Opinión / Desde mi escaño

Melchior descarrila

Melchior descarrila
Ricardo Melchior.

Hace apenas unos días tenía la oportunidad de escribir sobre el gamberrismo y la pasividad de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife. Pues bien, hoy les traigo a colación una muestra más de lo que pueden conseguir los vándalos con sus acciones.

Sea usted un ciudadano modélico, ejemplar, pague su impuestos, vaya siempre respetando las normas y le tomarán por el pito del sereno, sobre todo si corporaciones serias como el Cabildo de Tenerife y un político aún más formal y trabajador por el señor Ricardo Melchior Navarro deciden que, para que no les rompan su juguete más preciado, el tranvía, durante los días de mayor confluencia de carnavaleros en la calle no se prestará el servicio durante la noche.

Esto es un símil de muerto el perro, se acabó la rabia, pero lo previsible era, en todo caso, que se le diese cera y una buena multa a quienes no sólo destrozan la infraestructura tranviaria, sino también a esos que van molestando al resto de viajeros que sólo busca llegar a su destino y divertirse sanamente.

No me esperaba yo una salida de este calibre del líder de CC en la máxima institución insular. Hasta la fecha, de verdad, uno tenía la creencia de que el servidor público estaba, precisamente, para atender a todos los ciudadanos, para que los servicios esenciales no presentaran carencias importantes y, por lo menos hasta ahora, el transporte es una cuestión prioritaria.

Estamos a veces hasta saturados de los mensajes paternalistas que invitan a que cojamos los medios colectivos para desplazarnos a las romerías, a la fiesta de Fin de Año o a los propios carnavales para que ahora, por la dictadura de cuatro elementos inadaptados, llegue don Ricardo Melchior y suspenda el servicio del tranvía. Pues no, eso es un error de bulto y que le da crédito a los malhechores.

Estoy convencido de que usted, señor presidente del Cabildo de Tenerife, tendrá que rectificar, retractarse de sus afirmaciones. No puede usted dejar sin este servicio a decenas de miles de ciudadanos que optan por un medio como el tranvía para llegar cómodamente al cogollo del carnaval callejero y, lo más importante, regresar con más tranquilidad aun a sus hogares.

Desertores del arado, gente incapacitada que no se integra con el resto, siempre los ha habido y los habrá, pero no se pueden adoptar decisiones en función de esos pocos. Si dejamos que el gamberrismo de ese grupúsculo afecte al normal funcionamiento de las cosas, mal vamos, señor Melchior.

Aquí, en todo caso, se trataría de, o bien contratar más seguridad o de que la propia Policía esté más pendiente de esos descerebrados que se dedican a cruzar las vías cuando va a pasar el tranvía o que colocan objetos para entorpecer su marcha. Pero eso de suspender el servicio, sinceramente, no tiene razón de ser.

Por la misma regla de tres, mejor entonces que corten la recién inaugurada vía del barranco, la que va desde Bravo Murillo a la avenida de Venezuela porque, simple y llanamente, los actos de barbarismo que se cometen a diario aconsejan que nada ni nadie, ni vehículos ni personas, transiten por ahí.

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