Paulino Rivero y José Miguel Pérez. El nacionalista reinante y el socialista descafeinado. Un presidente canario que busca su continuidad al frente del gobierno regional y para ello no duda, por ejemplo, en tomar el avión rumbo a Venezuela para conseguir las voluntades de los canarios que tienen derecho a elegir su representante en las urnas, aunque luego ni sepan ni tengan mayor interés en conocer la gestión que se está haciendo en su Archipiélago que les vio nacer.
Por la parte socialista, existe un líder accidental sin verdadera vocación, al que poco a poco le empiezan a mover la silla porque ven que no sólo es que carezca de carisma, sino que se ha metido a una especie de pirómano-bombero y el PSOE de Santa Cruz arde por los cuatro costados. Ni Abreu ni otro Pérez, Julio, están sabiendo sofocar las llamas de un fuego rebelde e intencionado.
Paulino Rivero sabe a ciencia cierta que no será él quien propicie la reunificación del nacionalismo canario y menos con el acuerdo al que parece haber llegado con Ignacio González, el camaleón de la política canaria. Los resultados previsibles de mayo 2011, situarán a los nacionalistas obligados a la refundación y unión.
José Miguel Pérez se hundirá víctima del cataclismo de Zapatero. El socialista grancanario perderá su liderazgo. Pérez y Rivero buscan ambos lo mismo: la fórmula de supervivencia en la escena política canaria.