La cruz esta de arriba va con mayúsculas porque se trata de un pregón de don Juan Cruz Ruiz, subdirector de El País, que resulta que fue invitado por su amigo Jerónimo Saavedra, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, para que diera el pregón del carnaval de este año en su ciudad. Y vaya si lo dio. Pero no un pregón, no señora. Porque un pregón es, según el diccionario, un “discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella”. Y don Juan Cruz ni elogió la celebración, o sea el carnaval, ni animó a nadie a participar en él. Más bien todo lo contrario. Oh, hasta hubo gente que se mandó a mudar a mitad del pregón bostezando.
–Y alguno abandonó con cara de mala leche
–Sí señora, eso me han dicho también. ¡Qué le vamos a hacer!
Los pregones de las fiestas, y más de una fiesta como el carnaval, no pueden dedicarse a hacer biografía personal, sentimental y hasta cursi. Que fue lo que hizo el insigne Juan Cruz Ruiz. La gente quiere que le hablen de su fiesta en el pregón, de lo bonita que es, de la mucha gente que viene de fuera a compartirla, de los voladores apoteósicos, de las murgas… Que le regalen el oído con su fiesta, vaya; y sobre todo, que no le den la tabarra con rollos. Vamos, digo yo.
Don Juan Cruz empezó el pregón diciendo: “Déjenme que les diga en seguida cuánto quiero a Las Palmas”. Y cuando la gente, alias ciudadanía, estaba esperando ansiosa a que don Juan dijera que la quería mucho, e incluso bastante, pues fue y les largó: “De chico, aquí descubrí el aire de Tafira”. ¿Qué coño tiene que ver el aire de Tafira, con el amor de don Juan por Las Palmas…?
Bien, ya está, ya habló de Tafira y de su aire, ahora empezará con el carnaval. Pero que si quieres arroz, Catalina. Porque después de hablar un poquito de futbolistas, folías y poetas, volvió a la carga: “Tafira fue el descubrimiento del aire; nos quedamos en una residencia sindical y por las noches jugábamos a correr por aquellos caminos de piedra”. ¡Y dale con el aire de Tafira! Esto va a ser cosa de embotellar el aire de Tafira, caramba. Usted embotella el aire de Tafira, y don Juan Cruz se lo promociona todo el año desde El País. Menudo negocio.
Después de lo de los “caminos de piedra”, dice don Juan: “Algunas muchachas cantaban bien; aún las escucho, en el aire de Tafira, alegres…”. O sea que después de jugar a correr sin sentido, don Juan se ponía a hacer crítica musical entre las muchachas de Tafira. Tiene la palabra don Juan, en sus noches de Tafira: “Esta muchacha canta bien, aquella canta regular, esa otra canta fatal; menos mal el aire de Tafira, que me compensa y me orea las sienes”.
Después don Juan, por fin, baja de Tafira a Las Palmas. Menos mal, porque ya estaba dando de cara con Tafira, su aire y sus muchachas cantarinas. Y va y descubre lo siguiente: “Un día bajamos a Las Palmas y aquí nos encontramos con una ciudad adulta que hablaba en la calle. Todo el mundo hablaba en la calle”. Vamos a ver, don Juan Cruz fue de su Tenerife natal a Las Palmas, para lo de descubrir el aire de Tafira, jugar a correr y oír muchachas cantar; pero en el Tenerife natal de don Juan también todo el mundo hablaba en las calles… Que conste. Vamos, que no estaba prohibido hablar en las calles de Tenerife, en la infancia de don Juan Cruz. Es más todavía, gracias a Dios, todo el mundo sigue hablando en las calles. (Es posible que de seguir doña Leire Pajín al frente de la Sanidad lo acabe por prohibir, pero por ahora seguimos hablando en las calles).
Hacia el final de la cosa esta tan rara, don Juan se acuerda de lo del pregón: “Ahora he venido a dar un pregón cuando en realidad lo que tendría es que dar un abrazo de amor y de amistad a esta ciudad…” No, don Juan, usted no vino a dar un pregón, mi niño, usted a lo que vino fue a dar el coñazo. Las cosas como son. ¡Fuerte un coñazo de pregón, Dios mío de mi vida!
