Opinión / Desde mi escaño

Silban, luego cabalgamos

Silban, luego cabalgamos
Casimiro Curbelo.

Cito literalmente: «¿Cuánto te ha pagado Soria? Perfecto, Velarde, todo perfecto, pero ahora tendrás que demostrar que todo es verdad. Ten en cuenta, y ese es el comentario en La Gomera, de que quien te informa lo hace de una forma, además de herida, temerosa y equivocada. Dos agentes de la judicial, estuvieron efectivamente en la secretaría del cabildo, pero ni en el despacho, ni se llevaron material informático (Casimiro no sabe ni encender un ordenador), ni pidieron llaves de nada, y todo esos disparates que te han apuntado».

Los nervios en la isla colombina siguen a flor de piel por las informaciones publicadas por Periodista Digital, que tocan muy de cerca al entorno de Casimiro Curbelo y, lejos de remitir los ataques de los enemigos de la verdad, se lanzan ciegamente a la contra, intentando sesgar alguna cabeza, pero les llevan los demonios el hecho de que esta vez no pueden mangonear ni manipular a ningún jefe local ni regional para pedir mi cabeza. Tendrán que plantarse en la capital de España.

Bueno, en realidad el chamán de la tribu va casi todas las semanas, pero su congénita vagancia, incapaz de presentar en el Senado una sola propuesta en pos de su isla, no creo que le anime a rendir una visita a la empresa con la que colaboro, más que nada porque queda demasiado lejos de la Cámara Alta. Pero vamos, que si decide ir me sentiré muy honrado de que vuelva a pedir mi cabeza por segunda vez. Ahora bien, le advierto que no todo el mundo es Paco Pomares ni se deja influenciar por su dinero.

Lo cierto es que ya me empiezo a acostumbrar a la recepción de mensajes más o menos coercitivos en mi correo electrónico. Un día es una copia de un escrito a la Fiscalía, otro que si detrás de las noticias está José Manuel Soria o que si voy a tener que demostrar todo lo publicado. Por supuesto, de esto último, de la veracidad de los hechos expuestos, se corresponden absolutamente con la realidad. Ya le hubiese gustado a determinadas personas que estos datos no se hubiesen desvelado, pero el control férreo del cacique no llega a todas partes y menos cuando las camarillas a las que él tiene el gusto de amedrentar no se encuentran en las Islas.

Me encuentro satisfecho de haber abierto las puertas de la libertad informativa en una isla donde la moneda de cambio habitual es el miedo, el temor a perder la subvención o el puesto de trabajo porque no se puede hablar mal del todopoderoso. Pues no señor. Se acabó la fiesta, señor Curbelo y señores acólitos que pierden su tiempo en redactar querellas o correos electrónicos contra mi persona. Ni les tuve miedo en el año 2000, ni tampoco les temo 11 años después.

Y es verdad que en la primera ocasión, usted, señor Curbelo, ganó parcialmente la batallita porque el influenciable Pomares no me echó, pero sí que me relegó de las funciones de coordinador de la red de periódicos La Isla, entre ellos el de La Gomera. ¿El motivo? Que a usted le sentó como un tiro que me posicionase a favor de las aerolíneas, que decidieron abandonar, temporalmente, el aeródromo gomero. Esta vez lo va a tener usted más complicado porque no estoy al servicio de medios locales a los que usted pueda untar para que sacrifiquen a los peones molestos.

Y no quería acabar sin agradecer las múltiples llamadas y mensajes recibidos a lo largo de las últimas horas. Hay muchas personas que, sin tan siquiera tener un trato directo conmigo, se han puesto a mi entera disposición para echarme todos los cabos del mundo. Les estoy enteramente agradecido, por supuesto, porque siempre reconforta este apoyo de gente a la que tienes por amigos y de aquéllas que te dan una desinteresada palmada y te ofrecen su ayuda. Pero todo ese respaldo no serviría de nada si, previamente, yo no hubiese respondido al principio deontológico de contar la verdad. Ese es el verdadero y único patrimonio de un comunicador. Silban, luego cabalgamos, parodiando al estilo gomero, nunca mejor dicho, al famoso ladran, luego cabalgamos.

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