Paulino Rivero tomó este 29 de enero el avión rumbo a Venezuela, a la caza del voto de los canarios con derecho a depositar su voluntad en las urnas isleñas. Encuentros con los dirigentes coalicioneros en la llamada pomposamente octava isla, actitudes mitineras, pero, por ejemplo, nada de interesarse en persona por la situación de Agroisleña, la empresa expropiada por Hugo Chaves y cuyos dueños aún no sabe qué va a pasar. Toda promesa ha quedado en aguas de borrajas.
Los desplazamientos del presidente regional al país chavista son míticos y muy habituales desde que era el líder de Coalición Canaria. La importancia de amasar antes que nadie el voto de los isleños emigrados a la cuna de Bolívar siempre ha sabido ser bien entendida por los nacionalistas que, en cambio, tienen una facilidad asombrosa para olvidarse de los problemas que a diario pasan sus potenciales votantes en el feudo del Gorila Rojo.
Pocos datos se tienen de la tourné del jefe del Ejecutivo, salvo las clásicas reuniones con la Ejecutiva de Coalición Canaria de Venezuela, y un acto en Valencia con los afiliados de CC de los estados de Aragua, Yaracuy, Cojedes, Lara y Vargas. Es decir, populismo a manos llenas, pero nada de preocuparse por las dificultades reales de los canarios, como el saqueo de las autoridades chavistas a Agroisleña. Como mucho, deja la responsabilidad en manos de la diplomacia española para que se entienda con Chaves.
La empresa agrícola, rebautizada por obra y gracia del Gorila Rojo como Agropatria, fue expropiada con un único objetivo, levantarse el capital que tenía, alrededor de 40 millones de bolívares. Ahora mismo, según denuncia la oposición, la compañía tiene menos de cuatro millones y los agricultores se ven con dificultades para proseguir su labor en el campo ante la falta de suministros que debería de proporcionar la antigua Agroisleña. Pero esto no parece preocupar al mandatario canario.
