Dos años lleva la Fiscalía General del PSOE, alias del Estado, tratando de imputar a don Francisco Camps, señor que pertenece al PP y preside la Generalitat valenciana, de absolutamente todo: tráfico de influencias, contratación irregular, financiación ilegal, tenencia
ilícita de colibrís… Lo de los colibrís no, que es broma de un servidor. Pero igual el fiscal general decide investigar lo de los colibrís por entretenerse. ¡No se corte, señor fiscal! Es más, Camps se tiró una vez un pedo en público. ¡Empúrelo también por eso, caramba! Ah no, me acabo de dar cuenta que esto no le va a servir de nada al fiscal general del PSOE, porque Leire Pajín todavía no ha prohibido lo de tirarse pedos en público en España; aunque ya está en conversaciones con el ministro malauí Chaponda para imponerlo aquí.
Han sido tantas y tan graves las imputaciones que han salido en los medios de la izquierda, incluidas las teles nacionales del PSOE, o sea la Una y la Dos, que un servidor estaba ya convencido de que Camps fue el asesino de Kennedy. Y cómplice de Jack el Destripador, por
supuesto. Ah, y autor material de la desaparición de los dinosaurios.
Precisamente el director del Plural, que se llama Enric Sopena, ha solicitado fondos a la cosa de la Memoria Histérica, digo Histórica, para desenterrar unos cuantos dinosaurios y hacerles pruebas que demuestren que fueron asesinados vilmente por Camps a sangre fría. Y seguro que le dan los fondos. ¡Faltaría más!
Bueno, pues al final ha resultado que a Camps solo le pueden imputar el que le haya regalado unos trajes un señor al que llaman el Bigotes. (Que le queda fatal el bigote, por cierto, pero eso es otra historia). Que es que, por lo visto, el señor Camps tenía que haberse opuesto a que el Bigotes le regalara trajes:
–Tome usted, señor Camps, este traje de corte inglés con espiguilla, regalo de un servidor, porque usted me cae bien.
–No, por favor Bigotes, no te molestes. Gracias de todas formas.
–Insisto, coja el traje.
–Que no, Bigotes, no seas pesado, que no quiero el traje.
–¡Coño, Camps, eso es hacerme un feo! ¡Coge el traje de una vez, o te doy por la mamona como Bigotes que me llamo!
Y entonces Camps cogió el traje, porque si no alcanza por la mamona. La cosa debió suceder más o menos así, no se crean ustedes. Y va a ser un cachondeo el juicio de los trajes de Camps. Juicio donde el fiscal pide para Camps una multa… ¡Una multa! Porque no puede pedir otra cosa, que si no… Multa y punto. Porque resulta que el presunto cohecho impropio de Camps es una gilipollez dentro del Código de la Circulación o del Código de que se trate. Ya me estoy imaginando al fiscal interrogando a Camps en el juicio. Conectamos:
–¿Es cierto, señor Camps, que a usted le regaló el Bigotes un traje de corte inglés de espiguilla…?
–Pues no me acuerdo, fíjese usted.
–¿Cómo que no se acuerda, si es más feo que el carajo el puñetero traje? ¡Es imposible que no se acuerde usted de tal traje!
–¡Protesto, señoría! El fiscal está presionando a mi cliente, digo le está arrugando el traje a mi cliente.
–Se acepta la protesta. Señor fiscal, deje inmediatamente de arrugarle el traje al acusado señor Camps.
–Usted perdone, señoría. No volveré a presionar, digo a arrugarle al traje al acusado. ¿No es cierto, señor Camps, que más tarde recibió usted como regalo del señor Bigotes…, a ver, déjeme comprobar mis datos…: Dos paquetes de mantequilla, medio kilo de harina, lata de leche condensada… Perdón, esto es la receta de un postre que me dio el juez Garzón. Aquí está la lista de los regalos del Bigotes a Camps: Berberechos, sardinas, dos cajas de leche, lejía, lavavajillas, preservativos de sabores… ¡Vaya por Dios!, ahora resulta que les estoy leyendo la lista de la compra que me dio precisamente mi señora esta mañana. ¡Tonta esta una hoy! Esta, esta sí que es: “Camps recibió entre 2005 y octubre de 2008: 12 trajes, cuatro americanas, cinco pares de zapatos y cuatro corbatas”. ¿Lo reconoce, señor Camps…? ¿Reconoce usted sus infinitos crímenes contra la Humanidad, merecedores de la pena de muerte…? ¡No, no los reconoce, señoría! ¡¡No los reconoce, porque es tanta la maldad intrínseca del acusado…!!
–Perdone, señor fiscal: ¿Se quiere callar usted un momentito…?
–Pues claro, señoría.
–Gracias. ¿Hay algún psiquiatra en la sala, que pueda atender al señor fiscal…?