Paulino Rivero huye de lo español cuando le interesa, es decir, ya mismo, a menos de cuatro meses para las elecciones autonómicas. Eso sí, hace no muchos meses abrazaba la fe rojigualda en la recepción de los campeones mundiales en fútbol o cuando su mujer se ataviaba con vestimenta ‘typical Spanish’.
Ahora toca sacar la canariedad hasta extremos insospechados, las siete estrellas verdes y hasta recordar el exterminio de los guanches a manos de los ‘malvados’ españoles si fuese menester. Sin embargo, ya son muchos los ciudadanos los que le han tomado la matrícula y no engaña absolutamente a nadie.
Rivero ha abrazado lo español cuando convenía y además hay documentos gráficos que así lo atestiguan ¿O acaso es autóctonamente canario que su esposa, la conquense Ángela Mena, se estalle del erario público más de 1.200 euros en una peineta y mantilla típicamente españolas? Es evidente que no, que una cosa es predicar y otra dar trigo. Rivero, como muchos miembros de CC, recelan de Madrid cuando hay que apelar al sentimiento autonómico de los votantes, pero una vez pasa la cita con las urnas, hasta se prestan a mostrar orgullosos la camiseta de la Selección Española y hacerse fotos con los artífices del triunfo.
Rivero siempre ha estado presto y dispuesto a tomar el primer avión para la capital de España y hacerse gustoso la foto con Zapatero. A pesar de la crisis más sangrante que ha sufrido la nación, el presidente del Gobierno de Canarias ha viajado para estrechar la mano del jefe del Ejecutivo estatal y hacer que sus dos peones en el Congreso de los Diputados, José Luis Perestelo y Ana Oramas, respalden por acción u omisión al PSOE.
Los discursos plañideros sobre lo mal que trata el Gobierno Central a las Islas ya no tienen efecto, se han quedado obsoletos, precisamente, de tanto usarlos. Es como la fábula de Pedro y el lobo, que de tanto blandir una falacia, ya nadie cree en ella. Lo curioso de todo es que Rivero vio venir la crisis, dice que no le hicieron caso y, lo mejor de todo, que asegura que en Canarias se saldrá antes que en ningún sitio. O va para ministro de Economía y Trabajo o acaba como Nostradamus.