana para celebrar que su ciudad ha pasado el corte para quedar entre las finalistas a ser elegida capital cultural europea en el año 2016, pero en cambio le cuesta encontrar las perras para necesidades más perentorias que lucirse en los mingitorios culturales.

Saavedra sólo está interesado en la capa de barniz electoral que proporciona que Las Palmas de Gran Canaria compita con Córdoba, Segovia, Burgos, Zaragoza o San Sebastián para obtener en junio del año que viene esa mención. Salvo sorpresa, será la ciudad andaluza la que logre ese mérito. Pero eso es lo de menos para un alcalde que ha tenido la capital patas arriba y con un abandono rayano en la desesperación.

Y mientras el señor Saavedra está satisfecho con su nuevo juguete y empieza a buscar la financiación por aquí, por acá y por acullá, hay personas y entidades en Las Palmas de Gran Canaria que las están pasando canutas y el alcalde mirando a otro lado porque, sinceramente, no le interesan los problemas del pueblo llano. Él, tocado de un poder semidivino, no está dispuesto a rebajarse para escuchar a los pobres.

La ciudad grancanaria, como cualquier otro punto de nuestra geografía, está repleta de ciudadanos que no lo pasan bien. La desidia de la institución capitalina es solventada en gran medida por voluntariosas ONGs, pero éstas, obviamente, precisan del lógico empuje municipal a modo de subvención o de concesiones materiales para poder ejecutar su trabajo a la perfección.

Dice la oposición en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria que lo sangrante es que en breve más de media docena de estas organizaciones pueden echar el cierre y una de ellas, Gull-Lasegue, especializada en la lucha contra la anorexia y la bulimia, fue distinguida hace pocos meses con la medalla de oro por parte del propio Saavedra. Esa es la política de este socialista pasado de vueltas y que pasa de todo. Se hace la foto de rigor, pero luego olvida que la concesión del premio implica el seguir trabajando codo con codo.

De todas maneras, tampoco me sorprende esta actitud de Saavedra. Su llegada a la poltrona sólo ha significado un retroceso alarmante en la ciudad, con todos los servicios básicos convertidos en un mírame y no me toques o con una política de enchufismos que llegan, incluso, al propio marido de la delegada del Gobierno en Canarias. Si el alcalde cree que puede presumir de éxito por seguir en la pugna de la capitalidad cultural europea, mejor que se lo haga mirar.

Las Palmas de Gran Canaria ha perdido más de tres años valiosísimos y no será sencillo volver a la senda correcta, pero ahora, sinceramente, es más que preocupante que estas organizaciones no gubernamentales puedan dejar en la estacada a sus trabajadores y, lo que es aún peor, a las miles de personas a las que atienen y ayudan a salir de problemas económicos y de integración social, amén de ese excepcional trabajo que hace una asociación como Gull-Lasegue con el drama de la anorexia y la bulimia.

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