Opinión / Pasajes

Una de espías. O dos

Antes, hasta el otro día por la mañana, o por la tarde que ya no me acuerdo, los espías eran una cosa muy seria. Los espías de antes ni se reían, y si lo hacían eran castigados severamente por sus superiores con penas de prisión preventiva, de prisión no preventiva y de prohibición expresa de tirarse a las/os espías enemigos durante mucho tiempo. Quizás hasta dos o tres semanas de abstinencia sexual. ¿Se imaginan el disgusto de James Bond?

Ah y también podían ser castigados a quedarse sin postre una o dos semanas; que es lo que más jodía a los espías, porque a los espías les encantan los dulces de crema pastelera y los yogures de fresa con bífidus activo; porque les vienen estupendamente para exonerar el vientre. (¿Se han fijado qué fino? No he dicho cagar. Y podía haberlo hecho perfectamente, porque me amparan mis derechos constitucionales. Pues eso).

También los espías eran antes una cosa muy secreta. Tanto que ni siquiera se conocían entre ellos y ellas, y tenían que estarse presentando unos/as a otros/as continuamente, con el grave deterioro que esto suponía para la capa de ozono. E incluso muchos de ellos se pasaron toda su vida sin saber que eran espías; y decían a sus amistades y personas piadosas que eran protésicos dentales, lo cual no tranquilizaba nada en absoluto.

Pero hoy las cosas han cambiado una barbaridad, hasta el punto de que el jefe de los espías españoles, que se llama don Félix Sanz Roldán, ha salido a los medios a quejarse de que espiar es “cada día más difícil”. ¡Consio, pues claro que es difícil! Si fuera fácil todos nos haríamos espías, porque se liga una barbaridad. ¿O no?

–Pues no, un servidor no podría ser espía, porque después me repite mucho y tengo que tomar bicarbonato.
–Bueno, pero su caso es excepcional, y aquí estamos hablando de la generalidad.
–¿De la valenciana?
–No, de la catalana. Si a usted no le importa, eso sí.

Dice también el señor jefe de los espías que esto de la dificultad de espiar es cosa de los riesgos existentes, pero también porque “los gobiernos, como toda la sociedad, exigen cada día más eficacia y conocer lo que quieren conocer en menos tiempo”. Y esto es mentira. Una mentira cochina. Un servidor es miembro de la sociedad, mientras no me demuestren lo contrario, y en la vida me han hecho caso los espías. Años y años llevo pidiéndole a CNI que me investigue las actividades, usos y costumbres de mi vecina Paquita, que esta como un tren, y ni caso. ¿Hay derecho a esto? ¿Eh?

Las dificultades de los espías en la actualidad, vienen mismamente de que la gente no se deja ya espiar como antes. No señora. Yo recuerdo que, cuando Rubalcaba en tiempos de Felipe González me puso un espía, lo trataba con mucho cariño y hasta lo invitaba a gambas con cervecita. Yo le decía: “¿Qué Conrado, cómo va eso?” Y él respondía: “Pues tirandillo, ya ves”. Y yo volvía a la carga: “Consio Conrado, pues yo ya más no puedo hacer por ti. No seas gandul carajo. Ya hasta te redacto el informe diario de mis actividades secretas. ¿Qué más quieres, Conrado?”. En fin, que Conrado era un caso perdido.

Sin embargo los espías tienen hoy muchas facilidades para espiar. Hay hasta supermercados del espía y todo, donde puede usted comprar pinganillos muy discretos. El pinganillo, a pesar de que el diccionario de la RAE diga que se trata de un carámbano de hielo, es un chisme chiquitito que se pone en la oreja para espiar. Y puede usted encontrar pinganillos de estos muy aparentes por 56 euros más el IVA. ¿Barato, verdad?

Pero ah amigo, esto tiene truco, porque después le venden a usted unas “Pinzas para retirar el pinganillo del conducto auditivo, una vez finalizado el uso del mismo”; “fabricadas en acero inoxidable libre de estaño, con las puntas optimizadas para la extracción del pinganillo sin ocasionar daños en el oído”. Pinzas que le venden al espía por 3.275 euros. Un abuso, claro. Pero a ver qué espía no se las compra y prefiere quedarse con el pinganillo dentro. Y a esto no hay derecho. Como tampoco a que cobren 1.376 euros por un: “Cepillo de limpieza y mantenimiento para pinganillos. Herramienta específica para eliminar restos de cerumen del filtro y limpieza en general del dispositivo”. En fin.

NOTA: Los precios de ahí arriba son orientativos. Vamos, que me los he inventado.

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